Normalizar lo anormal
Obama deja la causa de la oposici¨®n cubana en una especie de limbo
El cambio, aun rumoreado desde hace meses, ha tomado por sorpresa al exilio. La "normalizaci¨®n de relaciones" es el viraje m¨¢s significativo en las relaciones entre Cuba y EE?UU desde 1961, pero en Miami tiene el sabor amargo de un gran fiasco. Uno m¨¢s, despu¨¦s del caso Eli¨¢n, que marc¨® el comienzo de la incomunicaci¨®n entre el exilio hist¨®rico cubano y la Administraci¨®n dem¨®crata.
Pese a la multitud de encuestas, perfiles demogr¨¢ficos y opiniones interesadas, la realidad es que todos los congresistas cubanoamericanos que abogan por una l¨ªnea dura hacia el castrismo han sido reelectos por sus votantes, una y otra vez. Hace apenas dos semanas, en el almuerzo del U.S.-Cuba Democracy PAC, el ahora candidato republicano a la presidencia y exgobernador de Florida, Jeb Bush, defendi¨® la vigencia del embargo, y el senador dem¨®crata Bob Men¨¦ndez explic¨®, en v¨ªdeo y con algo m¨¢s de pericia ret¨®rica, la necesidad de no pactar con el r¨¦gimen cubano. Vanos fuegos artificiales: ya el pacto estaba en marcha en alguna de las catacumbas del Vaticano.
Con este giro de tim¨®n, Obama deja la causa de la oposici¨®n cubana en una especie de limbo. Ha hablado, s¨ª, de derechos humanos y democracia, pero la realidad es que su "normalizaci¨®n", explicada como reconocimiento de un fracaso, representa un espaldarazo al raulismo y su pol¨ªtica de una transici¨®n controlada sin derechos pol¨ªticos.
Todo el mundo se alegra de que Alan Gross haya sido liberado, pero el precio ha resultado alt¨ªsimo: pese a los devaneos formales, es obvio que Obama ha faltado a su palabra de no equiparar a convictos de espionaje con un contratista que buscaba el acceso de los cubanos a Internet; ha ignorado, tambi¨¦n, el reciente caso de armas cubanas entregadas de contrabando a Corea del Norte, para iniciar de un plumazo el proceso que sacar¨¢ a Cuba de la lista de pa¨ªses patrocinadores del terrorismo. En resumen, se ha cedido a un chantaje, y el ganador es Ra¨²l Castro, cuya operaci¨®n propagand¨ªstica para vender sus reformas parece estar dando m¨¢s resultados fuera de Cuba que dentro, donde sigue reprimiendo a opositores, censurando cr¨ªticas internas e ignorando los pedidos para ratificar los Pactos de Derechos de la ONU.
Para esta Administraci¨®n dem¨®crata, y al parecer, para la siguiente, la soluci¨®n al problema cubano es la apertura al d¨®lar, codiciada presa del entramado econ¨®mico-militar del Ej¨¦rcito, que a¨²n acapara las mejores partes del incipiente pastel neocapitalista.
Falta ver qu¨¦ pasar¨¢ en el Congreso. En el escenario actual, es inconcebible que all¨ª den el visto bueno a un embajador castrista o decidan eliminar el embargo ¡ªaun si ya parece una simple formalidad¡ª. Pero los votantes de la Florida no olvidar¨¢n la afrenta, la verg¨¹enza de saber que, mientras so?aban con un nuevo pa¨ªs realmente democr¨¢tico, y en vida del dictador m¨¢s longevo del continente, un presidente de EE UU y el heredero del r¨¦gimen castrista resolv¨ªan, con 45 minutos de conversaci¨®n telef¨®nica, ignorar cinco decenios de Gobierno autoritario y normalizar lo anormal.
Ernesto Hern¨¢ndez Busto es ensayista. Edita el blog de asuntos cubanos PenultimosDias.com.
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