Rehenes de la revoluci¨®n
Megumi ten¨ªa 13 a?os cuando fue raptada por Corea del Norte. Era la m¨¢s joven de una larga lista de japoneses cautivos
La pared central del sal¨®n de la casa de Kenichi Ichikawa en Kagoshima (sur de Jap¨®n) alberga un altar a su madre, fallecida hace cinco a?os, y a su hermano menor Shuichi, secuestrado por Corea del Norte en 1978. Kenichi se arrodilla para grabar un mensaje para la emisora japonesa que sortea la censura del reino ermita?o para que los ciudadanos del vecino pa¨ªs escuchen voces diferentes de la de la machacona propaganda del r¨¦gimen. ¡°Te seguimos esperando. Todos queremos que vuelvas. Nuestro padre cumple ma?ana 99 a?os y la ilusi¨®n que le mantiene vivo es volver a abrazarte¡±, dice ante la atenta mirada de su esposa, Ryuko, que no puede evitar las l¨¢grimas.
¡°Nos hacemos viejos, y llevamos tantos a?os empe?ados en encontrarle que ahora estamos m¨¢s sensibles que nunca. El llanto se nos escapa tal vez porque pensamos que estamos cerca del final de esta tragedia¡±, afirma Ryuko, un ama de casa corajuda, que durante estos 35 a?os ha hecho pi?a con su marido en una lucha sin cuartel que les ha llevado a manifestarse por todo el pa¨ªs, a enfrentarse a la inoperancia de la polic¨ªa, a exigir acci¨®n al Gobierno japon¨¦s y a exponer su caso en el Congreso de Estados Unidos.
El 12 de agosto de 1978, Shuichi, de 23 a?os, le coment¨® a su hermana mayor, con la que viv¨ªa en la ciudad de Kagoshima, que se iba con su novia, Rumiko Matsumoto, de 24 a?os, a pasar la tarde a una extensa playa virgen que se encuentra a una treintena de kil¨®metros de esa ciudad del sur de Jap¨®n. Nunca m¨¢s volvieron. Entre los pinares que descienden hasta la playa se qued¨® una sandalia de Shuichi y, en la guantera del coche, aparcado en las cercan¨ªas y descerrajado por la polic¨ªa d¨ªas despu¨¦s, se encontraba la c¨¢mara de fotos con la que la pareja hab¨ªa captado las im¨¢genes de esa primera excursi¨®n. Su felicidad se paraliz¨® en esas fotograf¨ªas.
Jap¨®n reconoce 17 secuestros, pero la asociaci¨®n de v¨ªctimas cifra en un centenar los desaparecidos
Shuichi y Rumiko son dos de los 17 japoneses que el Gobierno reconoce oficialmente como secuestrados por el r¨¦gimen norcoreano, aunque la Asociaci¨®n Nacional para el Rescate de Japoneses Secuestrados por Corea del Norte (NARKN, en las siglas en ingl¨¦s) considera que la dinast¨ªa comunista retiene contra su voluntad a un centenar de nipones, siete de los cuales reclama con nombre y apellido. La NARKN tambi¨¦n tiene documentados secuestros de ciudadanos de Corea del Sur, Tailandia, L¨ªbano y China, adem¨¢s de un rumano, tres franceses, tres italianos, dos holandeses¡
Una vez dentro del pa¨ªs m¨¢s aislado del mundo, el r¨¦gimen utiliza a los japoneses para ense?ar la lengua y las costumbres del pa¨ªs, para que agentes norcoreanos puedan suplantar la personalidad de los secuestrados. Como los nacionales, los extranjeros no tienen m¨¢s opci¨®n que entrar en la rueda del Gran Hermano. En Corea del Norte no se admiten disidentes. Los escasos desertores que han logrado escapar y hablan japon¨¦s cuentan que lo aprendieron con profesores nativos residentes en Pyongyang.
