El eje de la Europa blanca
Los partidos de extrema derecha de Francia, Holanda, B¨¦lgica, Austria y Suiza comienzan a organizarse con vistas a formar un frente com¨²n en las elecciones de mayo
La extrema derecha holandesa ha encontrado la horma de su zapato en Almere, una ciudad dormitorio pr¨®xima a ?msterdam, levantada de la nada en 1976 y en la que hoy duermen 200.000 personas que votan mayoritariamente a los populistas del Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders. All¨ª, los vecinos hablan de inmigraci¨®n, identidad y fobia a la UE, los tres pilares ideol¨®gicos de las corrientes ultras que prenden en Europa y que ahora aspiran a hacer frente com¨²n con vistas a las elecciones europeas. El eje est¨¢ impulsado por Marine Le Pen junto al PVV holand¨¦s, el FPO austriaco, el Vlaams Belang belga o los Dem¨®cratas de Suecia.
Familias j¨®venes en busca de casas espaciosas a precios asequibles se instalaron en esas tierras ganadas al mar y hoy convertidas en una meca de la arquitectura moderna, rodeada de kil¨®metros de chalets adosados y ajardinados. Hu¨ªan de la multiculturalidad de las grandes ciudades holandesas, lo que all¨ª llaman con sorprendente naturalidad ¡°la huida de los blancos¡±.
Pero casi 40 a?os despu¨¦s, en Almere hay tantos inmigrantes, o m¨¢s, que en el resto del pa¨ªs, algo que incomoda a los primeros pobladores. Tampoco le gusta al PVV, para el que el islam es una peste a erradicar. ¡°No queremos que construyan m¨¢s mezquitas ni que traigan su cultura. El islam es una amenaza para la sociedad y para las libertades de las mujeres y los homosexuales¡±. Lo dice Toon van Dijk, el jefe de filas del PVV de Almere, un abogado atractivo y elocuente, en una cafeter¨ªa del centro. Contin¨²a con un discurso que dif¨ªcilmente podr¨ªa ser m¨¢s claro. ¡°?Europa? Nosotros defendemos salir fuera de la UE y del euro. Como mucho, deber¨ªa haber acuerdos bilaterales, pero cada pa¨ªs debe ser soberano para decidir sobre las leyes migratorias y sobre su econom¨ªa¡±.
Sentimos que esta vez es distinto, que tenemos posiciones muy pr¨®ximas y el clima nos favorece¡±, dice el belga Claeys
Los rescates financieros han contribuido a expandir el antieurope¨ªsmo pegadizo que ahora circula con fluidez por la Uni¨®n, incluso en pa¨ªses como Holanda, en los que era algo que ni se planteaba hace a?os. ¡°No queremos dinero para los griegos, sino para nuestros enfermos¡±, es una frase que en holand¨¦s rima y que Wilders ha convertido en uno de sus esl¨®ganes. El dirigente holand¨¦s ha visitado a sus colegas en Francia, B¨¦lgica, Suecia y Austria para sondearles sobre una potencial coalici¨®n. A mediados de noviembre, Le Pen viajar¨¢ a La Haya para concretar su particular cruzada contra la UE.
Wilders es probablemente el pol¨ªtico m¨¢s eficaz de este movimiento. Ha conseguido adem¨¢s diluir, al menos en parte, la p¨¢tina rancia que tradicionalmente envolv¨ªa a los movimientos de extrema derecha en Europa. Wilders es el espejo en el que se miran algunos populistas europeos. ¡°Aspira a ser el l¨ªder ideol¨®gico de estos movimientos. Deja de lado el antisemitismo de la extrema derecha tradicional y combate el islamismo en el nombre de los derechos de los gais y de las mujeres¡±, explica Koen Vossen, polit¨®logo de la Universidad de Nijmegen y autor de Rondom Wilders, un libro que analiza la figura del pol¨ªtico y su partido.
Por su parte, Le Pen ha sufrido su particular transformaci¨®n, sobre todo en las formas, dando pie a nuevas alianzas. Por ah¨ª van los tiros; por mudar de piel y revestirse de un halo centrista ¡ªal menos en ciertas cuestiones¡ª, que haga el mensaje digerible.
La antiinmigraci¨®n engancha, culpar a Bruselas de todos los males, tambi¨¦n, pero hay una tercera baza que los populistas europeos manejan como nadie y es la del nacionalismo entendido como el sistema de valores amenazado por la llegada de inmigrantes y como el derecho a que sea el Gobierno del Estado-naci¨®n el ¨²nico con derecho a decidir sobre sus habitantes.
