Las buenas samaritanas ucranias
Amenazados por la endogamia, la comunidad ultrarreligiosa rompe con su tradici¨®n para casarse con extranjeras
Recluida en lo alto del monte de las Bendiciones, en la Cisjordania ocupada por Israel, Natasha Cohen, de 23 a?os, aprende ¨¢rabe y hebreo, adem¨¢s de los estrictos ritos y ense?anzas de una religi¨®n ancestral de la que no hab¨ªa o¨ªdo hablar hasta hace poco y a la que ha ingresado por maridaje. A 2.000 kil¨®metros de su Ucrania natal, siente ante todo gratitud por quienes la han tra¨ªdo hasta all¨ª y dice no saber de pol¨ªtica ni conflictos. No le faltan comodidades y su nueva familia la colma permanentemente de atenciones. Es l¨®gico. Para los samaritanos, que trazan sus or¨ªgenes al tiempo de la destrucci¨®n asiria del Reino de Israel en el siglo VIII, su supervivencia misma se juega en la capacidad de atraerse a mujeres como Natasha, que vienen, en edad f¨¦rtil y con nuevos genes, de tierras lejanas para matar as¨ª la lacra de los defectos gen¨¦ticos que amenazaban con condenar a la comunidad a la extinci¨®n.
No hay hoy en el mundo m¨¢s de 750 samaritanos, repartidos entre la zona urbana de Hol¨®n, en Israel, y esta villa, Kfar Luza, en cuyo monte mantienen que Abraham estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac. Seg¨²n su tradici¨®n, llegaron a ser un mill¨®n en la ¨¦poca de la Roma imperial, para luego extinguirse lentamente. Durante el Imperio otomano, a principios del siglo pasado, no eran ya m¨¢s de 150. Desde entonces han crecido de nuevo notablemente, pero de acuerdo con sus propias normas los samaritanos solo se pueden casar entre ellos, y durante d¨¦cadas las conversiones estuvieron prohibidas. Los matrimonios entre familiares, especialmente entre primos hermanos, precedieron a un alarmante incremento de los defectos gen¨¦ticos.
¡°Nos nac¨ªan ni?os sordos, mudos, ciegos, paral¨ªticos, tontos en la escuela e incapaces de triunfar en la vida¡±, dice hoy el sacerdote Yosef Cohen, de 70 a?os, en su casa en el monte de las Bendiciones. Estima que en los a?os sesenta del siglo pasado un 30% de los reci¨¦n nacidos ten¨ªan alg¨²n defecto. Hace dos d¨¦cadas, recibieron la ciudadan¨ªa israel¨ª y la tendencia cambi¨®. Desde entonces tuvieron el derecho de acudir a los hospitales m¨¢s avanzados de la regi¨®n, en los que en a?os recientes se ha hecho m¨¢s f¨¢cil detectar defectos de desarrollo en el feto desde bien temprano en el embarazo, lo que ha incrementado notablemente el n¨²mero de abortos en esta comunidad. Hoy casi ning¨²n reci¨¦n nacido presenta deficiencias, a excepci¨®n de los que se derivan de complicaciones en el parto.
Fue del sacerdote Cohen y otros l¨ªderes religiosos la idea de atraer a mujeres extranjeras a trav¨¦s de agencias de contacto, primero, y de las redes sociales de Internet, despu¨¦s. La primera que lleg¨® era de Ucrania, y los resultados fueron tan satisfactorios que dedicaron sus esfuerzos a seguir atrayendo a mujeres de ese pa¨ªs. ¡°Primero porque son muy hermosas. Segundo porque aman la religi¨®n antes de amar al hombre elegido. Y tercero porque vienen de un lugar pobre donde en muchos casos ni siquiera tienen cuartos de ba?o y cuando llegan aqu¨ª descubren Am¨¦rica¡±, explica Cohen. En total, hay 10 mujeres extranjeras viviendo en esa comunidad: ocho de Ucrania, que eran cristianas y se han convertido, y dos turcas, que renunciaron al islam. Otras dos no encajaron bien y abandonaron la villa.