El a?o pasado, Jap¨®n logr¨® que los secuestros fuesen incluidos en el informe que debate el Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre los delitos de lesa humanidad que comete el r¨¦gimen norcoreano. La comisi¨®n independiente que elabor¨® el documento pidi¨® el lunes pasado al consejo reunido en Ginebra que los cr¨ªmenes norcoreanos sean investigados por la Corte Penal Internacional de La Haya, aunque todo apunta a que China, que tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad, lo impedir¨¢. El australiano Michael Kirby, presidente de la comisi¨®n, compar¨® el r¨¦gimen de Pyongyang con el nazismo, el apartheid o los jemeres rojos. Asegur¨® que ¡°la gravedad, la escala, la duraci¨®n y la naturaleza de las innombrables atrocidades cometidas por el pa¨ªs revelan un Estado totalitario que no tiene ning¨²n otro paralelismo en el mundo contempor¨¢neo¡±.
El r¨¦gimen fundado por Kim Il-sung en 1948 siempre neg¨® que robara personas hasta que, despu¨¦s de nueve meses de negociaciones ultrasecretas, el 17 de septiembre de 2002, el entonces primer ministro, Junichiro Koizumi, viaj¨® por sorpresa a Pyongyang, donde Kim Jong-il le reconoci¨® que hab¨ªan capturado a 13 japoneses, de los que cuatro segu¨ªan vivos, ocho hab¨ªan muerto y no ten¨ªa confirmaci¨®n de otro. La lista facilitada por el llamado Querido L¨ªder inclu¨ªa a la joven de 19 a?os Hitomi Soga, desaparecida junto con su madre el mismo d¨ªa que Shuichi y Rumiko, pero en el norte de Jap¨®n. Tokio no las ten¨ªa incluidas entre los secuestros verificados y los norcoreanos solo reconoc¨ªan haber capturado a la hija.
Tras pedir perd¨®n, el l¨ªder norcoreano se comprometi¨® a aceptar la llegada de un equipo de investigaci¨®n que clarificase la situaci¨®n de los rehenes, adem¨¢s de permitirle reunirse con los que hab¨ªa reconocido que estaban vivos, a los que dejar¨ªa viajar a Jap¨®n. En las siguientes semanas, los investigadores estuvieron dos veces en Pyongyang y se sumergieron sin ¨¦xito en el mar de contradicciones, inconsistencias y mentiras de los funcionarios norcoreanos. El miedo que embargaba a las v¨ªctimas tampoco ayud¨® a sacar a la luz datos fundamentales del horror en que viv¨ªan, y tal vez viven, cientos de ciudadanos de extranjeros forzados por el r¨¦gimen a permanecer en el para¨ªso. Pero ese octubre cinco de los secuestrados volvieron a Jap¨®n.
El acuerdo preve¨ªa una salida de solo 15 d¨ªas y no se les permiti¨® que viajaran acompa?ados de sus familias. Una vez en suelo patrio, el Gobierno japon¨¦s les aconsej¨® que se quedaran y les prometi¨® que har¨ªa todos los esfuerzos posibles para conseguir la reunificaci¨®n con los esposos e hijos que hab¨ªan dejado atr¨¢s en Corea del Norte. Dos a?os despu¨¦s, en el segundo viaje realizado por Koizumi a Pyongyang, se trajo en su avi¨®n a cinco familiares y, a los dos meses, llegaron a Jap¨®n otros tres. Estos ¨²ltimos eran las dos hijas de Hitomi Soga y su marido, Charles R. Jenkins, el exsoldado estadounidense que en 1965, con 25 a?os, desert¨® y cruz¨® la frontera que divide la pen¨ªnsula coreana, a trav¨¦s de la llamada ¡°zona desmilitarizada¡±, un eufemismo tras el que se esconde la frontera m¨¢s militarizada de la Tierra.
La apertura del di¨¢logo entre Corea del Norte y Jap¨®n depende de la liberaci¨®n de los nipones secuestrados
El regreso desat¨® una aut¨¦ntica conmoci¨®n nacional; una especie de catarsis frente al estigma del militarismo nip¨®n de la primera mitad del siglo XX. Jap¨®n, que, tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, no hab¨ªa vuelvo a levantar la voz contra ning¨²n pa¨ªs y soportaba las continuas cr¨ªticas de sus vecinos por su brutal conquista de buena parte de China y la opresora colonizaci¨®n de Corea, pod¨ªa permitirse denunciar a Pyongyang por la violaci¨®n durante d¨¦cadas de los derechos humanos de japoneses inocentes. Las familias de las v¨ªctimas, algunas de las cuales incluso hab¨ªan sido amenazadas por atreverse a denunciar sin pruebas al vecino pa¨ªs, pod¨ªan finalmente airear su sufrimiento, angustia e incertidumbre.