En Almere, la ciudad del desarraigo, el PVV toca bien esa tecla. Ofrece altas dosis de identidad facilona y triunfa. Porque ni la estatua de la alubia gigante azul metalizada ni el centro comercial-fortaleza con jardines en la azotea han logrado despertar el sentimiento de pertenencia a la ciudad de sus habitantes. ¡°Esto se vendi¨® como la ciudad prometida. La gente pens¨® que vendr¨ªan aqu¨ª y ser¨ªan felices, pero no lo son y ahora votan al partido del descontento¡±, interpreta Mario Withoud, al que le conocen como el poeta oficial de la ciudad.
Un buen representante de ese descontento y del apoyo incondicional al PVV es Peter Aggenbach, un dise?ador de p¨¢ginas web que vive atrincherado en un suburbio de Almere. Una c¨¢mara de v¨ªdeo vigila al que entra y sale de la casa y un pastor alem¨¢n muy ladrador da la bienvenida a los visitantes. ¡°Es que no est¨¢ la cosa como para estar sin protecci¨®n¡±. Se queja de la tasa de criminalidad entre la poblaci¨®n inmigrante y cree que el gran problema es que ¡°vienen a imponer su cultura sobre la nuestra. La ONU, Bruselas¡ tenemos que luchar por conservar nuestra cultura¡±. Y cita el caso de San Nicol¨¢s y los acompa?antes negros con labios rojos que desfilan tradicionalmente en Holanda en noviembre y que ahora la ONU estudia si puede tratarse de un acto racista. ¡°La correcci¨®n pol¨ªtica apesta¡±, piensa.
Aggenbach, de 58 a?os, apunta a una cuarta cuesti¨®n; m¨¢s metodol¨®gica tal vez, pero que sin duda explica buena parte del ¨¦xito de los partidos populistas en Europa. ¡°Estamos hartos de la ¨¦lite pol¨ªtica que no se dedica a marear la perdiz. El PVV es el ¨²nico partido que se atreve a llamar las cosas por su nombre, que se atreve a tocar temas como la inmigraci¨®n o el despilfarro que suponen los subsidios in¨²tiles europeos para la sostenibilidad, por ejemplo¡±. La dosis de frescura pol¨ªtica que venden estos l¨ªderes frente a tradicionales con un lenguaje y una correcci¨®n pol¨ªtica que encorseta su mensaje constituye uno de los grandes activos de los extremistas.
La historia de Almere se repite por toda Europa. Cambia la fisonom¨ªa de las ciudades, claro, y cambian tambi¨¦n algunas preocupaciones. Pero sus latiguillos ideol¨®gicos suenan tremendamente familiares en la campi?a flamenca belga, en los valles suizos o en barrios perif¨¦ricos de Finlandia. El c¨®ctel ideol¨®gico populista se extiende como una mancha de aceite por el continente.
Conscientes de que el viento sopla muy a su favor, los dirigentes populistas se esfuerzan por acercar sus posiciones con la idea de hacer frente com¨²n en las elecciones europeas de mayo. As¨ª lo ha anunciado esta semana Le Pen. Las familias pol¨ªticas afines al Frente Nacional, tradicionalmente poco dadas a la cooperaci¨®n, preparan ahora un manifiesto y un proyecto com¨²n. El partido de Wilders, el austriaco, los suecos y el belga son los que hasta el momento han alcanzado un m¨ªnimo consenso, seg¨²n explica en su despacho del Europarlamento Philip Claeys, del Vlaams Belang. Claeys aspira a que sean muchos los partidos ultras que se suban al carro paneuropeo a medida que se acerque la cita. Necesitan 25 diputados de al menos siete pa¨ªses para formar un grupo parlamentario que refuerce su poder y genere m¨¢s financiaci¨®n.
La extrema derecha austriaca, el FPO que en su d¨ªa lider¨® el difunto J?rg Haider, es otros de los promotores de la iniciativa junto con el VB, el partido flamenco independentista de extrema derecha belga. Los grupos de extremistas de Hungr¨ªa o Grecia parecen de entrada excluidos por su antisemitismo y deriva criminal. Los euroesc¨¦pticos brit¨¢nicos del UKIP comparten el euroescepticismo, pero no quieren que se les asocie con la extrema derecha. El resto de grupos de extrema derecha se est¨¢n oliendo y tratando de discernir hasta qu¨¦ punto ser¨ªan capaces de cohabitar. ¡°Sentimos que esta vez es distinta, que tenemos posiciones m¨¢s pr¨®ximas y que hay un clima en Europa que nos favorece¡±, estima Claeys.
