El dividendo de la paz
Los di¨¢logos con la guerrilla han entrado en su fase cr¨ªtica, un acuerdo final detonar¨ªa la econom¨ªa de Colombia
La historia es una cosa que suele suceder en el futuro. En Colombia lo saben bien. Despu¨¦s de medio siglo de guerra, gran parte del pa¨ªs contiene el aliento a la espera de que las negociaciones entre la guerrilla y el Gobierno traigan la paz. La partida es compleja. Su principal patrocinador, el reelecto presidente Juan Manuel Santos ha puesto todo su cr¨¦dito pol¨ªtico en el tablero y ha logrado avances. Pero despu¨¦s de dos a?os, el futuro a¨²n se hace esperar. El di¨¢logo ha entrado en su fase m¨¢s espinosa, y a nadie se la escapa en Colombia que los pr¨®ximos meses ser¨¢n claves para lograr el gran acuerdo que permita a esta naci¨®n de 48 millones de habitantes deshacerse de sus fantasmas y liberar todo su potencial econ¨®mico.
No hay una hoja de ruta f¨¢cil. El propio Santos fue en su momento el ministro de Defensa del presidente ?lvaro Uribe (2002-2010). Como tal, asest¨® los m¨¢s duros golpes a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Y como halc¨®n del uribismo, gan¨® su primer mandato. Pero no se qued¨® ah¨ª, pronto evolucion¨® hacia otras orillas, abri¨® en Cuba el di¨¢logo con sus enemigos y logr¨®, ya como antagonista de su antiguo mentor y ahora furibundo adversario, una segunda legislatura. ¡°Hay un tiempo para la paz, hay un tiempo para la guerra¡±, ha sentenciado Santos.
El viraje no ha sido accidental. Silenciar los fusiles es una vieja aspiraci¨®n colombiana. El actual di¨¢logo de La Habana supone el cuarto intento de poner fin a un enfrentamiento que ha tra¨ªdo consigo m¨¢s de 220.000 muertes, seis millones de desplazados y el colapso de vastos y ricos territorios. Demasiado da?o para que no se perciba el hartazgo en los tambores de guerra. Las FARC, cada vez m¨¢s acorraladas, han dejado de so?ar con vencer al Estado, y el Gobierno es consciente de que, tras medio siglo de combate, Colombia sue?a con respirar tranquilamente. No se trata s¨®lo de un c¨¢lculo militar: en esta b¨²squeda del bienestar, al argumento ¨¦tico y pol¨ªtico, se ha ido sumando cada vez con m¨¢s fuerza el factor econ¨®mico.
Aunque lastrado por un PIB per c¨¢pita de apenas 8.000 d¨®lares, por detr¨¢s de M¨¦xico, Brasil o Argentina, el pa¨ªs se ha convertido en un motor de esperanza regional. Su econom¨ªa, con un aumento medio del 4,5% en los dos ¨²ltimos a?os, figura entre las de mayor pujanza de Am¨¦rica Latina. La inflaci¨®n se mantiene en niveles m¨ªnimos y la inversi¨®n extranjera, un buen term¨®metro de la estabilidad pol¨ªtica, no ha dejado de crecer, a tal punto que el intercambio con la Uni¨®n Europea, seg¨²n el Gobierno, se ha disparado un 25% en un lustro. Frente a la recesi¨®n argentina y el perenne electroshock venezolano, Colombia se ha vuelto un territorio apetecible. Un espacio donde la desaparici¨®n del conflicto armado puede desatar enormes energ¨ªas.
La econom¨ªa colombiana ha registrado un crecimiento de un 4,5% en los dos ¨²ltimos a?os
Contenida la met¨¢stasis del narcotr¨¢fico, los dividendos que generar¨ªa el fin del enfrentamiento constituyen, desde hace meses, uno de los temas favoritos de conversaci¨®n de los economistas. Un estudio de la Universidad de los Andes establece que, si se acabase con el conflicto, el PIB de Colombia avanzar¨ªa en ocho a?os lo que, con la actual situaci¨®n, tardar¨ªa 18. En otras palabras, el pa¨ªs ganar¨ªa de golpe una d¨¦cada de crecimiento.
Otras investigaciones, como la del Centro de Recursos para el An¨¢lisis de Conflictos (Cerac), indican que el adi¨®s a las armas, aparte de aumentar el PIB, tendr¨ªa un efecto en cadena sobre las estructuras productivas, entre ellas, la propiedad de la tierra, con la recuperaci¨®n de 800.000 hect¨¢reas.
¡°Los beneficios de la superaci¨®n del conflicto ya se est¨¢n empezando a percibir. La inversi¨®n extranjera est¨¢ aumentando en la miner¨ªa y el sector energ¨¦tico. Y, a medida que retroceda la violencia, crecer¨¢ el consumo, y grandes extensiones del pa¨ªs se abrir¨¢n al uso productivo, es decir, al turismo o la agricultura, sin necesidad de mucho gasto¡±, explica Jorge Restrepo, profesor de Econom¨ªa de la Universidad Javierana y director del Cerac.
