Ms. Lewinsky
Consigui¨® demostrar que ya no es la ni?a tonta que se dej¨® enamorar por su jefe cuando contaba con 22 a?os de edad
En junio de 2014 Ms. Monica Lewinsky public¨® un buen art¨ªculo, bien pensado y bien escrito, en la revista Vanity Fair donde romp¨ªa poco m¨¢s de una d¨¦cada de silencio con el inevitable t¨ªtulo Verg¨¹enza y Sobrevivencia, y pocos meses despu¨¦s acept¨® hablar delante de un auditorio para la grabaci¨®n de una TEDtalk, con sus inamovibles quince minutos m¨¢ximos de tiempo para intentar expresar una tesis que tuviera luz y sentido en torno a ambas palabras. En ambos casos, Ms. Lewinsky consigui¨® si no convencer a todos los lectores y espectadores sobre el nuevo rumbo que ha cobrado su serenidad ejemplar, por lo menos s¨ª conseguir la noci¨®n un¨¢nime de que ya no es la ni?a tonta que se dej¨® enamorar por su jefe cuando contaba con 22 a?os de edad y cultiv¨® la loca ilusi¨®n de que ese amor era tan palpable como un vestido azul.
Ya era hora de que Ms. Lewinsky encarara a una inmensa mayor¨ªa medi¨¢tica que convirti¨® a su apellido en sin¨®nimo de meretriz y que alertara a todos sobre la lenta fermentaci¨®n de eso que ella misma llama "cultura de la verg¨¹enza" en un mundo que ¡ªtan s¨®lo durante la pasada d¨¦cada¡ª ha amplificado sus ponderaciones a partir de la ignorancia, basando juicios un¨¢nimes en memes y en el contagio instant¨¢neo de corazonadas (que no razones o ideas ponderadas) para evaluar, condenar o celebrar biograf¨ªas desconocidas, vidas ¨ªntimas que dejan de ser privadas en cuanto alguien sube la selfie del instante o bien libros o bibliograf¨ªas enteras que no necesariamente son le¨ªdas.
En el siglo XVIII asignarle Ms. a una mujer equival¨ªa a considerarla "Mistress", cuando la palabra a¨²n no adquir¨ªa la connotaci¨®n de "Amante"
Hace dos o tres siglos la abreviatura Ms. se adopt¨® en la lengua inglesa como t¨¦rmino medio entre el estatus Miss de las mujeres solteras (y por ende, presumiblemente v¨ªrgenes) y el Mrs. de las se?oras casadas. En la Inglaterra y Nueva Inglaterra del siglo XVIII asignarle Ms. a una mujer equival¨ªa a considerarla "Mistress", cuando la palabra a¨²n no adquir¨ªa la connotaci¨®n de "Amante" que luego obtuvo y que provoc¨® que durante no pocas generaciones todas las mujeres de habla inglesa se dividieran entre solteras o casadas, nada m¨¢s. A mi generaci¨®n nos toc¨® vivir hace cuatro d¨¦cadas una infancia psicod¨¦lica donde el movimiento de liberaci¨®n femenina ¡ªque prendi¨® primeramente en el mundo anglosaj¨®n con la quema de brasieres y justificados logros ins¨®litos que iban m¨¢s all¨¢ de la obtenci¨®n del voto femenino conquistado en tiempos en sepia de las abuelas inglesas y todo ello, luego se globalizar¨ªa por goteo lento pero seguro en los pantalones acampanados de Marisol y Ang¨¦lica Mar¨ªa con lo que el mundo hispanoamericano tambi¨¦n se un¨ªa a la Women's Lib. Es entonces cuando en los Estados Unidos renacer¨ªa el Ms. como abierta se?al de que toda mujer no tendr¨ªa por qu¨¦ anunciar en tarjetas de presentaci¨®n si era o no casada, obviando por caducidad la alusi¨®n a las "amantes".
