Yoani S¨¢nchez, Bradley Manning y Edward Snowden
Correa, Putin o China reprimen a los periodistas cr¨ªticos en casa y apoyan a los soplones de otras latitudes
En noviembre de 2009, Yoani S¨¢nchez recibi¨® una carta de Barack Obama. All¨ª el presidente destacaba la valiente labor de Yoani y otros blogueros que reflejan la vida cotidiana en la isla, aprovechando la tecnolog¨ªa inform¨¢tica para hacerlo. Aplaudiendo esos esfuerzos, Obama manifest¨® su anhelo ¡°que un d¨ªa todos los cubanos puedan expresarse libremente, sin temores y sin represalias¡±.
Creadora de Generaci¨®n Y, espacio virtual donde reclama informaci¨®n veraz, transparencia y derechos, Yoani es frecuentemente acusada por el gobierno cubano de atentar contra la seguridad nacional desde su blog. El elogio del mism¨ªsimo presidente de la naci¨®n m¨¢s poderosa del planeta fue un merecido acto de justicia, enfatizado a¨²n m¨¢s por el pedido de Obama para que el gobierno permita a todo el pueblo cubano el acceso irrestricto a Internet y a la informaci¨®n.
Un trato menos elogioso recibieron los estadounidenses Bradley Manning y Edward Snowden, por divulgar y denunciar cosas parecidas -aun cuando sus motivos sean confusos- y usando la misma tecnolog¨ªa. El primero, un soldado, que adem¨¢s acaba de anunciar que ahora ser¨¢ mujer, Chelsea Manning, fue condenado a 35 a?os en una prisi¨®n militar por filtrar secretos militares al sitio WikiLeaks. El segundo, civil y contratista inform¨¢tico de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA), obtuvo asilo temporario en Rusia, luego de vivir un mes en un hotel de Hong Kong y otro mes en un aeropuerto de Mosc¨². Su condici¨®n de fugitivo se la gan¨® por filtrar informaci¨®n sobre programas de inteligencia que esp¨ªan a millones de personas a Glenn Greenwald, periodista del diario ingl¨¦s The Guardian apostado en R¨ªo de Janeiro¡ªcuyo novio, a su vez, fue detenido nueve horas en Heathrow sin cargo alguno.
No es la primera vez en la historia de Estados Unidos que la balanza entre libertad y seguridad se inclina en favor de esta ¨²ltima, con la consecuente erosi¨®n de las garant¨ªas constitucionales. La caza de brujas tambi¨¦n ha sido una costumbre bastante americana, y no ¨²nicamente en Salem en 1692. En tiempos m¨¢s recientes, el macartismo hizo de las suyas persiguiendo comunistas reales o imaginarios, y creando las renombradas listas negras de los a?os cincuenta. En los sesenta el proyecto MINARET espiaba a los opositores de la guerra de Vietnam, incluyendo al propio Martin Luther King.
En los setenta, el caso de Daniel Ellsberg y sus Papeles del Pent¨¢gono, arroj¨® luz sobre informaci¨®n falsa provista por el gobierno acerca de la guerra de Vietnam. Las filtraciones de Ellsberg fueron recogidas por The New York Times y The Washington Post, con lo que el gobierno de Nixon inici¨® un juicio contra Ellsberg en 1971 bajo la Ley de Espionaje de 1917, la misma ley con la que se juzg¨® a Manning. El juicio concluy¨® en anulaci¨®n y sobreseimiento en 1973, dadas las acciones ilegales del gobierno y la fiscal¨ªa durante el proceso, informaci¨®n que luego pasar¨ªa a engrosar el expediente de Watergate, nada menos.
No obstante, tampoco podemos ser muy ingenuos. Todos los estados tienen secretos y el ideal de transparencia de la esfera p¨²blica no es m¨¢s que eso, un ideal. Lo que s¨ª importa, sin embargo, son las proporciones. Por ejemplo: llamemos ¡°dictadura¡± a aquel r¨¦gimen pol¨ªtico donde todo lo que hace el gobierno es secreto. Y llamemos ¡°democracia¡± a un tipo de orden pol¨ªtico donde los actos del gobierno son p¨²blicos. Concluiremos que la realidad est¨¢ siempre entre esos dos extremos, pero cuanto m¨¢s alejado del secreto y m¨¢s abierto sea ese gobierno, m¨¢s democr¨¢tico ser¨¢ ese pa¨ªs.
Esto invita dos reflexiones. La primera es que, en una curiosa reproducci¨®n del esquema intelectual de la guerra fr¨ªa, los secretos de estado sugieren que hoy tambi¨¦n somos todos sospechosos, lo que significa entonces que nadie lo es. Y esto no es s¨®lo una proposici¨®n conceptual, pues tiene consecuencias concretas. En esta inteligencia ¡°al por mayor¡±, donde se investiga a millones de personas por todo el planeta, cuando hay informaci¨®n espec¨ªfica, esa informaci¨®n bien puede perderse como aguja en un pajar. El caso de los hermanos Tsarnaev, los atacantes de Boston en abril pasado, sobre quienes exist¨ªan datos concretos por parte de la inteligencia rusa, habla por si mismo.
La segunda remite a la autoridad moral de una naci¨®n que se precia de estar basada en leyes y que promueve las libertades individuales por el mundo. Para las ONGs que se dedican a eso y que residen, justamente, en Estados Unidos -por ejemplo, Freedom House, Human Rights Watch y el Comit¨¦ para la Protecci¨®n de Periodistas- el affaire Manning-Snowden representa un ojo morado en la cara de su misi¨®n. No es dif¨ªcil predecir las respuestas de algunos d¨¦spotas que andan por el mundo -de Venezuela a Pakist¨¢n, y de Rusia a Ecuador- cuando cualquiera de estas organizaciones intente interceder por alg¨²n periodista en nombre del derecho a la protecci¨®n de las fuentes y la libertad de expresi¨®n. No sabemos cuanto de la seguridad nacional ha sido afectada por Manning y Snowden. Pero s¨ª podemos imaginar cuanto del prestigio con el que Obama lleg¨® a la presidencia ser¨¢ da?ado de aqu¨ª en m¨¢s.
Esta nota comenz¨® trazando paralelos entre Yoani S¨¢nchez y los casos de Manning y Snowden, pero esta historia tambi¨¦n ofrece una moraleja de contrastes. En su lucha a menudo solitaria por derechos, la whistle-blower cubana Yoani S¨¢nchez tuvo el apoyo de una docena de gobiernos democr¨¢ticos de Europa y las Am¨¦ricas, y Ellsberg el de los dos peri¨®dicos m¨¢s importantes del pa¨ªs. No queda claro si hay algo m¨¢s que la hipocres¨ªa y el oportunismo de Correa y Putin, o del Partido Comunista chino, quienes mientras reprimen a los periodistas cr¨ªticos en casa, apoyan a los soplones de otras latitudes. Muy poco, sin duda, cuando se trata de libertades fundamentales que, m¨¢s all¨¢ de las personas involucradas, hoy parecen estar en juego. Si ello es as¨ª, tal vez tuviera raz¨®n Joan Manuel Serrat al preferir al farero de Capdepera antes que al vig¨ªa de Occidente.
?El autor es profesor en Georgetown University, Washington DC.
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