¡°Durante 20 a?os, el Gobierno de Jap¨®n no hizo nada por los secuestrados. Se podr¨ªa decir que en aquellos a?os de las d¨¦cadas de los setenta y ochenta toda la sociedad japonesa era reh¨¦n de Corea del Norte, que contaba con numerosos simpatizantes entre los intelectuales y en el Partido Socialista, que entonces lideraba la oposici¨®n¡±, afirma Tsutomu Nishioka, profesor de la Universidad Cristiana de Tokio y presidente de la NARKN. Nishioka reconoce que ¨¦l mismo recibi¨® amenazas tras ser el primero en publicar un art¨ªculo en 1991 en el que abiertamente acusaba al r¨¦gimen norcoreano, y critica la cobard¨ªa y la connivencia de los medios de comunicaci¨®n japoneses, que ¡°miraron hacia otro lado frente a este ataque a la soberan¨ªa nacional de Jap¨®n¡±. Seg¨²n Nishioka, el temor a un atentado paralizaba al Gobierno y a la sociedad.
El hermano de uno de los desaparecidos en Espa?a dice que ¡°fue enga?ado por japoneses¡± pronorcoreanos
Solo cuando Kim Jong-il admiti¨® p¨²blicamente el robo de extranjeros disminuy¨® el apoyo que recib¨ªa de la mitad de los 600.000 coreanos residentes en Jap¨®n, algunos de los cuales no se descarta que cooperasen en los secuestros. Despu¨¦s de la anexi¨®n japonesa de la pen¨ªnsula de Corea en 1905, unos 800.000 coreanos se fueron voluntariamente al archipi¨¦lago porque las condiciones de vida y los salarios eran mejores. A estos se sumaron, con la ley japonesa de movilizaci¨®n de 1939, otros 1,2 millones de coreanos, pero a lo largo de 1946 regresaron a su pa¨ªs 1,4 millones. En Jap¨®n se quedaron los que ya se hab¨ªan adaptado y no quisieron empezar de nuevo. La guerra de Corea (1950-1953) y las rivalidades ideol¨®gicas entre el norte y el sur profundizaron la divisi¨®n en la minor¨ªa coreana de Jap¨®n.
Captura en Espa?a
El regreso de los primeros cinco secuestrados fue tambi¨¦n un mazazo para las familias de los ocho japoneses que Pyongyang dio por muertos. Entre ellos se encontraban Toru Ishioka y Kaoru Matsuki, dos j¨®venes que desaparecieron en mayo de 1980, poco despu¨¦s de llegar a Espa?a. Toru, de 22 a?os, hab¨ªa venido a Europa para estudiar la elaboraci¨®n del queso. Tras un recorrido por varios pa¨ªses, pensaba acabar su aprendizaje en Espa?a y volver a Hokkaido (norte de Jap¨®n) para montar una queser¨ªa. Kaoru, de 26 a?os, hab¨ªa terminado sus estudios de espa?ol en la universidad de Kioto y, por recomendaci¨®n de un profesor, hab¨ªa viajado a Madrid para mejorar el idioma.
¡°Desde Espa?a solo recibimos una postal en la que nos dec¨ªa que estaba encantado y que no ten¨ªa problemas de dinero. Kaoru era poco comunicativo y, cuando estudiaba en Kioto, tampoco escrib¨ªa. Como se hab¨ªa ido por un a?o, mis padres no se preocuparon hasta pasados 18 meses de su marcha¡±, comenta su hermano menor, Nobohiro, en una salita de un hotel de la ciudad de Yokohama, cercana a Tokio, en la que se desarrolla la entrevista.
