Deb¨¢ltsevo, la Grozni de Ucrania
La estrat¨¦gica ciudad del este del pa¨ªs, reconquistada por los prorrusos, intenta recobrar el pulso tras un asedio devastador
En el centro de Deb¨¢ltsevo, decenas de personas rodean una mesa de jard¨ªn, sobre la cual sus tel¨¦fonos m¨®viles son alimentados por una mara?a de cables y enchufes desde un transformador vecino. Con los pies en el fango, los propietarios de los tel¨¦fonos, exhaustos y desali?ados, esperan a completar la recarga para regresar a sus casas sin electricidad, sin agua, sin calefacci¨®n ni cristales y a menudo sin techo.
Esta es la realidad cotidiana de Deb¨¢ltsevo, seg¨²n se apreciaba el viernes en una visita a la localidad ferroviaria que los insurgentes prorrusos acabaron de conquistar el 18 de febrero. En teor¨ªa, desde el 15 estaba vigente el alto el fuego acordado en Minsk (Bielorrusia). Las fuerzas leales a Ucrania dominaron Deb¨¢ltsevo desde la huida de las milicias prorusas en la segunda mitad de julio. Pero los secesionistas culminaron con ¨¦xito el asedio iniciado el 19 de enero y vuelven a controlar el centro ferroviario.
En el cerco de Deb¨¢ltsevo, Ucrania ha sufrido un gran rev¨¦s: 2.971 soldados escaparon; 128 fueron heridos; 107, capturados, 19 desaparecieron y 18 murieron, seg¨²n datos de Kiev del 23 de febrero. ¡°Esto es una verdadera guerra y a¨²n hay cuerpos en los bosques¡±, cuenta V¨ªctor Goncharov, un coronel jubilado que en 1968 particip¨® en la invasi¨®n sovi¨¦tica de Checoslovaquia. ¡°Esto ha sido mucho peor. Me dan pena estos j¨®venes que luchan en uno y otro lado¡±, afirma.
El paisaje en ruinas de Deb¨¢ltsevo recuerda a Grozni en 1996, durante la guerra de Chechenia, y supera a Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, tras la guerra ruso-georgiana de 2008. Edificios desplomados, reventados, acribillados, quemados, hierros retorcidos, cristales hechos a?icos y escombros por doquier. Es muy probable que bajo las ruinas a¨²n haya cad¨¢veres, se?ala un m¨¦dico.
¡°Est¨¢bamos atrapados. Disparaban de todos los lados¡±, afirma Goncharov, que pas¨® un mes en el s¨®tano y, ahora, ayudado por su mujer, parchea lo que queda de su casa. Los Goncharov viven en la calle Kr¨¢snaya y junto con los vecinos, abrieron boquetes entre huerto y huerto para formar un corredor de emergencia. El matrimonio no quiere cobijarse con los hijos residentes en Kiev. ¡°Nos quitar¨ªan lo poco que tenemos aqu¨ª. Robaban los de antes y roban los de ahora¡±, afirma V¨ªctor, mientras en las cercan¨ªas los artificieros hacen explotar las minas abandonadas.
Unos 3.000 soldados de Kiev huyeron de la localidad al final del cerco prorruso
Los insurgentes, que en julio no pudieron retener la ciudad, han vuelto mejor equipados y en una operaci¨®n coordinada entre las rep¨²blicas populares de Donetsk y Lugansk (RPD y RPL), explican unos j¨®venes que dicen haberse escondido mientras el pueblo estuvo bajo la administraci¨®n de Kiev.
En Deb¨¢ltsevo, antes de la guerra, resid¨ªan 25.000 personas, que en su mayor¨ªa fueron evacuadas. Ahora, los habitantes salen de los escondrijos donde se han refugiado y otros regresan poco a poco. ¡°Hacemos visitas a domicilio y todav¨ªa hay gente traumatizada que teme abrirnos¡±, afirma el doctor Maurice Negre, de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF), que lleg¨® con su equipo el 21 de febrero. En la ciudad, calcula, debe de haber unas 5.000 personas y su n¨²mero aumenta.
De Donetsk a Deb¨¢ltsevo hay 75 kil¨®metros, pero, por seguridad, los civiles prefieren una ruta de casi 170. Por el camino, desfila una caravana de veh¨ªculos procedente de la frontera con Rusia, con cerca de 60 camiones marcados con la inscripci¨®n Ayuda Humanitaria de la Federaci¨®n Rusa y 21 cisternas de crudo. En la zona secesionista la gasolina escasea y la que hay sube de precio a ojos vistas.
Las restricciones al transporte desde el territorio controlado por Kiev revalorizan la frontera rusa y la importancia del tren para los insurgentes. En vez de camiones que saltan sobre la carretera deformada por las bombas y cisternas de 20 toneladas de capacidad media, el tren puede traer contenedores de gran capacidad. A unos 10 kil¨®metros de Deb¨¢ltsevo, atravesamos lo que queda de un puente, debajo del cual se extiende la v¨ªa del tren, en parte da?ada. Los insurgentes no han restablecido a¨²n el transporte ferroviario con Rusia.
En los accesos a Deb¨¢ltsevo a¨²n hay huellas de los combates: tanques carbonizados, restos de municiones, ropa militar e incluso un ligero olor a materia org¨¢nica en descomposici¨®n. Ante el local de reparto de ayuda humanitaria los civiles forman una larga cola para recibir comida, agua, pan, prendas de abrigo y otros objetos b¨¢sicos. Se repart¨ªan mantas y velas. Entre las cajas marcadas con las siglas de Unicef y Cruz Roja Internacional deambula una mujer en traje de camuflaje. Dice llamarse Zhana y haber venido desde Kiev a luchar del lado de los insurgentes. ¡°Mi hijo que es estudiante cree que estoy aqu¨ª de enfermera¡±, afirma, mientras recoge comida para sus soldados ¡°en primera l¨ªnea del frente¡±.
Un grupo de chicos preguntan si es verdad que el jefe del Gobierno ruso, Dmitri Medv¨¦dev, prometi¨® financiar la reconstrucci¨®n de Deb¨¢ltsevo. Los j¨®venes critican a Kiev y a sus representantes y se crispan cuando Tatiana, empleada en una empresa de los ferrocarriles afirma que, con la llegada de los insurgentes, ¡°han desaparecido nuestros ordenadores¡±.
Entre los uniformados que circulan por Deb¨¢ltsevo est¨¢n los cosacos. Uno de ellos, que se presenta como Nikol¨¢i Pashkovski, dice que entre sus misiones est¨¢ el detectar la presencia de ¡°agentes de Ucrania¡± vestidos de paisano.
La cl¨ªnica de Deb¨¢ltsevo tiene los cristales rotos, pero su reconstrucci¨®n ha comenzado. El m¨¦dico jefe Valeri Lutsenko admite que durante estos meses el personal sanitario ayud¨® a dos milicianos heridos a huir a Rusia. Otros dos milicianos fueron detenidos por los ucranios al recibir el alta. Ahora, uno de ellos ha vuelto ¡°vivo, pero con una herida sin cicatrizar¡±. Del otro, no saben nada. ¡°Esto es una guerra civil¡±, dice el doctor.
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