Cinco viajes nacidos de la guerra
Mohamed, Yassim, Mariem, Aisha y Fatma coinciden en la isla de Kos tras huir del horror
MOHAMED (SIRIA)
¡°No he dejado un pa¨ªs, he dejado un hogar¡±
Mohamed (nombre supuesto), de 21 a?os, estudiaba Arquitectura en Lataquia hasta que los abusos de los shabiha (matones) del r¨¦gimen le alcanzaron. ¡°Te intimidan en la universidad s¨®lo para demostrar qui¨¦n manda. Siria es un pa¨ªs sin ley¡±, explica. Hijo de ingeniera y profesor, clase media-alta, su excelente ingl¨¦s y su indumentaria ¨Cmedio h¨ªpster, barba cuidada, bermudas y chanclas- destacan entre la masa de refugiados que se arremolinan a las puertas de la comisar¨ªa en busca de papeles. ¡°La vida en Lataquia era estable, salvo por los misiles cruzados del Estado Isl¨¢mico y el Frente Al Nusra y los del r¨¦gimen; es imposible saber qui¨¦n dispara. No me iba mal, tengo dinero, mis padres trabajan y mi hermano vive en Alemania. Pero fue la constataci¨®n de que, gane quien gane esta guerra, en Siria no hay futuro. No me ha dolido dejar el pa¨ªs, que ya no existe, sino a mis amigos, a mi familia, mi hogar; a mis abuelos ya no los volver¨¦ a ver. Fue mi madre la que me dijo, ¡®vete, sal de aqu¨ª, esto no es vida¡¯ ¡ Somos s¨®lo los dos hermanos, imagine lo que es esto para una madre¡±.
Mohamed ha o¨ªdo hablar del nuevo sistema de cuotas de la UE, pero tiene claro que su destino es Alemania, con su hermano, ¡°donde intentar¨¦ seguir la carrera y hacer un posgrado¡±, cuenta, antes de desaparecer en una bici alquilada hacia el hotel -40 euros la noche, habitaci¨®n cu¨¢druple con otros compa?eros de traves¨ªa- donde aguarda el salto al continente. Su estela de chico bien deja flotando una frase: ¡°Si yo me siento un ciudadano de segunda, no puedo imaginar c¨®mo estar¨¢n los que han llegado aqu¨ª con lo puesto¡±.
YASSIM SALANGI (AFGANIST?N)
¡°Algunos aqu¨ª parecen enfadados por nuestra presencia¡±
Yassim, de 27 a?os, sali¨® de Afganist¨¢n tras recibir amenazas de muerte ¡°por infiel¡± a consecuencia de su trabajo como traductor para la misi¨®n internacional liderada por la OTAN. Era su primer trabajo, reci¨¦n licenciado, y cre¨ªa que la vida le sonreir¨ªa siempre. ¡°No hac¨ªa caso de las amenazas, me parec¨ªan bravatas, pero un d¨ªa degollaron a un compa?ero, y m¨¢s tarde hirieron gravemente a otro de un disparo. Kabul es grande, pero en mi ciudad, en la provincia de Parwan, todo el mundo sabe que trabajaba para los militares extranjeros y muchos dec¨ªan que no merec¨ªa vivir, por colaborar con infieles¡±. Tras 10 meses de un viaje (Afganist¨¢n, Ir¨¢n, Turqu¨ªa, ¡°muchas veces a pie, bajo la nieve¡±) por el que pag¨® 16.000 d¨®lares, lleg¨® la semana pasada a Kos ¡°en una barca de goma con motor que se hund¨ªa entre las olas¡±. Pag¨® 1.500 euros por la traves¨ªa. Con ¨¦l viaja su hermano peque?o; ambos duermen en el hotel abandonado, pues deben economizar para el largo viaje que tienen por delante, ¡°ojal¨¢ lleguemos a Reino Unido, por el idioma¡±. No conoce el sistema de cuotas de refugiados, pero s¨ª se ha hecho una somera idea de c¨®mo funcionan las cosas en Europa: ¡°Aqu¨ª [en Kos] no hay ayuda, nadie se ocupa de nosotros. La gente en general es amable, pero algunos parecen enfadados por nuestra presencia¡±.
MARIEM, AISHA, FATMA (SIRIA)
¡°S¨¦ qui¨¦nes son los coyotes m¨¢s fiables¡±
La informal red de contactos, ayuda e informaci¨®n que funciona como un salvavidas para los desplazados permite a esta mujer cristiana, de 36 a?os, plantearse el viaje con un cierto alivio. ¡°Espero no tardar dos a?os en llegar al continente, como mi hermano. Ya s¨¦ todo lo que hay que saber de la ruta, casi todos lo sabemos, qui¨¦nes son los coyotes m¨¢s fiables, los turcos, los griegos, los serbios... Mi siguiente etapa, Atenas, ya est¨¢ organizada: unos primos lejanos viven all¨ª con estatus temporal de refugiados, as¨ª que podr¨¦ quedarme con ellos para no gastar mucho dinero, me har¨¢ falta para el viaje m¨¢s largo [un m¨ªnimo de 8.000 euros hasta Hungr¨ªa o Austria, sin contar comida ni alojamiento]. Si todo va bien, podr¨¦ hacer el recorrido con buen tiempo, mi hermano casi se congela este invierno en el trayecto a pie entre Macedonia y Serbia¡±.
Mariem comparte la experiencia con dos sirias coet¨¢neas, musulmanas y, como ella, de clase media; las tres se conocieron en Bodrum (Turqu¨ªa) antes de embarcar hacia Kos. Aisha (nombre supuesto), de Alepo, espera poder reunirse con su marido en Atenas, donde lleva un a?o; ha dejado en Turqu¨ªa a su hijo, de 5 a?os, que aguarda con sus abuelos maternos una futura traves¨ªa. Frente al velo de Aisha, Fatma, damascena, es una moderna con gorra beisbolera y un car¨¢cter muy jovial que s¨®lo se apaga cuando recuerda a sus amigos, enrolados en bandos distintos (el Ej¨¦rcito y los rebeldes) y obligados a matarse entre ellos. ¡°A un amigo m¨ªo, soldado regular se neg¨® a disparar contra otros sirios, le ejecutaron sus propios compa?eros de armas. Tampoco quer¨ªan hacerlo, pero recibieron ¨®rdenes a punta de pistola de sus mandos. Hab¨ªa hablado con ¨¦l dos d¨ªas antes, me explic¨® que no pod¨ªa matar a hermanos... Lo m¨¢s angustiante en Siria era hablar con alguien, un amigo, un familiar, y durante la conversaci¨®n estar pensando que esa podr¨ªa ser la ¨²ltima conversaci¨®n con esa persona¡±.
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