Con 18 a?os menos que Kaoru, Nobohiro apenas tiene recuerdos de la vida en com¨²n, pero la avanzada edad de los padres, que ya han fallecido, le hizo siendo a¨²n adolescente colocarse al frente de la b¨²squeda del hermano desaparecido. ¡°Le escribimos muchas cartas, pero ni contestaba ni nos las devolv¨ªan. Preguntamos en la Embajada de Jap¨®n en Madrid y nos dijeron que ya no viv¨ªa en la direcci¨®n que nos hab¨ªa dado. Mi padre insisti¨® y le respondieron que ¡®Espa?a era un pa¨ªs muy seguro y que Kaoru deb¨ªa de estar pas¨¢ndolo muy bien¡±.
No hubo m¨¢s explicaciones hasta que un d¨ªa de 1990 son¨® el tel¨¦fono. Lo cogi¨® la madre y una voz le dijo que llevaban dos a?os busc¨¢ndola porque la familia de Toru Ishioka hab¨ªa recibido una carta con matasellos de Polonia, en la que dec¨ªa que ¨¦l, Kaoru y la joven Keiko Arimoto viv¨ªan en Corea del Norte. Era la t¨ªa de Keiko la que llamaba. La muchacha viv¨ªa con ella cuando a los 23 a?os le dijo que se iba a Londres a perfeccionar su ingl¨¦s. Desapareci¨® en julio de 1983, despu¨¦s de comunicar a su familia que hab¨ªa comprado el billete de vuelta para Jap¨®n.
El pacto de silencio que sella los labios de los que han regresado con el objetivo de no perjudicar a los que a¨²n quedan en Corea del Norte impide conocer las circunstancias y detalles de la vida en el pa¨ªs m¨¢s secreto del planeta. Pero ha trascendido que el r¨¦gimen no quer¨ªa que sus ciudadanos se casaran con los extranjeros que secuestraba y fomentaba el matrimonio entre ellos. En la escueta misiva enviada para atraer la atenci¨®n de los familiares, que alguien se hab¨ªa atrevido a sacar del pa¨ªs y echarla al correo polaco, se inclu¨ªa la foto de un beb¨¦, que supuestamente era la hija de Toru y Keiko.
Nadie sabe con certeza c¨®mo llegaron los tres j¨®venes a Pyongyang, pero la tesis m¨¢s barajada por los funcionarios que se encargan de los casos es que fueron captados con enga?os para participar en la revoluci¨®n mundial de Kim Jong-il, que deb¨ªa comenzar en Jap¨®n. Seg¨²n los investigadores, los dos estudiantes que viv¨ªan en Madrid fueron abducidos por las esposas de dos de los nueve autores del secuestro de un avi¨®n de la Japan Airlines, ocurrido el 31 de marzo de 1970. La banda de Yodo-go, como se conoce al grupo, todos miembros de la Liga Comunista Japonesa-facci¨®n del Ej¨¦rcito Rojo, tom¨® como rehenes a los restantes 113 pasajeros y siete miembros de la tripulaci¨®n durante un vuelo de Tokio a Fukuoka. El Boeing-727 aterriz¨® en Fukuoka, donde liber¨® a una parte del pasaje. Despu¨¦s vol¨® a Se¨²l, donde liber¨® al resto, y luego se dirigi¨® a Pyongyang, donde el Gobierno norcoreano ofreci¨® asilo a toda la banda.
Toru Ishioka viaj¨® a Espa?a a hacer un curso de queso y Kaoru Matsuki a perfeccionar el idioma
Entre las ultraizquierdistas japonesas que viajaron de forma voluntaria y secreta a Corea del Norte para casarse con los miembros de Yodo-go y se convirtieron en agentes del r¨¦gimen para actividades en el exterior, una se arrepinti¨® de sus fechor¨ªas y llam¨® a los padres de Keiko para contarles que hab¨ªa sido ella la que hab¨ªa convencido a la joven de que volase a Pyongyang. ¡°Me pidi¨® que nos vi¨¦semos en Yokohama porque me quer¨ªa pedir perd¨®n¡±, cuenta la madre, Kayoko, de 88 a?os. El padre, Akihiro, de 86, la interrumpe dando rienda suelta a la furia amasada en d¨¦cadas de frustraci¨®n. ¡°No ten¨ªa que pedirnos ning¨²n perd¨®n. Su confesi¨®n le vali¨® para que solo la condenaran por falsificaci¨®n de documento p¨²blico. Es inadmisible. Estoy convencido de que el primer ministro Abe va a cambiar las leyes y todos esos delincuentes tendr¨¢n el castigo que se merecen. Conf¨ªo en Abe, ¨¦l nos traer¨¢ a Keiko¡±, dice con rotundidad.
