Batman llega al barrio
Un grupo de ciudadanos se disfraza de superh¨¦roes para denunciar la inseguridad de S?o Paulo Su l¨ªder se presentar¨¢ a las elecciones como diputado federal
De lejos parecen superh¨¦roes, pero de cerca los trajes son de lycra y el maquillaje les hace sudar. Batman, el Hombre Ara?a, el Zorro, el Vampiro, y media docena de abogados, profesores y retirados brasile?os llamados Loucos pela Paz (Locos por la Paz) usan su tiempo libre y su pinta estrafalaria para llamar la atenci¨®n sobre una larga lista de reivindicaciones para S?o Paulo: m¨¢s seguridad, penas m¨¢s duras para delincuentes, mejor sanidad y educaci¨®n. Han escalado la fachada de la C¨¢mara de Diputados para denunciar la situaci¨®n de la sanidad y colgado pancartas en viaductos. El mes pasado se colaron en el congreso del Partido de la Social Democracia Brasile?a. Ahora, Batman ha decidido presentarse a las elecciones como diputado por el Partido Humanista de la Solidaridad. Quiere ¡°patear culos¡± de pol¨ªticos.
El hombre murci¨¦lago protagoniz¨® su ¨²ltima portada en junio, cuando un hombre le intent¨® robar el m¨®vil barato que lleva colgado de una goma el¨¢stica. Este empresario al borde de los 40 y del 1,90 de estatura sali¨® en las fotos pisando la cabeza del supuesto ladr¨®n. ¡°Pero no le pegu¨¦¡±, puntualiza. Loucos pela Paz se definen como pac¨ªficos, pero Batman dice entender la raz¨®n de los linchamientos que ¨²ltimamente han estremecido a Brasil (el m¨¢s reciente ocurri¨® en mayo: una mujer fue confundida con una ladrona de ni?os y apaleada hasta la muerte). ¡°La sociedad est¨¢ enfadada¡±, dice el superh¨¦roe con su capa rota. S?o Paulo, a pesar de que en la ¨²ltima d¨¦cada ha conseguido salir de la lista de las ciudades m¨¢s peligrosas de Brasil (en 2010 estaba en el puesto 25? de 100, seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas), registr¨® m¨¢s de 1.200 muertes violentas en 2013.
?El mundo no los tomar¨ªa m¨¢s en serio sin disfraz? ¡°El pol¨ªtico solo trabaja si la c¨¢mara est¨¢ enfocando¡±, resume Batman, que no quiere dar su nombre. A ¨¦l siempre lo recibe una nube de m¨®viles y un goteo de vecinos. Al llegar a Itapevi, una ciudad de 200.000 habitantes a 40 kil¨®metros de S?o Paulo, le salen al encuentro: un treinta?ero con escayola en el pie que se hace un selfie pulgar en alto; un polic¨ªa que quiere saber qu¨¦ pasa, dos mujeres que se asoman a la puerta del Ayuntamiento y un hombre de pelo blanco que intenta sacarse una foto de grupo dentro (los echan).
Batman y Vampiro llegaron a Itapevi a principios de julio para apoyar el caso de un amigo del primero. La historia es rocambolesca, porque el hombre imita al rockero brasile?o Ra¨²l Seixas y en su honor nombr¨® a su hijo. Cuando el ni?o de 13 a?os llam¨® a urgencias por un amago de infarto del padre, dice, le colgaron el tel¨¦fono. Al final, un vecino los llev¨® al hospital. Batman, Vampiro, padre e hijo se re¨²nen con un asesor del Ayuntamiento, que con rictus serio (como si la escena fuera habitual a las 12 de la ma?ana de un lunes) les promete respuestas en el plazo de un mes.
El regreso a S?o Paulo es a bordo del coche de Vampiro, un entusiasta jubilado en sus 50 que tambi¨¦n luce una capa un poco precaria y lentillas rojas. Contribuye a la causa conduciendo su propio coche (con pegatina de murci¨¦lago en la capota) y grabando v¨ªdeos con una c¨¢mara compacta. El sistema de trabajo de Loucos pela paz se basa en la improvisaci¨®n y las ganas de cada cual: uno se entera de la injusticia, otro ofrece transporte, el de m¨¢s all¨¢ hace redes sociales. Son detenidos continuamente por sus protestas y Batman jura que veces se deja 2.000 reales (unos 670 euros) al mes en esto. Casi el triple del salario m¨ªnimo en Brasil. El suelo del coche est¨¢ cubierto de folletos de publicidad, un jersey, migas. El Vampiro dice suspirando que se va a retirar ¡°de esto¡± en cuanto consiga arreglar los problemas de inundaciones de su barrio. A Batman le suena el m¨®vil. Es su mujer.
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