Reduciendo la demanda de ¡°drogas de sangre¡± en las Am¨¦ricas
La demanda insaciable de EE UU y los consumidores ricos es lo que mueve el narcotr¨¢fico
En Washington hubo caras de asombro cuando, hace poco, Colombia anunci¨® la suspensi¨®n de la fumigaci¨®n a¨¦rea. La fumigaci¨®n ha sido durante mucho tiempo una de las armas que utiliza la campa?a de ambos pa¨ªses contra el narcotr¨¢fico, pero es un arma controvertida, y el gobierno de Juan Manuel Santos, uno de los m¨¢s estrechos aliados de Estados Unidos en Am¨¦rica Latina, decidi¨® que era suficiente. Los expertos predicen que la decisi¨®n har¨¢ que se extienda a¨²n m¨¢s el cultivo de coca. La producci¨®n ya se ha incrementado porque, en su intento de lograr un acuerdo de paz con las FARC, el gobierno ha bajado la guardia en varias regiones del pa¨ªs donde la guerrilla mantiene especialmente activa en el narcotr¨¢fico.
Aunque la decisi¨®n puede revocarse, deber¨ªa ser un aviso para las autoridades estadounidenses, acostumbradas desde siempre a centrar sus esfuerzos en la oferta m¨¢s que en la demanda que impulsa el narcotr¨¢fico. Si a eso se le une la investigaci¨®n que llevan a cabo las fuerzas policiales sobre la posibilidad de que altos miembros del gobierno y el ej¨¦rcito de Venezuela hayan facilitado el tr¨¢fico ilegal de drogas, los brotes de violencia y corrupci¨®n en Centroam¨¦rica y el Caribe y los conflictos relacionados con las drogas en varias zonas de M¨¦xico, es evidente que las estrategias actuales no parecen eficaces a la hora de reducir ni mucho menos eliminar la plaga de las drogas. Mientras tanto, pa¨ªses enteros est¨¢n en peligro.
Los pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y el Caribe se preguntan por qu¨¦ se les sigue pidiendo que hagan lo que consideran el trabajo sucio
El inter¨¦s tradicional de Estados Unidos ha sido ofrecer incentivos econ¨®micos para reducir la oferta. Programas unilaterales como la Ley de Preferencia Comercial Andina y la Ley de Promoci¨®n del Comercio Andino y Erradicaci¨®n de Drogas promet¨ªan el acceso al mercado estadounidense a cambio de la cooperaci¨®n en la lucha contra las drogas. La ayuda directa era relativamente abundante y el proceso de certificaci¨®n, muy criticado, exig¨ªa el apoyo en las operaciones antidrogas como requisito para recibir esa ayuda. Ahora, sin embargo, los programas comerciales unilaterales han desaparecido para ser sustituidos por acuerdos de libre comercio m¨¢s amplios, y el volumen de ayuda que proporciona Estados Unidos a la regi¨®n disminuye cada a?o. Adem¨¢s, nuevos actores con abundantes recursos, como China, han reducido la influencia de EEUU y, por ende, su capacidad de impulsar sus pol¨ªticas.
La regi¨®n ha experimentado grandes cambios. Algunos pa¨ªses como Bolivia, Ecuador y Venezuela, rechazan cooperar con Estados Unidos en la lucha contra las drogas y no parecen muy preocupados por las consecuencias econ¨®micas, gracias a la generosidad china; desde el punto de vista pol¨ªtico, plantar cara al imperio es un triunfo para su causa. Otros, incluidos pa¨ªses amigos como Colombia y M¨¦xico, han observado con atenci¨®n las tendencias dentro del propio Estados Unidos, incluyendo las campa?as para la legalizaci¨®n de la marihuana en Colorado, Washington y el Distrito de Columbia. Estos y otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y el Caribe se preguntan por qu¨¦ se les sigue pidiendo que hagan lo que consideran el trabajo sucio, con menos incentivos, acosados y sin recursos suficientes, despu¨¦s de d¨¦cadas de pedir a Estados Unidos que haga algo para reducir la demanda de drogas, lo cual debilita sus propios gobiernos democr¨¢ticos a ojos vistas.
La ra¨ªz del problema est¨¢ en los millones de norteamericanos y europeos comunes y corrientes que consumen drogas
La demanda insaciable de Estados Unidos y otros consumidores ricos es lo que mueve el narcotr¨¢fico. El dinero obtenido de forma il¨ªcita enriquece y provee de armas a los c¨¢rteles. Los funcionarios estadounidenses trabajan con diligencia, pero la ra¨ªz del problema est¨¢ en los millones de norteamericanos y europeos comunes y corrientes que consumen drogas. Para muchos, consumir drogas ha dejado de acarrear un estigma social. No es m¨¢s que algo que se supone que "todo el mundo hace" en alg¨²n momento de su vida. Las campa?as educativas en los colegios suelen centrarse solo en las repercusiones f¨ªsicas y neurol¨®gicas del consumo, adem¨¢s del posible efecto que puede tener en el futuro el uso descuidado de las redes sociales.
Pero el consumo de drogas no es un delito sin v¨ªctimas, sobre todo en el caso de las drogas m¨¢s adictivas y destructivas que se encuentran en el mercado. Los da?os pueden ser importantes en mayores costes sanitarios, deterioro de las facultades mentales en la escuela y el trabajo, y en vidas malogradas. Cualquiera familiarizado con los efectos del alcoholismo conoce las tr¨¢gicas consecuencias que pueden tener incluso las sustancias legales, no solo para quienes las consumen sino para sus seres queridos.
Ha llegado el momento de probar algo que ha demostrado su ¨¦xito en el comercio de diamantes: hay que empezar a hablar de las drogas de sangre, que contribuyen a la muerte, la corrupci¨®n, el caos y la p¨¦rdida de oportunidades econ¨®micas en toda la cadena de suministro, desde los pa¨ªses productores hasta los consumidores, pasando por los pa¨ªses de tr¨¢nsito. Reducir la demanda de esas sustancias disminuir¨ªa esos efectos. Pero la reducci¨®n de la demanda depende de decisiones personales tomadas cada d¨ªa por millones de consumidores, que en general piensan poco ¡ªy se preocupan menos a¨²n¡ª en las repercusiones que tienen sus actos sobre otras personas m¨¢s all¨¢ de las fronteras de su pa¨ªs.
Por desgracia, no podemos seguir ignorando todas esas consecuencias. Lo mismo sucedi¨® en un momento dado con los diamantes procedentes de zonas de conflicto en ?frica, pero una informaci¨®n eficaz ha ayudado, si no a eliminar el problema, al menos a controlarlo. Es posible que a veces sea m¨¢s sencillo presionar a los pa¨ªses productores para que corten el flujo de drogas, pero la m¨¢xima responsabilidad es de quienes demandan el producto. Hace ya mucho tiempo que se deb¨ªan haber reconocido y abordado la causa y el efecto.
Eric Farnswoth es vicepresidente de Americas Society / Council of the Americas en Washington DC. Lo expresado aqu¨ª es en car¨¢cter personal. Twitter @ericfarns
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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