La entrevista se realiza en el peque?o sal¨®n de la casa en que viven, situada en la parte baja de la ciudad de Kobe (centro de Jap¨®n), donde los ancianos acumulan peri¨®dicos y cartas que registran la lucha para lograr que su hija atraviese un d¨ªa el umbral de la puerta. Pese a la avanzada edad, los padres de Keiko recitan los nombres de funcionarios, pol¨ªticos y periodistas a los que pidieron ayuda, los pormenores de los encuentros, los d¨ªas en que se celebraron. Sus memorias parecen archivadores que pulsas un segundo y se abren a un mar interminable de datos. Seg¨²n Corea del Norte, Keiko y Toru murieron en un accidente de gas en 1988. Los padres no lo aceptan porque nadie ha aportado ning¨²n material ni prueba para demostrarlo.
En un primer momento, las familias de los tres secuestrados en Europa trataron de encontrar una estrategia com¨²n que facilitara la salida de sus seres queridos. No fue posible. Los progenitores de Toru no quer¨ªan hacer nada para no poner en peligro la vida del muchacho. Los de Keiko, sin embargo, quer¨ªan remover cielo y tierra, empezando por los activistas pronorcoreanos, la polic¨ªa y los pol¨ªticos. Los de Kaoru estaban a medio camino entre unos y otros.
¡°Las familias de los que fueron llevados a la fuerza tienen f¨¢cil sentir odio hacia Corea del Norte, pero a mi hermano Kaoru fueron los japoneses quienes lo enga?aron y se aprovecharon de que estaba solo en un pa¨ªs extranjero. Esto es m¨¢s dif¨ªcil de asimilar. Siento una rabia profunda hacia esos japoneses que abusaron de la confianza de mi hermano e indignaci¨®n contra el r¨¦gimen norcoreano por retenerlos contra su voluntad¡±, dice Nobohiro, mientras se seca el sudor que nace de la furia contenida. ¡°Les han robado los sue?os¡±, susurra.
Falsos cad¨¢veres
Para colmar la frustraci¨®n de la familia, en 2002 el Gobierno norcoreano entreg¨® a las autoridades japonesas los restos mortales de Kaoru, de quien dijo que hab¨ªa muerto en un accidente de tr¨¢fico en 1996. ¡°Fue un choque brutal, pero no dudamos de lo que nos dijeron¡±, a?ade el hermano. Los investigadores, sin embargo, se?alaron que nada era concluyente hasta que no se realizase la prueba de ADN. Con ello sembraron la duda, que se transform¨® en espanto cuando los resultados indicaron que los huesos pertenec¨ªan a una persona mayor y estaban mezclados con algunos de animal. En 2004 entregaron otros restos que tampoco se correspond¨ªan con los de Kaoru. ¡°Este juego con los huesos es una aut¨¦ntica violaci¨®n de los derechos humanos. Es indignante¡±, enfatiza Nobohiro.
De este macabro pasatiempo norcoreano de suministrar restos mortales falsos han sido tambi¨¦n v¨ªctimas los padres de Megumi Yokota, la ni?a de 13 a?os secuestrada el 15 de noviembre de 1977 a la salida de su escuela en la norte?a ciudad de Niigata. Megumi es el s¨ªmbolo m¨¢s dram¨¢tico de esta barbarie. Desde el primer d¨ªa de su desaparici¨®n, sus padres no han dejado ni un minuto de buscarla. Fueron los primeros que, contra viento y marea, hicieron p¨²blico el apellido y la foto de la adolescente y los que formaron la primera asociaci¨®n de familiares de secuestrados, embri¨®n de la actual NARKN, con la que lograron que el primer ministro Koizumi convirtiera el asunto de los secuestrados en una prioridad nacional.
Shinzo Abe recogi¨® el legado de Koizumi y, ya en la campa?a electoral por la que en diciembre de 2012 accedi¨® a la jefatura del Gobierno, se comprometi¨® a traer a casa a las v¨ªctimas. Nombr¨® un ministro para los secuestrados y los familiares est¨¢n convencidos de que ¡°algo se est¨¢ moviendo ahora en la direcci¨®n correcta¡±.
