Charles Robert?Jenkins,??el sargento que pag¨® cara su deserci¨®n ?
Desert¨® a Corea del Norte para evitar ir a Vietnam. Pyongyang lo retuvo casi 40 a?os
El estadounidense Charles Robert Jenkins tuvo tiempo de sobra de arrepentirse de su decisi¨®n de desertar. Concretamente, 39 a?os, seis meses y cuatro d¨ªas, que fue el tiempo que pas¨® retenido en Corea del Norte despu¨¦s de que una madrugada de enero de 1965 abandonara su patrulla en la zona desmilitarizada de Corea.
Una historia que vuelve a la actualidad con la apertura este lunes de una investigaci¨®n oficial sobre la ¡°desaparici¨®n¡± del sargento Bowe Bergdahl, el ¨²ltimo prisionero de guerra Afganist¨¢n hasta que el 31 de marzo fue canjeado por cinco presos de Guant¨¢namo. Algunos de sus compa?eros lo han acusado abiertamente de desertar antes de caer en manos de los talibanes, que lo retuvieron casi cinco a?os.
Con su deserci¨®n, el sargento Jenkins, de 24 a?os, quer¨ªa evitar ser enviado a la Guerra de Vietnam, donde estaba convencido de que iba a morir. Durante las siguientes cuatro d¨¦cadas, lleg¨® a desear haberlo hecho.
¡°En retrospectiva, fui un tonto. Y recib¨ª mi castigo¡±, dijo Jenkins al programa ¡°60 Minutes¡± en 2005. Para entonces, el antiguo soldado ya era un hombre envejecido al que las duras condiciones a las que estuvo sometido durante su forzada estancia en Corea del Norte le hac¨ªan parecer m¨¢s mayor a¨²n que los 64 a?os contaba.
¡°He cometido muchos errores en mi vida, pero ese fue el peor error que nadie pueda cometer¡±, asever¨® Jenkins al pensar en todo lo que tuvo que pasar en las d¨¦cadas que vivi¨® sometido al arbitrio del r¨¦gimen comunista m¨¢s aislado del mundo: desde vivir 15 a?os junto a otros tres desertores estadounidenses en caba?as sin luz ni electricidad, a estudiar durante ocho horas al d¨ªa, los siete d¨ªas de la semana y en coreano los escritos del l¨ªder norcoreano Kim Il Sung. Tambi¨¦n tuvo que ense?ar ingl¨¦s en una academia militar y hasta a aparecer en una pel¨ªcula propagand¨ªstica.
Incluso su vida sentimental estuvo dictada por el r¨¦gimen norcoreano, quien le puso a una joven japonesa secuestrada en 1978, Hitomi Soga, a su disposici¨®n. Acabar¨ªan formando una familia con dos hijas y hasta hoy viven retirados en Jap¨®n, pero durante d¨¦cadas no fueron m¨¢s que dos prisioneros unidos por un ¡°odio com¨²n¡± a Corea del Norte.
Soga fue devuelta a Jap¨®n en 2002. Jenkins tardar¨ªa a¨²n dos a?os en poder salir del pa¨ªs, y ni aun entonces pudo sentirse libre del todo. Porque el ¡°error¡± cometido cuatro d¨¦cadas atr¨¢s, amenazaba con seguir complicando su vida: la deserci¨®n.
Jenkins acab¨® viajando a Jap¨®n. El pa¨ªs de su esposa pidi¨® su perd¨®n a Estados Unidos, que se lo deneg¨®. Acab¨® teniendo que someterse a un juicio militar, un proceso que podr¨ªa repetirse en el caso de Bergdahl si la investigaci¨®n del Pent¨¢gono concluye que el militar desert¨® cuando cumpl¨ªa su servicio militar en Afganist¨¢n, una acusaci¨®n muy grave que incluso prev¨¦ la pena de muerte si la ofensa se comete en tiempos de guerra.
Jenkins acept¨® declararse culpable de deserci¨®n y ayuda al enemigo y acab¨® recibiendo solo una condena de 30 d¨ªas de c¨¢rcel, de los que s¨®lo cumpli¨® 25. En su caso, un tiempo insignificante tras cuatro d¨¦cadas de penitencia.
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