La vida despu¨¦s de Hiroshima
Algunos de los supervivientes de la bomba explican c¨®mo reconstruyeron sus vidas
El 6 de agosto de 1945 sus vidas cambiaron. Ese d¨ªa, a las ocho en punto de la ma?ana, el Enola Gay, un avi¨®n estadounidense, lanz¨® una bomba at¨®mica sobre Hiroshima. 70.000 de los casi 350.000 habitantes de la ciudad japonesa murieron en el acto, otros 70.000 fallecieron despu¨¦s por los efectos. Muchos de los supervivientes ¡ªa los que en Jap¨®n se llama hibakusha¡ª son a¨²n incapaces de contar sus experiencias o prefieren pasar desapercibidos, temerosos del estigma que durante largo tiempo rode¨® a las v¨ªctimas de la radiaci¨®n. Otros se convirtieron en activistas, deseosos de dejar su testimonio para que el horror no caiga en el olvido. Estas son algunas de sus historias.
Minoru Yoshikane, una vida entre guerras
Minoru Yoshikane ten¨ªa 18 a?os cuando fue testigo del bombardeo de Hiroshima. Como estudiante reclutado para mantener la producci¨®n, estaba en su factor¨ªa cuando estall¨® la bomba. Cuando fue al centro de la ciudad para ver lo que hab¨ªa pasado, se encontr¨® con un desierto poblado por ¡°un ej¨¦rcito de fantasmas¡±, heridos deformados por las quemaduras. Una de ellas, una anciana, le mir¨® a los ojos: ¡°estudiante, haz que paguen esto que nos han hecho¡±. ¡°En ese momento s¨ª, todo lo que yo quer¨ªa era venganza. Pero no sab¨ªa c¨®mo¡±. Tras la guerra hizo realidad su sue?o, convertirse en profesor de ingl¨¦s. Gracias a su dominio del idioma, acab¨® en Tokio como productor y periodista de una cadena de televisi¨®n. A lo largo de su carrera como corresponsal en el extranjero cubri¨® la guerra de Vietnam, donde ¡°sab¨ªa exactamente c¨®mo se sent¨ªan los habitantes de Han¨®i durante los bombardeos estadounidenses¡± o el conflicto israel¨ª-palestino. Segu¨ªa teniendo presente la orden de la anciana. ¡°Pero me toc¨® cubrir el conflicto israel¨ª-palestino. Despu¨¦s lleg¨® el 11-S. Y pens¨¦ que la venganza solo engendra un c¨ªrculo vicioso de venganza¡±. A lo largo de los ¨²ltimos 20 a?os ha dado testimonio del sufrimiento de Hiroshima. ¡°El enemigo no son las personas. Es la bomba at¨®mica. Quiero que deje de existir. Esa es la mejor represalia¡±.
Keiko Ogura, el trauma postergado
Ogura ten¨ªa 8 a?os en el momento del ataque nuclear. Durante a?os no se habl¨® de aquello en su familia. Algunos estaban demasiado traumatizados. Otros tem¨ªan las consecuencias de ser identificados como supervivientes en un Jap¨®n avergonzado por su derrota y que ve¨ªa con suspicacia las consecuencias gen¨¦ticas que pudiera tener la exposici¨®n a la radiaci¨®n. M¨¢s de una boda entre supervivientes y japoneses ¡°normales¡± se cancel¨® por ese motivo.
Pero a sus 42 a?os, al enviudar, ¡°hered¨¦ el trabajo de mi marido, que hab¨ªa sido un enlace entre Hiroshima y el resto del mundo. Y empec¨¦ a hablar¡±. Como directora de una agencia de traducci¨®n y activista, viaj¨® hace unos a?os viaj¨® a Washington para dar unas charlas. Acompa?ando a otros ponentes, y creyendo que lo ten¨ªa todo superado, visit¨® el Museo de la Aeron¨¢utica del Smithsonian. ¡°Ah¨ª estaba el Enola Gay. Por un momento volv¨ª a ser una ni?a de 8 a?os, y me vino todo lo que pas¨® aquel d¨ªa a la mente. Romp¨ª a llorar como entonces¡±.
