Lo que puede esconderse bajo la crisis de Brasil
En las democracias, los gobernantes no son ungidos por Dios, sino elegidos por la voluntad popular
Brasil atraviesa una grave crisis que, seg¨²n no pocos analistas, es m¨¢s pol¨ªtica que econ¨®mica. Y por ello es m¨¢s dif¨ªcil de resolver pese a la riqueza del pa¨ªs en recursos naturales, materias primas y capacidad creativa. La econom¨ªa brasile?a, adem¨¢s, no enfrenta un riesgo de quiebra como el caso de Grecia o Venezuela.
El problema es, sobre todo, pol¨ªtico. La gente de la calle lo sabe. Lo ha dejado claro en sus ¨²ltimas reivindicaciones de protesta en las que han resonado m¨¢s los gritos contra los pol¨ªticos y sus cr¨ªmenes de corrupci¨®n, que sobre la inflaci¨®n o el desempleo, dos fantasmas que asustan cada vez m¨¢s.
Lo que no funciona, y parece sin soluci¨®n, es el enredo pol¨ªtico con actores mediocres, m¨¢s bur¨®cratas que estadistas, que no consiguen recitar los grandes dramas y parecen conformarse con resultados de opereta. Un papel que mal se conjuga con la democracia consolidada y moderna de un pa¨ªs continental como Brasil.
Existen muchas explicaciones al reto que enfrenta Brasil: el de conjugar una pol¨ªtica ejercida por profesionales con el desarrollo de una econom¨ªa con grandes posibilidades y capacidades.
Quiz¨¢ la menos barajada, y la raz¨®n por la que se ahogan los pol¨ªticos y se retrasa la recuperaci¨®n econ¨®mica, es la tentaci¨®n latente de sacralizarles al tiempo que se les otorga impunidad, como si no fuesen ciudadanos como los dem¨¢s.
Si algo deber¨ªa distinguir a las democracias modernas de los antiguos reg¨ªmenes totalitarios es el haberse liberado del peligro de los mesianismos, sea religiosos que ideol¨®gicos.
Brasil no vive los tiempos b¨ªblicos en los que fue necesario un Mois¨¦s mesi¨¢nico para liberar al pueblo jud¨ªo de la esclavitud de Egipto.
Ni vive los tiempos de las teocracias de la Edad Media, en las que los reyes gobernaban en nombre de Dios, con quien no es posible discutir, s¨®lo obedecer.
La modernidad es incompatible con dogmas pol¨ªticos. Los gobernantes, en las democracias, no son ungidos por Dios y deben s¨®lo responder a las leyes y a la voluntad de quienes les elige libremente. Y se les proh¨ªbe mentir.
Cuanto m¨¢s perfecta es una democracia, los pol¨ªticos tienen menos. En un escenario as¨ª, los representantes del pueblo llegan a confundirse en la calle con la gente com¨²n, sin privilegios. Esas democracias maduras no necesitan de h¨¦roes, ni de mes¨ªas, ni de salvadores de la Patria, ni de padres o madres de los pobres.
A ellos se les exige s¨®lo capacidad para gobernar con acierto y justicia, teniendo en cuenta siempre, a la hora de repartir los presupuestos, las necesidades m¨¢s urgentes, como reducir las desigualdades sociales y alentar el crecimiento del pa¨ªs.
Podr¨¢ parecer simple, pero en la pr¨¢ctica las cosas no son tan f¨¢ciles ni sencillas. Los que llegan al poder se olvidan que no han ganado el puesto por un designio divino, sino el voto popular.
Incluso en los pa¨ªses con Constituciones democr¨¢ticas existe la tentaci¨®n, alimentada a veces por la misma sociedad, de sacralizar al poder.
Ciertos mesianismos siguen a¨²n vivos, con su nefasta carga antidemocr¨¢tica y hasta dictatorial, en varios pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, donde una mezcla de fundamentalismo religioso, fomentado por las Iglesias Evang¨¦licas y de mesianismo ideol¨®gico, heredado de los viejos socialismos totalitarios, impide el desarrollo de democracias modernas y participativas.
Cuando se diviniza a los gobernantes se les convierte en indispensables e insustituibles, hasta el punto que cualquier movimiento de recambio pol¨ªtico es visto como diab¨®lico y contra los pobres.
En Brasil, un pa¨ªs con una constituci¨®n democr¨¢tica y separaci¨®n entre la Iglesia y el Estado, sigue viva la tentaci¨®n de querer llevar a Dios al Congreso, o a los bancos de la Justicia, sacralizando la vida p¨²blica y con ella a sus gobernantes, aunque despu¨¦s se les denigre y maldiga.
Hay hasta quien defiende que se introduzca en la Constituci¨®n que el poder viene de Dios y no del pueblo. Y hay legisladores evang¨¦licos que profetizan que, si uno de ellos llega a la presidencia brasile?a, ser¨ªa por voluntad divina. Dicen tambi¨¦n que gobernar¨ªan consultando la Biblia antes de la Constituci¨®n.
Solo cuando la pol¨ªtica se limita al arte de gobernar con capacidad y con ¨¦tica, sin ribetes ni tentaciones mesi¨¢nicas, se puede hablar de democracia.
No existen pol¨ªticos ungidos por Dios, insustituibles y eternos.
El poder de ellos es temporal. S¨®lo el de la sociedad es permanente e inapelable. Ellos est¨¢n a su servicio y no al rev¨¦s.
Olvidarlo es abrir la puerta a todo tipo de inestabilidad que acaba, inexorablemente, en crisis econ¨®micas e irritaci¨®n popular.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.