El rapto de Megumi y su traslado en un barco esp¨ªa se ha trasladado al cine y al manga. La cara de la colegiala ha empapelado Jap¨®n. Los padres rechazaron el informe de Kim Jong-il, que sosten¨ªa que Megumi se suicid¨® en abril de 1994. Su supuesto marido, Kim Young-nam, un surcoreano secuestrado en 1978, cuando era estudiante de secundaria en Corea del Sur, con el que, seg¨²n el r¨¦gimen, tuvo una hija, entreg¨® las cenizas de Megumi en 2004 y muestras biol¨®gicas de la hija. Las pruebas de ADN revelaron la falsedad de los restos, pero confirmaron el v¨ªnculo maternal. Despu¨¦s de a?os de rechazar la invitaci¨®n de Corea del Norte para conocer a la nieta, los padres de Megumi se reunieron con ella y con la hija de esta la semana pasada en Ulan Bator.
Informes de los servicios de inteligencia surcoreana se?alan que Megumi estuvo relacionada con el entorno de Kim Jong-il y sab¨ªa demasiado de la dinast¨ªa comunista para que la dejaran salir. Los padres se han negado siempre a aceptar su muerte mientras no tengan pruebas fehacientes de ella. Tras la reuni¨®n en la capital de Mongolia con la nieta y la biznieta, han pedido a los medios que respeten la necesidad de calma que tienen para digerir el encuentro. Seg¨²n funcionarios del Ministerio de Exteriores japon¨¦s que aval¨® este reagrupamiento de cinco d¨ªas, la nieta, que responde al nombre de Kim Eun-gyong, ha insistido en que su madre falleci¨®.
Los ojos de millones de japoneses est¨¢n puestos en Pyongyang. Aguardan un gesto de Kim Jong-un que ponga fin a d¨¦cadas de dolor e incertidumbre de 12 familias inocentes. Sentado en el trono del reino ermita?o desde la muerte de su padre en diciembre de 2011, a Kim Jong-un, de 31 a?os, no le tembl¨® la mano cuando en diciembre pasado orden¨® fusilar a su t¨ªo y hombre fuerte del r¨¦gimen para consolidar su poder. Su vulnerabilidad, sin embargo, es m¨¢s evidente que la de sus predecesores por lo que necesita mucho m¨¢s que ellos normalizar las relaciones con Jap¨®n, algo que solo ser¨¢ posible si se resuelve el mayor obst¨¢culo para ello: los secuestros. Despu¨¦s, Tokio y Pyongyang podr¨¢n hablar de otros asuntos espinosos, como las negociaciones nucleares, las pruebas de misiles bal¨ªsticos o el fin de las sanciones econ¨®micas que ahogan al siniestro r¨¦gimen.
KAORU MATSUKI
Desapareci¨® en Madrid en mayo de 1980 con 26 a?os. Pyongyang asegur¨® que pereci¨® en un accidente de autom¨®vil y entreg¨® en dos ocasiones restos mortales que los an¨¢lisis de ADN certificaron que no eran suyos y pertenec¨ªan a varias personas. En junio de 2007, Jap¨®n emiti¨® una orden de b¨²squeda y captura contra Yoriko Mori y Sakiko Wakabayashi, esposas de criminales del grupo Yodo-go, como autoras de los secuestros de Matsuki e Ishioka. Las a?adieron a la lista de personas m¨¢s buscadas del mundo.
MEGUMI YOKOTA
Desaparecida con 13 a?os el 15/11/1977 cuando volv¨ªa a casa desde la escuela, en la ciudad de Niigata (noroeste de Jap¨®n). Corea del Norte asegura que se suicid¨® en 1994 y su supuesto marido, Kim Young-nam, un surcoreano secuestrado en 1978 cuando era estudiante de secundaria, entreg¨ª a Jap¨®n las cenizas. Pero las pruebas del ADN revelaban que eran de otras personas.
