Corrupci¨®n en Per¨², ?empresarios al rescate?
El tiempo dir¨¢ si la disposici¨®n de la c¨²pula empresarial para abordar el flagelo de la corrupci¨®n tendr¨¢ resultados
En mi centro de estudios imparto el curso de ?tica y Responsabilidad Social Empresarial. Los participantes ocupan cargos importantes en empresas peruanas y extranjeras, algunos incluso son due?os de sus propias empresas. Profesor y participantes discuten el pan de cada d¨ªa: el avance a paso firme y en todos los niveles de la corrupci¨®n. Nuestra indignaci¨®n no muta en desaz¨®n pero nadie disputa que lo repudiable parece ser ahora lo normal. Lo confirman las encuestas: m¨¢s de la mitad de los peruanos expresan su conformidad con pol¨ªticos y autoridades que ¡°roban pero hacen obra¡±.
Tal dato delata todo un mundo. Un mundo que revela tolerancia inadmisible e indolencia ante lo que le cuesta al pa¨ªs la corrupci¨®n y el perjuicio que causa a los pobres. Si los peruanos piensan que el robo contribuye al bienestar de la poblaci¨®n se equivocan: las teor¨ªas que legitiman la corrupci¨®n afirmando que es el aceite que engrasa el motor del crecimiento econ¨®mico ya est¨¢n, felizmente, desacreditadas. Pero este asunto de los costos econ¨®micos es tal vez el menos importante. Mucho m¨¢s significativo es que hemos firmado, consciente o inconscientemente, un pacto diab¨®lico que refrenda nuestra abdicaci¨®n de la responsabilidad y moral ciudadana. Bienvenido al imperio de la mediocridad que aludi¨® Arist¨®teles. O peor, al principio de la descomposici¨®n social como lo advirti¨® Rousseau.
No obstante todo lo publicado por los medios, vive la sospecha que es mucho, mucho m¨¢s grave lo que no sale a la luz. Siguiendo la advertencia de Rousseau, es pertinente preguntar por ejemplo por qu¨¦ pocos se atreven a discutir abiertamente la muy posible creciente infiltraci¨®n del narcotr¨¢fico en algunas agencias del estado ¨C (?al¨® M¨¦xico?). ?Ser¨¢ porque es doloroso comprobar que el riesgo de detecci¨®n de la felon¨ªa es bajo y el riesgo de su fuerte castigo m¨¢s bajo a¨²n?
El trasfondo del problema es por supuesto la end¨¦mica debilidad institucional del pa¨ªs. La soluci¨®n pasa entonces por el fortalecimiento de las instituciones tutelares del estado, por la aplicaci¨®n de sanciones fuertes e inobjetables a fin de desterrar toda semblanza de impunidad. Sin embargo, su viabilidad inmediata debe cuestionarse en un medio donde su clase pol¨ªtica no tiene vocaci¨®n de servicio y las acciones ejemplares sorprenden por lo raras que son. Es cierto que Per¨² investig¨® y proces¨® de modo admirable a un ex presidente y su gavilla, pero m¨¢s tambi¨¦n, qu¨¦ desgracia, porque mostramos que lo que hicimos o no hicimos despu¨¦s fue, de cierto modo, peor. Me refiero a que los dos gobiernos que sucedieron a la dictadura de Alberto Fujimori se desentendieron de los cuadros institucionales que hicieron posible el combate a la corrupci¨®n, les apagaron la luz, los sepultaron en vida. ?Sorprende entonces que sus dos presidentes, supuestos paladines de la democracia, han sido investigados por presunto cohecho?
El tiempo dir¨¢ si la disposici¨®n de la c¨²pula empresarial para abordar el flagelo de la corrupci¨®n tendr¨¢ resultados positivos y concretos
Con todo, las buenas noticias hoy provienen de los empresarios. Durante su pr¨®xima conferencia anual, los gremios empresariales m¨¢s importantes del pa¨ªs han decidido incorporar en el temario la discusi¨®n sobre la corrupci¨®n. Si esta decisi¨®n la explica meramente el inter¨¦s propio, vale decir, si se deriva del darse cuenta, por fin, que la corrupci¨®n aumenta los costos de hacer negocios y amenaza al clima de inversi¨®n, no importa. Lo que realmente importa es que el asunto constituye un hecho in¨¦dito que podr¨ªa, ojal¨¢, marcar un ¡°ahora¡± muy distinto, claramente desmarcado y distante de ese ¡°antes¡± que nunca fue edificante. Nunca lo fue porque hist¨®ricamente el fortalecimiento de las instituciones p¨²blicas siempre le fue ajeno al gran empresario peruano.
Por el contrario, hasta se podr¨ªa arg¨¹ir que su debilidad le convino, que se aprovech¨® de ella para procurarse de enormes rentas mal habidas que repartieron con los gobernantes de turno. Importa entonces, y mucho, que asome un empresario peruano inteligente que hoy reconoce, al menos impl¨ªcitamente, que es imperativo emprender las reformas institucionales para combatir la corrupci¨®n. ?Ejerce ya este empresario visionario influencia decisiva sobre sus pares?
El tiempo dir¨¢ si la disposici¨®n de la c¨²pula empresarial para abordar el flagelo de la corrupci¨®n tendr¨¢ resultados positivos y concretos, en vez de meras declaraciones. Los participantes de mi curso alg¨²n d¨ªa formar¨¢n parte de la c¨²pula, pero hoy ya saben, y muy bien, que una buena econom¨ªa no puede convivir con una d¨¦bil institucionalidad. Intuyen que la corrupci¨®n expresada en todas sus modalidades, incluido el plato del d¨ªa -- la captura oculta de las agencias del estado por partes interesadas -- es el tumor carcin¨®geno que corroe el tejido social del pa¨ªs. Sin embargo, guardan cautela frente al impacto extraordinariamente positivo que podr¨ªa tener la conferencia de sus gremios, se resisten a dejarse llevar por el optimismo, aflora el recelo con m¨¢s naturalidad.
No puede ser de otra manera: una larga historia de l¨ªderes de todo ¨¢mbito proclives a la falsa promesa, mezquindad, codicia y deshonestidad, nos han hecho un pa¨ªs de gentes desconfiadas. No me cabe sino recordarles que de ellos y todos nosotros depende que se empiece a escribir una historia diferente.
Jorge L. Daly ejerce c¨¢tedra en la Universidad Centrum ¨C Cat¨®lica de Lima.
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