Las ucranias son muy hermosas, aman la religi¨®n y vienen a un lugar mejor¡±,? justifica el sacerdote Cohen
En cuanto al conflicto palestinoisrael¨ª los samaritanos se mantienen escrupulosamente al margen. Sus principales fuentes de empleo est¨¢n en la localidad de Nablus, con 126.000 habitantes en las faldas de la monta?a, y, en menor medida, el cercano asentamiento jud¨ªo de Har Braja, con 1.700 colonos. Hay un desempleo nimio y casi todos los samaritanos tienen el derecho de trabajar tanto en Israel como en Cisjordania. Su villa es pr¨®spera, con grandes chal¨¦s modernos y patios ajardinados. Tienen incluso un museo dedicado a su historia, que muestran a los visitantes con orgullo. Sobre todo, viven en el monte que creen elegido como lugar sagrado por dios. Para ellos los credos que llevan eternamente luchando por Jerusal¨¦n han elegido el lugar santo equivocado.
Los samaritanos tienen un peque?o papel en el Nuevo Testamento, en una de las par¨¢bolas de Jes¨²s de Nazaret recogida en el Evangelio de Lucas. Precisamente su elecci¨®n del monte de las Bendiciones como lugar sagrado les hab¨ªa granjeado la enemistad de los jud¨ªos en aquella ¨¦poca. Jes¨²s cont¨® que un hombre que viajaba de Jerusal¨¦n a Jeric¨® fue robado, apaleado y abandonado en la carretera. Al verlo pasaron de largo un sacerdote y un levita, y solo un samaritano le llev¨® a una posada cercana y pag¨® por su estancia. Alguien ajeno, considerado enemigo y hereje, era el ¨²nico que mostraba compasi¨®n y ayudaba en un momento de necesidad. Para estas mujeres, que suelen venir de familias muy pobres y cristianas, la historia del buen samaritano tiene mucho de verdad.
Natasha lleva en esta comunidad un a?o y tres meses. ¡°Fue una amiga quien me mand¨® fotos y me propuso conocer a mi marido¡±, dice. ¡°Ha sido f¨¢cil adaptarme a estas tradiciones, y a mi familia no le importa que haya venido¡±. Los samaritanos no creen en una conversi¨®n como tal. Estas j¨®venes pasan por un largo proceso de adaptaci¨®n a su nueva vida en la villa antes de casarse. Lo siguiente es dar los esperados hijos, aunque Natasha ya ha sufrido el rev¨¦s de un aborto natural. La presi¨®n es mucha, y no solo por los rigores de las costumbres samaritanas. El sacerdote Cohen, que es tambi¨¦n suegro de Natasha, lo explica claro ante ella: ¡°Nos ha costado mucho dinero traerla aqu¨ª. Antes ya le explicamos bien qu¨¦ era esto, y le pedimos que ella misma decidiera¡±.
Los samaritanos se consideran seguidores del verdadero juda¨ªsmo ortodoxo. Dicen no tener tradici¨®n oral, solo cumplen lo que estipula su versi¨®n del Pentateuco. Y literalmente interpretan pasajes como aquel del Lev¨ªtico que asegura que ¡°cuando una mujer tenga flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre, permanecer¨¢ en su impureza menstrual por siete d¨ªas¡±. As¨ª pues, Natasha y las dem¨¢s mujeres de esta comunidad pasan una semana al mes sentadas en unas sillas, normalmente de pl¨¢stico rojo, sin mezclarse con los varones o los ni?os, sin limpiar ni cocinar, para no contaminar a los dem¨¢s con su tacto. Cuando paren, quedan aisladas 40 jornadas si el hijo es var¨®n y 80 si es hembra. Lo hacen voluntaria y abnegadamente. A Natasha parece no importarle. ¡°La vida aqu¨ª es mejor que en Ucrania¡±, dice, bajando la vista.
Estima Rajai Altif, de 33 a?os y uno de los residentes en esta villa, que hay 2,5 hombres por cada mujer. ?l se vio forzado a casarse, hace ocho a?os, con su prima, pero da gracias por el hecho de haber tenido ya un hijo var¨®n completamente sano. ¡°Con una comunidad tan peque?a, los l¨ªmites son que no podemos casarnos con nuestras hermanas, hijas o t¨ªas¡±, admite. No es f¨¢cil tampoco encontrar mujeres dispuestas a viajar hasta esta villa, porque, asegura, ¡°pocas renuncian libremente a sus propias religiones por una tan exigente como esta¡±. Las que llegan viven aisladas, ajenas a los problemas entre palestinos o israel¨ªes, arropadas por un pueblo que vive tan aferrado a sus tradiciones que prefiere ense?arles su fe desde cero antes que abrirse, aunque sea t¨ªmidamente, al mundo exterior.
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