Hiroshi Hara: acuarelas contra la bomba
A sus 83 a?os, y cubierto con una txapela vasca que le regal¨® un admirador, Hara a¨²n visita casi cada d¨ªa la C¨²pula de la Bomba, la estructura que queda en pie junto al hipocentro en de la cat¨¢strofe. Le gusta dar su testimonio de lo que ocurri¨® aquel d¨ªa a los estudiantes, para que no caiga en el olvido y las pr¨®ximas generaciones contin¨²en las iniciativas en favor de la paz. Pero encuentra que, m¨¢s que las palabras, son m¨¢s elocuentes sus dibujos. Lleva pintadas m¨¢s de 3.000 acuarelas de la C¨²pula. Utiliza el agua del rio Ota, donde vio tantos cuerpos al d¨ªa siguiente del estallido. ¡°Llego y recojo una taza antes de empezar a pintar. Me gusta pensar en ella como el agua de los esp¨ªritus¡±.
Takashi Teramoto: ¡°mi madre muri¨® porque le ped¨ª que adelantara el viaje¡±
Teramoto llevar¨¢ consigo el sentimiento de culpa para siempre. Hab¨ªa estado enfermo en un centro para ni?os evacuados y su madre hab¨ªa ido a buscarle para llevarle al m¨¦dico. La maestra recomend¨® que esperaran al d¨ªa 6 para volver y dar tiempo as¨ª a que la madre descansara. El insisti¨® en que regresaran a Hiroshima inmediatamente. ¡°Era solo un ni?o, y ten¨ªa tantas ganas de volver a casa¡ Pero si mi madre hubiera seguido los planes iniciales, no habr¨ªa muerto¡±. Ambos regresaron el d¨ªa 5. Su madre qued¨® atrapada en la casa tras la explosi¨®n. Aunque sobrevivi¨® inicialmente, se fue debilitando y muri¨® pocos d¨ªas despu¨¦s. En octubre, la hermana de Takashi le anunci¨® que ir¨ªa a verlo y llevar¨ªa a su madre con ella. Pero lleg¨® sola. ¡°?D¨®nde est¨¢ mam¨¢?¡±, pregunt¨® el ni?o. Su hermana abri¨® una caja que llevaba entre los brazos: ¡°Aqu¨ª¡±.
Hiromi Hasai: el investigador nuclear
Durante la guerra Hiromi Hasai, que ten¨ªa 14 a?os el 6 de agosto de 1945, hab¨ªa sido un gran admirador de lo militar. Con la rendici¨®n japonesa, sus creencias cayeron en crisis. ¡°Pens¨¦ que ya no me pod¨ªa fiar de nadie, solo de lo que yo viera por m¨ª mismo¡±. Estudi¨® Ingenier¨ªa, considerada muy necesaria en el Jap¨®n de la posguerra, pero una tuberculosis impidi¨® que encontrara trabajo y volvi¨® a la Universidad, esta vez al departamento de Ciencias. ¡°Un profesor me anim¨® a que estudiara F¨ªsica Nuclear, porque entonces el pa¨ªs estaba una d¨¦cada por detr¨¢s del resto del mundo en esos conocimientos¡±. Acab¨® siendo catedr¨¢tico de la Universidad de Hiroshima. Tras jubilarse en 2005 ha dedicado sus esfuerzos a divulgar su experiencia y al activismo contra la bomba at¨®mica. ¡°Como catedr¨¢tico, he investigado los efectos de la radiaci¨®n. Cada vez que paseo por Hiroshima, recuerdo cu¨¢les fueron los da?os. S¨¦ la gente que muri¨® en cada calle¡±.
Kosei Mito: el superviviente m¨¢s joven y rebelde
Mito es un superviviente ¡°de cuarto grado¡±. Es la clasificaci¨®n oficial para aquellos que a¨²n no hab¨ªan nacido y vivieron la cat¨¢strofe a¨²n en el vientre de sus madres. La suya estaba embarazada de 4 meses el d¨ªa que cay¨® la bomba. Mito atribuye una infancia enfermiza al efecto de la radiaci¨®n. En su casa no se hablaba de lo que hab¨ªa pasado aquel d¨ªa. De adulto, quiso llenar ese hueco en su conocimiento convirti¨¦ndose en gu¨ªa del Museo de la Paz de Hiroshima. Pero decidi¨® que la versi¨®n que ah¨ª se contaba era insuficiente. Ahora acude diariamente a la C¨²pula de la Bomba, la estructura que a¨²n queda en pie tras el ataque nuclear, con sus argumentos, para contarlos a quien quiera escuchar, japoneses o extranjeros. ¡°La ignorancia es el mayor de los males¡±, sostiene.
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