El presidente liberado
Al regular la inmigraci¨®n de forma unilateral, Obama pone a prueba los l¨ªmites del poder ejecutivo y demuestra que todav¨ªa quiere transformar Estados Unidos
"?Para qu¨¦ demonios sirve la presidencia?"
La frase la pronunci¨® el presidente Lyndon B. Johnson el 26 de noviembre de 1963, mientras preparaba su primer discurso al Congreso, cuatro d¨ªas despu¨¦s del asesinato de John F. Kennedy. Pero la habr¨ªa podido pronunciar Barack Obama, dem¨®crata con Johnson, en v¨ªsperas del anuncio, en la noche del jueves, de un plan para sacar de la penumbra legal a millones de inmigrantes sin papeles.
Johnson respond¨ªa a sus asesores, que le aconsejaban prudencia a la hora de reclamar al Congreso --y en particular a los legisladores sure?os partidarios de la segregaci¨®n racial-- una ley de derechos civiles. No hay que perder el tiempo en causas perdidas, aunque sean causas justas, le dijo un consejero a altas horas de la madrugada, mientras acababan de pulir el discurso antes de dirigirse a un Capitolio de luto y expectante ante el nuevo presidente.
"Entonces, ?para qu¨¦ demonios sirve la presidencia?", replic¨® Johnson al consejero dubitativo. La escena la relata el historiador Robert Caro en The passage of power, el ¨²ltimo volumen publicado de su momumental biograf¨ªa de Johnson (ha escrito cuatro y por lo menos queda uno m¨¢s).
Obama no es Johnson. Ni sus ¨¦xitos ni sus errores son tan colosales como los de su antecesor dem¨®crata. Ni tiene un Vietnam ni ha acabado con siglos de discriminaci¨®n legal. Pero es posible que en los ¨²ltimos meses tambi¨¦n se haya hecho la pregunta.
?Para qu¨¦ demonios sirve la presidencia?
Obama era el presidente dubitativo. El que amenazaba con bombardear pa¨ªses y daba marcha atr¨¢s. El que aplazaba las decisiones una y otra vez. El presidente aislado y d¨¦bil: sin apoyos suficientes en el Congreso para que sus iniciativas prosperasen e incapaz de imponer su autoridad en una ciudad, Washington, atenazada por la polarizaci¨®n. El l¨ªder que hace seis a?os ilusion¨® a su pa¨ªs y al mundo pero que, por el camino, perdi¨® el magnetismo y el aura de visionario. El pato cojo, t¨¦rmino que, en la jerga de la pol¨ªtica norteamericana, define al presidente en la ¨²ltima fase de su mandato, despojado de toda capacidad para persuadir e intimidar a aliados y rivales.
La derrota de su partido, el dem¨®crata, en las elecciones legislativas del 4 de noviembre, dej¨® a Obama m¨¢s solo, enfrentado a un Congreso bajo dominio absoluto del Partido Republicano. Estados Unidos hab¨ªa pasado p¨¢gina: a falta de poco m¨¢s de dos a?os para que abandone la Casa Blanca, Obama hab¨ªa dejado de contar. El futuro era de la dem¨®crata Hillary Clinton, o de los republicanos Rand Paul, Marco Rubio o Jeb Bush. La lista de presidenciables en las elecciones de 2016 es larga.
?Para qu¨¦ sirve un presidente?
Obama no se resigna a que su presidencia ya no sirva para nada. Las medidas que anunci¨® en la Casa Blanca son un gesto pol¨ªtico fuerte. Un aqu¨ª mando yo. Una se?al de que, de ahora al 2017, cuando concluya su segundo y ¨²ltimo mandato, piensa seguir gobernando. De que no se conforma con que su legado sea s¨®lo una serie de guerras mal terminadas, una angustia difusa sobre el declive de la superpotencia, una recuperaci¨®n econ¨®mica que la mayor¨ªa de trabajadores no ha notado, una reforma sanitaria que divide al pa¨ªs y la muerte de Osama bin Laden.
?Para qu¨¦ demonios sirve un presidente?
La Constituci¨®n deja un margen amplio para interpretarlo. El debate, en las pr¨®ximas semanas y meses, ser¨¢ un debate sobre los l¨ªmites constitucionales al poder del presidente.
S¨ª, Estados Unidos, como record¨® Obama en el discurso a la naci¨®n, es un pa¨ªs de inmigrantes: "Todos fuimos extranjeros una vez", dijo.
Pero tambi¨¦n es un pa¨ªs fundado en la separaci¨®n de poderes y el repudio a las monarqu¨ªas absolutas europeas del siglo XVIII: a los norteamericanos les gustan los presidentes fuertes, pero no demasiado fuertes. "El presidente¡±, observ¨® en los a?os treinta del siglo XIX el arist¨®crata franc¨¦s Alexis de Tocqueville, ¡°se sit¨²a al lado de la legislatura, como un poder inferior y dependiente". Jam¨¢s superior.
El plan de Obama puede ser un acto de arrogancia pol¨ªtica, la hybris de los griegos que sobrevaloraban sus propios poderes y mor¨ªan quemados por el sol. La reforma sanitaria, que el Congreso adopt¨® en 2010 pero sigue cuestionada en los tribunales y en el propio Congreso, es una lecci¨®n de qu¨¦ puede ocurrir con una reforma ambiciosa pero que polariza a la clase pol¨ªtica y a los votantes.
Pero las medidas tambi¨¦n puede ser una trampa diab¨®lica para los republicanos. Hoy se dibujan los contornos de la campa?a presidencial de 2016, y no es dif¨ªcil de imaginar un eslogan para la dem¨®crata Hillary Clinton: "Si votan a mi rival republicano, cinco millones de personas podr¨¢n ser deportadas".
?Para qu¨¦ sirve un presidente?
Johnson desoy¨® el consejo del asesor que le recomendaba evitar hablar de los derechos civiles en su primer discurso a un Congreso traumatizado por la muerte de Kennedy. Habl¨® de derechos civiles y acab¨® firmando leyes que transformaron Estados Unidos, como la que cre¨® una cobertura sanitaria p¨²blica para los mayores de 65 a?os y las personas con menos ingresos, la que acab¨® con el sistema discriminatorio de cuotas para inmigrantes o la que puso fin a la segregaci¨®n legal. "Ya hemos hablado bastante en este pa¨ªs de derechos iguales. Hemos hablado durante cien a?os o m¨¢s. Es hora de escribir un nuevo cap¨ªtulo y de escribirlo en los libros de la ley¡±, dijo.
Johnson, un maestro en el arte de persuadir e intimidar a los legisladores, actu¨® con el Congreso y Obama act¨²a a golpe de decreto, sin el poder legislativo. Pero el 20 de noviembre de 2014 empieza otro cap¨ªtulo en la presidencia de Obama y, quiz¨¢, en la historia de los inmigrantes en Estados Unidos.
Obama, como a mayor escala hizo Johnson con los derechos civiles, ampl¨ªa los horizontes de lo que significa ser ciudadano en Estados Unidos. Los cerca de cinco millones de beneficiarios del plan de Obama no podr¨¢n acceder a la ciudadan¨ªa, el pr¨®ximo presidente podr¨¢ quitarles las ventajas adquiridas y estas tienen, en principio, una vigencia de tres a?os. Pero al levantarse la amenaza de la deportaci¨®n y acceder a permisos de trabajo vivir¨¢n m¨¢s integrados en esta sociedad.
Dormir¨¢n m¨¢s tranquilos.
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