Dos historias, un pa¨ªs, Colombia
A veces la historia de un pa¨ªs se escribe m¨¢s fiel a la verdad y m¨¢s dolorosamente desde la historia de las vidas de la gente buena
A veces la historia de un pa¨ªs se escribe m¨¢s fiel a la verdad y m¨¢s dolorosamente desde la historia de las vidas de la gente buena, de los valientes como Antonio Navarro Wolf y Martha D¨ªaz.
¡°Hicimos la paz para que los padres no siguieran enterrando a sus hijos y no pude evitar que me pasara. Estoy aplastado¡±. Eso escribi¨® en un trino el senador Antonio Navarro Wolf ante la muerte de su hijo Gabriel, de tan solo 19 a?os.
Este hombre es quiz¨¢ el pol¨ªtico de la izquierda con m¨¢s reconocimientos en Colombia. Ha sido alcalde, gobernador, constituyente, representante a la C¨¢mara, candidato presidencial y ahora senador. Antonio fue guerrillero. Hab¨ªa estudiado ingenier¨ªa sanitaria pero decidi¨® ingresar a la guerrilla del M-19 en los a?os 70. Esa misma guerrilla que se tom¨® el Palacio de Justicia en 1985 durante el Gobierno de Belisario Betancur, episodio que marc¨® la historia colombiana cuando en la retoma por parte de las Fuerzas Militares murieron un centenar de personas y desaparecieron a 13. Tambi¨¦n responsable del secuestro de ?lvaro G¨®mez, del robo de armas en un cant¨®n de Bogot¨¢ y del asesinato de un l¨ªder sindical, entre otros.
Navarro, hombre duro, callado, fue quien adquiri¨® la relevancia en Colombia por haberle apostado a la paz"
Ya para entonces Antonio ten¨ªa una pata de palo. Una granada le hab¨ªa estallado a pocos cent¨ªmetros de su pie izquierdo. Se lo amputaron y le pusieron una pr¨®tesis en Cuba, como a todos los guerrilleros de este continente. Una de las cientos de esquirlas le afect¨® el nervio hipogloso dej¨¢ndolo con su particular hablar con la legua pegada o a media lengua. Previamente Navarro hab¨ªa sido torturado en el gobierno de Turbay Ayala, en 1980, en las caballerizas de una guarnici¨®n militar. Fue sometido a golpes en los test¨ªculos, inmovilizado con sogas. Estuvo preso por el delito de rebeli¨®n.
Navarro fue un hombre definitivo para mantener la paz que firm¨® el Gobierno del presidente Virgilio Barco en 1990 con la guerrilla del M-19 luego de que la mafia criminal de Pablo Escobar asesinara en un vuelo de Avianca a Carlos Pizarro, su m¨¢ximo l¨ªder y quien para entonces era candidato presidencial. Hombre duro, callado, fue quien adquiri¨® la relevancia en Colombia por haberle apostado a la paz y a honrar los acuerdos. Porque Antonio Navarro es un hombre de honor.
Lo ha demostrado siempre. Incluso cuando renunci¨® como secretario de Gobierno de la Alcald¨ªa ineficiente de su otrora compa?ero en armas, Gustavo Petro, sin complacer el apetito de todos los que esperaban que saliera a destruir la imagen del alcalde. Prefiri¨® hacer cr¨ªticas constructivas y argumentar razones personales, que en efecto ten¨ªa. Se lanz¨® luego al Congreso y sali¨® elegido senador.
En el parlamento ha tenido que enfrentar debates que le llegan al alma, sobre todo aquellos en los que muchas veces en nombre de las libertades gritamos en favor de la legalizaci¨®n de las drogas sin conocer las consecuencias o cuando en memoria de los seres queridos que viven el infierno del vicio, nos declaramos en contra, tambi¨¦n desconoci¨¦ndolo todo sobre esa guerra que nos ha superado a todos.
Por estos d¨ªas, Navarro manejaba un taxi, de 4 de la ma?ana a 4 de la tarde, mientras empezaban las sesiones parlamentarias en abril, para conocer la realidad laboral de ese oficio. Ese d¨ªa la placa del taxi ten¨ªa restricci¨®n. Pasado el medio d¨ªa le avisaron que su hijo se hab¨ªa suicidado. El pa¨ªs se volc¨® a rodearlo porque Antonio supo anteponer la democracia, dejar las armas, no hacer oposici¨®n mezquina y respetar las opiniones contrarias. Pero esas armas que marcaron su vida, que han dejado su huella en la de millones de colombianos, cegaron la de uno de sus hijos y hoy se consume en el dolor con Marcela y su otro hijo Alejandro, tratando de responder preguntas sin respuestas, cuando algo as¨ª pasa en la vida.
Un juzgado le orden¨® al Ej¨¦rcito colombiano pedir perd¨®n a la familia de Martha D¨ªaz "
¡°Si no hay verdad, no hay perd¨®n, ni verdadera reconciliaci¨®n con el Ej¨¦rcito. A mi hijo Douglas lo enterr¨¦ ayer cuando limpiaron su nombre¡±. La frase es de Martha D¨ªaz, una madre que rechaz¨® esta semana el perd¨®n de los militares por el asesinato de su hijo Douglas Tavera, desaparecido el 28 de marzo de 2006.
Martha es una mujer de 55 a?os de clase media. De joven trabaj¨® como comerciante. Ten¨ªa dos locales. Uno de venta de productos para mascotas y una miscel¨¢nea. Su meta era retirarse a los 50 a?os para vivir feliz con sus dos hijos. Pero 8 a?os antes, le desparecieron a Douglas.
Martha D¨ªaz habla sin miedo aunque se le quiebre la voz. Un juzgado le orden¨® al Ej¨¦rcito colombiano pedir perd¨®n a su familia, pero cuando el general Carlos Moreno Ojeda, comandante de brigada present¨® las disculpas, la madre no las acept¨® porque el oficial le dijo que estaba all¨ª por una orden judicial. Martha D¨ªaz hab¨ªa llegado con una figura de su hijo tallada en madera para protegerse los ojos y no mirar de frente a quienes considera los victimarios pues para ella sin verdad no hay reconciliaci¨®n.
¡°No acept¨¦ el perd¨®n porque no ha habido verdad verdadera. No han implicado a Uribe como presidente y a Santos, como su ministro, no han querido reconocer que fueron falsos positivos ni que tampoco eran manzanas podridas los que causaron el asesinato, que era una pol¨ªtica de Estado¡±.
Gran lecci¨®n en momentos en que Colombia negocia con las FARC un proceso de paz donde uno de los puntos que a¨²n falta por acordar es el de las v¨ªctimas.
Douglas era un joven de 27 a?os, adicto a las drogas desde los 14 a?os. Pero no era guerrillero. Frecuentaba un parque de la ciudad norte?a de Barranquilla, de donde se lo llevaron para hacerlo aparecer dos a?os despu¨¦s como guerrillero de las FARC muerto en combate. Apareci¨® enterrado en un cementerio, en una pila de N.N., en una especie de fosa de criminales. Incluso el cuerpo que le entregaron a Martha en un principio no era el de su hijo. Hasta que logr¨® por una prueba de ADN demostrar que no era ese sino otro en la misma pila.
La verdadera sepultura de Douglas ocurri¨® hace un par de d¨ªas. Ahora Martha dirige la Fundaci¨®n Familias Unidas por un solo dolor. Son 68 historias iguales a las de ella.
*Diana Calder¨®n es directora de Informativos y de Hora 20 de Caracol Radio Colombia
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