RUMIKO MATSUMOTO
Desapareci¨® junto a su marido (en la imagen de abajo) el 12 de agosto de 1972 con 24 a?os, cuando se encontraban en una playa virgen cercana a la ciudad de Kagoshima (sur de Jap¨®n).
SHUICHI ICHIKAWA
Cuando ¨¦l y su mujer desaparecieron, la parte coreana inform¨® de que la pareja se hab¨ªa casado en julio de 1979, pero que Ichikawa muri¨® de un ataque al coraz¨®n en septiembre de ese a?o, y Matsumoto, de lo mismo, en 1981. No se han aportado pruebas que lo demuestren.
KEIKO ARIMOTO
Desaparecida con 23 a?os en torno a julio de 1983 cuando estudiaba en Londres. Seg¨²n Pyongyang, Arimoto pereci¨® junto con Toru Ishioka en un accidente de gas en 1988. No se han aportado pruebas.
YUTAKA KUME
Desaparecido con 52 a?os el 19/9/1977 en Ushitsu, en la costa noroccidental de Jap¨®n. Corea del Norte niega que Kume haya entrado en el pa¨ªs. Jap¨®n emiti¨® en enero de 2003 una orden de busca y captura contra el agente norcoreano Kim Se-ho, sospechoso del secuestro.
MINORU TANAKA
Desapareci¨® en junio de 1978 con 28 a?os despu¨¦s de salir de Jap¨®n rumbo a Europa. Pyongyang no ofreci¨® informaci¨®n sobre su paradero en las dos primeras reuniones de trabajo y en la tercera dijo que no pod¨ªa confirmar si Tanaka se encontraba en el interior del pa¨ªs.
MIYOSHI SOGA
Desaparecida con 46 a?os junto a su hija Hitomi el 12/8/1978 al salir de compras en Niigata (noroeste). Hitomi regres¨® a Jap¨®n en octubre de 2002, y su marido y sus dos hijas en 2004. Corea del Norte sostiene que Miyoshi nunca entr¨® en el pa¨ªs.
YAEKO TAGUCHI
Desapareci¨® hacia junio de 1978, con 22 a?os. La esp¨ªa norcoreana Kim Hyon-hi, condenada por el derribo de un avi¨®n de Korean Air en 1987, declar¨® que una tal Lee Un-hae le ense?¨® a actuar como una japonesa. Se piensa que Lee es la desaparecida Taguchi. Corea del Norte indic¨®, sin aportar pruebas, que Taguchi se cas¨® con Tadaaki Hara en 1984, y justo despu¨¦s de la muerte de Hara en 1986, ella pereci¨® en un accidente de autom¨®vil.
TORU ISHIOKA
Desapareci¨® en Madrid en mayo de 1980 con 22 a?os. En 1988, una carta enviada por Ishioka a sus padres en Jap¨®n (con matasellos de Polonia) alerta a las familias de Kaoru Matsuki y Keiko Arimoto, tambi¨¦n secuestrados, de que est¨¢n residiendo en Corea del Norte. El r¨¦gimen sostiene que Ishioka y Arimoto murieron en un accidente de gas, pero no ha aportado documentos que lo prueben.
KYOKO MATSUMOTO
Desaparecida el 21/10/1977 con 29 a?os cuando se dirig¨ªa a su clase de costura en Tottori, en la costa occidental de Jap¨®n. Durante las negociaciones para la normalizaci¨®n de las relaciones entre Tokio y Pyongyang, la parte norcoreano no quiso confirmar si Kyoko hab¨ªa entrado en el pa¨ªs.
TADAAKI HARA
Desaparecido con 43 a?os en Miyazaki (sureste de Jap¨®n) en junio de 1980. El agente norcoreano Sin Kwang-su confes¨® el secuestro a Corea del Sur. Jap¨®n ha exigido la inmediata entrega de Kwang y desde 2006 lo tiene incluido entre las personas m¨¢s buscadas del mundo como sospechoso de haber suplantado la personalidad de Hara y de ser el principal autor del secuestro. Tambi¨¦n emitieron una orden de captura con c¨®mplice Kim Kil-uk.Seg¨²n los negociadores norcoreanos, Hara se cas¨® en 1984 con Yaeko Taguchi y muri¨® de cirrosis en 1986, pero no hay pruebas.
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