Como bien afirma Ms. Lewinsky al romper una d¨¦cada de silencio y psicoterapia (durante la cual intent¨® vender una marca de bolsos y anunciar dietas, para luego resignarse al ostracismo que ahora ha roto) el t¨¦rmino apuntala hoy en d¨ªa su liberaci¨®n de una pesadilla que en realidad no se le desea a nadie. Ms. Lewinsky tiene ahora una voz mas que autorizada en intentar abogar a favor de todos y tantos hombres y mujeres al filo impredecible del escarnio medi¨¢tico; ella se ha propuesto crear conciencia sobre el abultamiento de ira, aut¨¦ntico gamberrismo montonero que ahora llaman "Bullying", particularmente en el inclemente ciberespacio donde basta que alguien filme una escena de pocos segundos ¡ªas¨ª se trate de la intimidad supuestamente cobijada por persianas ligeramente entreabiertas¡ªpara que toda una jaur¨ªa de ¨¢vidos mirones se apunten al apedreamiento. Con lucidez y sin recursos lacrim¨®genos, Ms. Lewinsky busca sembrar la posible recuperaci¨®n de eso que se llamaba "compasi¨®n" en una era donde se ha demarcado cruelmente la diferencia entre quienes alzan la voz con la intenci¨®n de informar o expresar una idea y aquellos que vociferan para s¨®lo llamar la atenci¨®n. Entre la intenci¨®n y la atenci¨®n se definen ahora ¡ªen 140 caracteres o en fotograf¨ªas del muro¡ª las malas intenciones de cualquier an¨®nimo o la mucha atenci¨®n que se les presta a los imb¨¦ciles y Ms. Lewinsky est¨¢ ahora en el escenario no s¨®lo para desmitificar su injusto rol de amante enga?ada o joven equivocada, sino tambi¨¦n para quiz¨¢ recordarnos esa vieja perogrullada de que una cosa es una cosa... y otra cosa, pues es otra cosa:
Una cosa es que una ni?a ingenua de familia acomodada consiga trabajar en la Casa Blanca de Washington y caiga en la ilusi¨®n hipn¨®tica de que el hombre m¨¢s poderoso del planeta realmente siente Amor con may¨²sculas por su becaria (aunque sus relaciones sean literalmente pura oralidad) y otra cosa es que una supuesta amiga de la joven graba conversaciones telef¨®nicas donde la becaria se desahoga a deshoras y todo el rollo se convierte en un rollazo medi¨¢tico antes que judicial.. y adem¨¢s, el mundo entero se entera de la boina, las manchas en el vestido azul y el horario exacto de por lo menos un encuentro sexual (donde por cierto, afuera de la Oficina Oval esperaba el entonces Presidente de M¨¦xico estrechar la mano del carism¨¢tico Bill Clinton).
Ms. Lewinsky tiene ahora una voz m¨¢s que autorizada en intentar abogar a favor de todos los que est¨¢n al filo del escarnio medi¨¢tico
Una cosa es que el esc¨¢ndalo se convirti¨® en un apasionado Watergate que llev¨® al Congreso de los Estados Unidos a reprobar la ¨¦tica y moral del Presidente Clinton, solicitando su inhabilitaci¨®n (luego negada por el Senado) y otra, que el propio Clinton testific¨® con serena calma que "¨¦l jam¨¢s hab¨ªa tenido sexo con esa mujer", aceptando que se trataba de una "relaci¨®n inapropiada"... y otra cosa, que durante los a?os siguientes al esc¨¢ndalo se grabaran m¨¢s de cuarenta canciones en alusi¨®n a Lewinsky y no pocos chistes sobre su descalabro... y una cosa es que Ms. Lewinsky rompa el silencio luego de una d¨¦cada de evidente recuperaci¨®n y otra, muy diferente, el que proliferen plagiarios reincidentes, b¨ªgamos irremediables, rateros confesos impunes, prostitutas incurables o embaucadoras descaradas que quiz¨¢ tambi¨¦n quieran ampararse bajo el capelo de su inocencia privada. Hablo de los dobles mensajes y polifac¨¦ticas moralidades que acostumbran cultivar los profesionales de la pol¨ªtica y de all¨ª que el tema tenga no s¨®lo vigencia intacta sino inter¨¦s inmediato:
Al anunciar la b¨²squeda de la candidatura por el Partido Dem¨®crata a la Presidencia de los Estados Unidos, la ex Primera Dama, ex Senadora de la Rep¨²blica y ex Secretaria de Estado Hillary Clinton asume precisamente no ser la exesposa de Willliam Jefferson Clinton y apuesta por un voto que pondere todo lo positivo que su condici¨®n de "Mrs". implica, tanto como todo lo negativo que servir¨¢ de anzuelo para el juego sucio de sus contrincantes republicanos. La Sra. Clinton se lanza en busca de un campeonato no necesariamente garantizado aunque ella misma declara que toda forma de perd¨®n depende m¨¢s del que perdona que del perdonado, dando por hecho que su vida privada ha cicatrizado superando todos los descalabros o enga?os que se publicitaron en torno a su marido y que la llama doble de su matrimonio de casi media d¨¦cada mantiene intacta la p¨¢tina de cuando ambos eran melenudos y psicod¨¦licos (aunque ambos no aprend¨ªan a¨²n a inhalar hierbas, hoy en d¨ªa legalizadas en un pu?ado de estados de su propio pa¨ªs).
Ya era hora de que Ms. Lewinsky encarara a una inmensa mayor¨ªa y les alertara de eso que ella misma llama "cultura de la verg¨¹enza"
As¨ª como Srta. Lewinsky parece superar d¨ªa con d¨ªa la pesadilla de su burla mundial, as¨ª tambi¨¦n la Sra. Clinton supera d¨ªa con d¨ªa el pret¨¦rito personal sombr¨ªo, pero con la mirada alerta a que su propia intimidad, su palmar¨¦s profesional o sus propuestas de gobierno se ponen en juego en un pa¨ªs (si no es que tambi¨¦n un mundo) donde parece hincharse lo que Robert F. Kennedy llam¨® "la amenaza irracional de la violencia". RFK lo dijo al filo de caer ¨¦l mismo asesinado al finalizar la d¨¦cada ilusionada de los a?os sesentas que inici¨® precisamente con el asesinato de su hermano, JFK y sus palabras ¨Cque ya fueron premonitorias¡ªdeben quiz¨¢ servir ahora para la necesaria reconciliaci¨®n cuando afirmaba que su naci¨®n (si no es que tambi¨¦n el mundo) "se degrada a s¨ª mismo cuando se hacen o¨ªdos sordos ante la burla o las balas, cuando excusamos a todos aquellos que s¨®lo buscan construir sus propias vidas sobre los sue?os destrozados de otros seres humanos" y conclu¨ªa (exhortando a los votantes con los que ¨¦l mismo buscaba la candidatura dem¨®crata que hoy busca conseguir Hillary Clinton) a la recuperaci¨®n de una conciencia de que todos, incluso quienes piensen diferente a uno o quienes tengan otro color de piel o idioma ajeno en la lengua, compartimos un destino com¨²n. S¨®lo as¨ª se superar¨ªa la naci¨®n o el mundo donde ajenos, no pr¨®jimos ni pr¨®ximos, habitan la misma ciudad o planeta sin conformar por ello una comunidad y quiz¨¢ incluso, asumir que toda la verborrea de los chismes o el alud de propagandas pol¨ªticas no deben insuflar la violencia ¨Cverbal o en balas¡ªque s¨®lo genera m¨¢s violencia ¨Cde balas o verbal¡ªy quiz¨¢ incluso mirar al paso de estos a?os que tanto la Ms. como la Mrs. han sabido superar el fantasma particular o el laberinto institucional, pasar p¨¢gina a todo lo bueno y todo lo malo, todo lo privado y todo lo p¨²blico del Mr. del que ambas ¨Cy quiz¨¢ toda mujer¡ªya se han liberado.
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