Obama expresa ¡°preocupaci¨®n¡± por el golpe militar, pero no lo condena

Barack Obama manifest¨® este mi¨¦rcoles su ¡°profunda preocupaci¨®n por la decisi¨®n de las Fuerzas Armadas egipcias de destituir al presidente Morsi y suspender la Constituci¨®n¡±, pero no condena expresamente el golpe de Estado, aunque llama a una revisi¨®n ¨Cno suspensi¨®n- de la ayuda que Estados Unidos presta a Egipto, esencial para la supervivencia de ese pa¨ªs.

El presidente norteamericano pide a los militares que procedan ¡°r¨¢pida y responsablemente a devolver toda la autoridad a un Gobierno civil democr¨¢ticamente elegido, a trav¨¦s de un proceso incluyente y transparente¡±. Igualmente, destaca la necesidad de que se eviten ¡°las arbitrarias detenciones del presidente Morsi y de sus seguidores¡±.

Obama afirma, en un comunicado hecho p¨²blico anoche, que el deseo de su Gobierno es que exista una plena democracia en Egipto con respeto a los derechos humanos y a la pluralidad de credos e ideolog¨ªas. ¡°No apoyamos a ning¨²n individuo ni partido pol¨ªtico en particular, sino que estamos comprometidos con el proceso democr¨¢tico y el respeto al imperio de la ley¡±, a?ade.

No apoyamos a ning¨²n individuo ni partido pol¨ªtico en particular, sino que estamos comprometidos con el proceso democr¨¢tico¡± Obama

La vaguedad de las palabras del presidente, en las que expresa malestar por lo que, obviamente, es la interrupci¨®n forzosa de un proceso democr¨¢tico, pero, al mismo tiempo, reconoce legitimidad a los militares para conducir la transici¨®n, es un reflejo de la dif¨ªcil posici¨®n en la que esta crisis ha dejado a la Administraci¨®n estadounidense: satisfecha por deshacerse de un interlocutor inc¨®modo, como Morsi, pero sin alternativas ni influencia determinante sobre el futuro.

El regreso de las fuerzas armadas al primer plano de la pol¨ªtica egipcia no es, necesariamente, una mala noticia para EE UU. Los militares egipcios est¨¢n estrechamente vinculados a sus colegas norteamericanos, de los que reciben dinero, formaci¨®n y constante intercambio de informaci¨®n. Tanta es la proximidad entre ambas instituciones que cuesta creer que el Ej¨¦rcito egipcio haya actuado sin haber antes contado con el visto bueno del Departamento de Defensa de EE UU.

De hecho, fuentes oficiales citadas este mi¨¦rcoles por la agencia AP informaron de que los militares egipcios han ofrecido garant¨ªas a los mandos del Pent¨¢gono de que no est¨¢n interesados en gobernar su pa¨ªs por un largo tiempo y que se mantendr¨¢n al frente ¨²nicamente lo necesario para organizar una transici¨®n hacia un nuevo presidente elegido democr¨¢ticamente.

El secretario de Defensa, Chuck Hagel, y el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, general Martin Dempsey, han estado, seg¨²n esas fuentes, en contacto en las ¨²ltimas horas con los mandos militares egipcios, quienes, al parecer, les han mantenido al corriente de sus movimientos y sus intenciones.

La destituci¨®n de Mohamed Morsi supone, al mismo tiempo, un cierto alivio para el Gobierno estadounidense, que nunca hab¨ªa llegado a entender ni a entenderse con un dirigente de formaci¨®n y militancia isl¨¢mica cuyos prop¨®sitos y programa, sobre todo en pol¨ªtica exterior, no eran exactamente del gusto de Washington.

La vaguedad de las palabras del presidente ?es un reflejo de la dif¨ªcil posici¨®n en la que esta crisis ha dejado a la Administraci¨®n estadounidense

Pero, la interrupci¨®n del proceso democr¨¢tico en El Cairo es tambi¨¦n un cierto rev¨¦s para Obama, en la medida en que no ha sido capaz de sostenerlo ni de encontrar en su trayecto al aliado ideal para EE UU. Sin haber llegado nunca a establecer una relaci¨®n de confianza con Morsi, la Casa Blanca tampoco tiene ahora una alternativa clara entre la oposici¨®n.

Como dijo Obama, EE UU intenta no pronunciarse abiertamente a favor de ninguno de los bandos que se disputan el poder en Egipto, uno de sus principales aliados en Oriente Pr¨®ximo, y trata de manejar la situaci¨®n de forma que le quede margen de presi¨®n sobre cualquiera de los actores en juego, cosa que por ahora consigue malamente.

La agudizaci¨®n de la crisis egipcia ha cogido a la Administraci¨®n norteamericana por sorpresa, como ocurri¨® hace dos a?os con la insurrecci¨®n popular que acab¨® con Hosni Mubarak, lo que ratifica su p¨¦rdida de influencia en un pa¨ªs que antes controlaba con comodidad. Todo lo que puede hacer ahora Washington es tratar de que la situaci¨®n no se desborde a¨²n m¨¢s, que se evite un ba?o de sangre y se consiga una cierta estabilizaci¨®n, por precaria que sea.

Una de las v¨ªas para conseguirlo ser¨ªa la de intentar actuar de ¨¢rbitro en una crisis en la que, realmente, no se atisban otros que puedan cumplir ese papel. Conservando sus lazos con los militares, EE UU quiz¨¢ tiene a¨²n alg¨²n espacio para intentar un compromiso que en estos momentos se antoja dif¨ªcil.

La estabilizaci¨®n de Egipto, el pa¨ªs con el mayor Ej¨¦rcito del mundo ¨¢rabe y el de mayor poblaci¨®n, no solo es importante para EE UU por s¨ª misma, sino por la enorme influencia de esa naci¨®n en Oriente Pr¨®ximo y, por tanto, de cara a la soluci¨®n de otras crisis de la regi¨®n, como la guerra civil en Siria o la reanudaci¨®n del di¨¢logo entre palestinos e israel¨ªes.