Puede que como en anteriores ocasiones las peleas entre los propios extremistas den al traste con el experimento de coalici¨®n, pero de momento el Tea Party europeo ha conseguido desatar un clima de ansiedad en Bruselas y sobre todo en la Euroc¨¢mara, donde los c¨¢lculos indican que podr¨ªan controlar el 20% de los asientos tras las elecciones. ¡°Esto es muy serio¡±, estima Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga y actual presidente de los liberales en el Europarlamento. El problema, piensa, es que m¨¢s all¨¢ del poder concreto que logren estos grupos ya han ganado, porque han conseguido de alguna manera imponer su agenda antieuropea. ¡°Los l¨ªderes de la UE han ca¨ªdo en la trampa euroesc¨¦ptica. En vez de ofrecer alternativas para salir de la crisis, los pol¨ªticos tradicionales copian el discurso y el lenguaje de los ultras. No se atreven a decidir. El proceso de decisiones est¨¢ parado¡±.
Sin amanecer dorado en Espa?a
Pedro Pablo Pe?a rechaza la etiqueta de ultra. Se declara nazi y devoto de Adolf Hitler. Defendi¨® en 1996 como abogado a Otto Remer, exjefe de Seguridad del F¨¹hrer. Y hace un mes asisti¨® a 5 de los 12 extremistas que reventaron el acto de la Diada en Madrid. ¡°Esto no fue nada¡¡±, desaf¨ªa este exfalangista que pas¨® m¨¢s de tres a?os en prisi¨®n por manipular explosivos. Pese a sus rugidos, la neofascista Alianza Nacional (AN), que preside Pe?a, pasa inadvertida. Re¨²ne a 200 militantes y 3.000 votos. Su fama reposa en excandidatos como Pedro Cuevas, asesino del antifascista Guillem Agull¨®. O en el primer paso recorrido por la Fiscal¨ªa del Supremo para su ilegalizaci¨®n.
La tormenta perfecta que nutre el extremismo en la Europa espoleada por la crisis no arrecia en Espa?a. Cuatro formaciones ultras rasparon en las ¨²ltimas generales 74.000 votos, un 0,3%. Menos que el Partido Animalista. Sin embargo, hay m¨¢s ultraderechistas declarados. El 3% de la poblaci¨®n, seg¨²n el Centro de Investigaciones Sociol¨®gicas (CIS). ¡°Pero la extrema derecha se siente c¨®moda en el PP¡±, explica Bel¨¦n Barreiro, expresidenta del organismo demosc¨®pico, que estima que 9 de cada 10 radicales les vota.
Hu¨¦rfana de l¨ªder, atenazada por la violencia, fragmentada por ojerizas, el radicalismo de derechas se desfonda desde la Transici¨®n, cuando toc¨® techo con el esca?o de Blas Pi?ar. Pero eso fue en 1979.
Hoy, un revoltijo de una quincena de grupos se debate como alma en pena entre el populismo, la nostalgia o la fe nazi. Sus tentativas de uni¨®n saltan por los aires. La ¨²ltima fue la plataforma La Espa?a en Marcha. Sus cinco formaciones planean entre la tradici¨®n y el neofascismo. Naci¨® en julio como embri¨®n de un futuro partido. Y ya amenaza ruptura. Las tensiones entre dos de sus miembros, Alianza Nacional y Democracia Nacional, podr¨ªan resquebrajar un proyecto concebido para tumbar el muro que exige un 0,1% de avales para presentar una candidatura al Congreso. ¡°La divisi¨®n, las barreras electorales y el voto ¨²til al PP son nuestros enemigos¡±, dice Jos¨¦ Luis Corral, del Movimiento Cat¨®lico Espa?ol, con 200 seguidores.
M¨¢s de 2.000 sitios nazis y racistas infectan la red, el nuevo meg¨¢fono del extremismo. El diario digital InfoLibre encaj¨® esta semana cuatro ataques firmados por ultras que tumbaron el portal. ¡°Han impedido la pluralidad¡±, comenta el director, Jes¨²s Mara?a.
Pero nada apunta a un amanecer dorado. El historiador Xavier Casals desplaza el centro de gravedad de la ultraderecha de Madrid a Valencia y Catalu?a. Plataforma per Catalunya (67 concejales) y la valenciana Espa?a 2000 (5) proclaman en voz alta los murmullos de taberna de un pa¨ªs estrangulado por la crisis: ¡°Sobran inmigrantes y mezquitas¡±. ¡°Ayudas solo para espa?oles¡±. El fundador de Espa?a 2000, el abogado Jos¨¦ Luis Roberto, olfatea el ¨¦xito. ¡°Subiremos en los barrios obreros¡±, sentencia. Su legi¨®n de 4.000 militantes todav¨ªa aguarda el d¨ªa de la victoria.
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