¡°La violencia ha alejado la inversi¨®n, desplazado mano de obra y concentrado la propiedad de la tierra en unos pocos inversionistas que la usan como lotes de engorde. Los desplazados han creado franjas de miseria en las ciudades a las que no llegan los m¨ªnimos servicios p¨²blicos¡±, comenta el director general del diario econ¨®mico La Rep¨²blica, Fernando Quijano: ¡°De cerrarse un acuerdo duradero con las FARC, el sector m¨¢s beneficiado ser¨ªa el agroindustrial, aumentar¨ªan las inversiones en cultivos, industria y explotaci¨®n pecuaria; pero el avance palpable no se dar¨ªa antes de cinco a?os¡±.
Un estudio de la Universidad de los Andes establece que, si se acabase con el conflicto, el PIB de Colombia avanzar¨ªa en ocho a?os lo que, con la actual situaci¨®n, tardar¨ªa 18
Para el Gobierno, la paz tiene cifra: equivaldr¨ªa a un crecimiento a?adido de uno a dos puntos del PIB. Una aut¨¦ntica inyecci¨®n de adrenalina para una econom¨ªa cuya capacidad, aunque tocada por la crisis del crudo, seguir¨¢ aumentando este a?o entre el 3,5% y el 4%; m¨¢s del doble de la media prevista para Am¨¦rica Latina. En este contexto, los costes que puede acarrear el proceso tampoco intimidan a Colombia. ¡°No es exagerado decir que parte de la paz se pagar¨¢ sola, con el mismo dividendo que arrojar¨¢ el fin del conflicto¡±, afirma el ministro de Hacienda, Mauricio C¨¢rdenas.
Este margen de maniobra viene sostenido, seg¨²n los analistas del Banco Mundial y del FMI, por la constante reducci¨®n de la deuda p¨²blica y su buena salud monetaria.¡°Tienen espacio para manejar los riesgos. Si se logra el fin del conflicto aumentar¨¢ la generaci¨®n de empleo y se reducir¨¢ la tasa de pobreza. Van a necesitar invertir en el mundo rural, pero eso revertir¨¢ en un mayor crecimiento. La paz, a largo plazo, ser¨¢ muy productiva¡±, dice el gerente del Banco Mundial en Colombia, Issam Abousleiman.
El le¨®n colombiano, pese a sus problemas estructurales de pobreza y desigualdad, est¨¢ dispuesto a dar el salto. Desde el Gobierno se espera que este a?o sea el que marque la divisoria. Tras medio siglo de violencia, el potencial econ¨®mico de la paz funciona como un acicate de ese objetivo, pero los peligros que acechan en el umbral son numerosos. El di¨¢logo ha alcanzado la zona m¨¦dular. El desarme, la desmovilizaci¨®n y la reintegraci¨®n, as¨ª como la reparaci¨®n de las v¨ªctimas y la denominada justicia transicional (es decir, qu¨¦ futuro penal aguarda a los guerrilleros) forman cada uno por s¨ª mismos laberintos de enorme complejidad. El riesgo de punto muerto est¨¢ latente, y a nadie se le escapa que un sector de la sociedad colombiana, azuzado por el implacable uribismo, es a¨²n contrario al pacto.
¡°No se puede terminar simplemente en un acuerdo pol¨ªtico donde cada quien se va para casa y no pasa nada. ?Cu¨¢l va a ser la diferencia esta vez? Tiene que haber una disposici¨®n de todos a reconocer la responsabilidad que les cabe, que nos cabe por el conflicto, una disposici¨®n a rendir cuentas. Hemos llegado al punto cr¨ªtico del proceso¡±, ha dicho el Alto Comisionado para la Paz, Sergio Caramillo Caro.
La presi¨®n es fuerte. Nunca ha desaparecido el temor a un gran atentado y el espectro de d¨¦cadas de guerra, con su secuela de brutalidad por ambos lados, forma parte del paisaje negociador. Pese a ello, los observadores m¨¢s agudos reconocen que jam¨¢s se hab¨ªa llegado tan lejos, tanto que una marcha atr¨¢s, un retorno a la ¨¦poca del plomo, es pr¨¢cticamente imposible. ¡°Incluso si fracasan las negociaciones, las FARC no volver¨¢n a ser lo que eran. Estamos ante un cierre progresivo de la violencia guerrillera, ante una noci¨®n de paz m¨ªnima, negativa, pero efectiva¡±, sostiene el profesor Restrepo.
El proceso, en este horizonte, adquiere un nuevo valor. No se trata s¨®lo de que se superen los escollos de la justicia transicional y la reparaci¨®n de las v¨ªctimas. A¨²n en el caso de que las negociaciones se prolonguen m¨¢s all¨¢ de 2015, el simple descenso de la violencia, el alejamiento de la barbarie, bastar¨¢, seg¨²n los expertos, para detonar la econom¨ªa y afianzar sus frutos. En el tablero ya est¨¢n puestas todas las fichas. En manos de las FARC queda elegir entre el pragmatismo o la locura; en las de Santos persuadirles y lograr que, despu¨¦s de tanto pasado violento, el futuro se haga presente.
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