Par¨¢cuaro no es Fuenteovejuna
Lo que pasa en la regi¨®n mexicana de Michoac¨¢n no es como la obra teatral de Lope de Vega. Esta es una obra real, una magna producci¨®n del inmenso vac¨ªo de diferentes gobiernos
Lope de Vega y Carpio public¨® en 1618 una obra de teatro titulada Fuenteovejuna que se resuelve en el tercer acto de la siguiente manera: el pueblo de Fuenteovejuna decide hacer justicia por su propia mano ante los constantes abusos del poder que ejerce el Comendador. Reunidos todos los varones del pueblo en una asamblea donde se ha de decidir c¨®mo enjuiciar o ajusticiar al Comendador, se presenta maltrecha la reci¨¦n casada Laurencia, tambi¨¦n reci¨¦n escapada de la prisi¨®n donde abus¨® de ella el Comendador. Ya ni hablar de los enredos de la boda de Laurencia con Frondoso, o la taimada y t¨ªmida actitud casi invisible del alcalde, pues lo que permea sobre los tres actos de la obra como una nefasta neblina es precisamente el abuso que parece insalvable del Comendador hacia todo el pueblo de Fuenteovejuna.
La decisi¨®n colectiva y enardecida es tomar el Palacio de la Encomienda, donde finalmente matan al Comendador y posteriormente pasean su cabeza en la punta de una puya. Al llegar al pueblo el juez que ha de investigar el crimen partiendo de la pregunta ?Qui¨¦n mat¨® al Comendador?, uno por uno, todos a una, responden: Fuenteovejuna, Se?or y a la pregunta de qui¨¦n es Fuenteovejuna, uno por uno responde: Todos a una, Se?or. Lo que hemos de subrayar de este entuerto es el convencimiento del pueblo, todos y cada uno en cada cual, de que los abusos del Comendador no pueden estar por encima del poder de los Reyes Cat¨®licos, que les viene de Dios. Tomada la encuesta, el juez investigador informa precisamente al rey Fernando quien decide ir ¨¦l mismo a intentar explicarse lo que podr¨ªa llamarse insurrecci¨®n, si no fuera resuelto por la propia asamblea de Fuenteovejuna que informa a sus cat¨®licas majestades que todo fue hecho en su nombre y, por ende, el pueblo todos a una no merece castigo alguno. Se ha hecho justicia¡ y el p¨²blico aplaude.
Algo muy diferente ocurre ahora en casi una decena de municipios del estado de Michoac¨¢n, en la regi¨®n sur-occidental de M¨¦xico: grupos autodenominados como de autodefensa se han lanzado a la cruzada civil, insubordinada, por combatir ellos mismos a los grupos de narcotraficantes y delincuentes, otrora due?os de esas regiones. Analistas y alg¨²n que otro reportero han confundido el ¨¢nimo de la situaci¨®n como una suerte de Fuenteovejuna en plural y a la mexicana, pero el s¨ªmil no embona por un m¨ªnimo detalle casi invisible que a¨²n as¨ª no debe de ser obviado: la voluntad colectiva de Fuenteovejuna es an¨®nima, todos a una, y actuaron en abono del poder del rey sin proponerse ni la instalaci¨®n de una rep¨²blica o la coronaci¨®n de la ofendida Laurencia¡ en cambio, el movimiento y expansi¨®n de los grupos de autodefensa tienen ya l¨ªderes carism¨¢ticos, dignos de corridos o desgracias como en los viejos tiempos y es de suponerse que el Gobierno Federal tiene precisamente el mejor argumento para convencerlos de que ellos tambi¨¦n est¨¢n actuando por encima de la ley, fuera de todo entramado donde se supone ya no hay cabida para la justicia en propia mano.
Jos¨¦ Manuel Mireles, l¨ªder de las milicias civiles de autodefensa michoacanas, acaba de sufrir un accidente de aviaci¨®n que revuelve el caldo tradicional donde la literatura llueve sobre las noticias en M¨¦xico: supongo que quien lo interrogue en el hospital no sentir¨¢ el mismo galimat¨ªas que transcrib¨ªa el juez ante Fuenteovejuna, pero s¨ª la enrevesada dramaturgia de una hermosa regi¨®n sumamente productiva afectada por grupos de delincuencia bien organizada y muy rentables agrupaciones de narcotraficantes llamados Templarios o Familia, m¨¢s de tres actos de largos silencios, fantasmas de tantos muertos, escenograf¨ªas ensangrentadas, filas de decapitados esos s¨ª an¨®nimos, poco di¨¢logo, vestuario variable seg¨²n el presupuesto de los contendientes y la presencia ocasional del Ej¨¦rcito Mexicano o las polic¨ªas que salen corriendo en patrullas desvencijadas en cuanto llegan las fuerzas vivas de Mireles o los adoloridos gangsters que reclaman sus papeles sobre el escenario de esta obra de teatro real, magna producci¨®n del inmenso vac¨ªo de diferentes gobiernos al hilo¡ y aqu¨ª nadie aplaude.
Jorge F. Hern¨¢ndez es escritor.?www.jorgefhernandez.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.