Por qu¨¦ El Asad cuenta tanto
EE UU y Rusia se enrocan entre la permanencia o no del presidente sirio en el poder
Sobre la mesa, la permanencia o no de Bachar el Asad al frente del Estado sirio, dilema sobre el que giran las posturas de Rusia y EE UU, respectivamente, pareciera un detalle m¨¢s de la cerraz¨®n de las dos hist¨®ricas potencias en su pol¨ªtica hacia Oriente Pr¨®ximo, una cuesti¨®n que se podr¨ªa resolver con la cesi¨®n de una de las partes para que el joven dirigente deje paso a otro dentro del aparato, o con la flexibilidad de la otra para que el mandatario siga asumiendo la presidencia. Pero que el cabeza de la poderosa familia El Asad siga o no en el poder implica dos opciones diametralmente opuestas en la soluci¨®n a la guerra que ha causado ya la muerte de m¨¢s de 300.000 personas desde marzo de 2011. Estos son algunas de las claves que explican el dilema en torno a la permanencia de El Asad.
??Soberan¨ªa: en primer lugar, sin duda, la permanencia en el poder de Bachar el Asad, nacido en Damasco hace 50 a?os, pasa por su voluntad por dejar o no las riendas del Gobierno. Como m¨¢ximo dirigente de un pa¨ªs soberano con m¨ªnimas garant¨ªas democr¨¢ticas ¡ªno existen elecciones libres con participaci¨®n de formaciones de oposici¨®n¡ª, es ¨¦l el que decide en tanto mantenga el apoyo de la c¨²pula del r¨¦gimen. El Asad, que accedi¨® a la presidencia hace 15 a?os, tras la muerte de su padre Hafez, no quiere abandonar el poder. M¨¢s si cabe, convoc¨® en julio de 2014, en plena escalada b¨¦lica, elecciones que gan¨® sin contestaci¨®n alguna en las urnas para iniciar su tercer mandato presidencial.
? Represi¨®n: como presidente del pa¨ªs y, sobre todo, como general en jefe de las Fuerzas Armadas sirias, El Asad es se?alado como el principal responsable de la violenta represi¨®n de la revuelta prodemocr¨¢tica nacida en Deraa en marzo de 2011, que deriv¨® posteriormente en un conflicto armado. Bajo sus ¨®rdenes, el Ej¨¦rcito y las milicias (shabiha) han atacado indiscriminadamente ¡ªcon uso de barriles bomba y armas qu¨ªmicas¡ª objetivos con poblaci¨®n civil, ocasionando miles de muertes, entre ellos menores de edad y mujeres. ONG en el terreno han documentado de igual modo las exacciones practicadas por las fuerzas armadas contra presuntos opositores.
De los 330.000 muertos que calcula el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), organizaci¨®n que centraliza el recuento de v¨ªctimas en la guerra, m¨¢s de 110.000 son civiles.
? EE UU: la retah¨ªla de acusaciones contra El Asad durante los cuatro a?os de guerra ha hecho que la Administraci¨®n de Obama no baraje otra opci¨®n que no sea la marcha del presidente. No obstante, Washington apoy¨® abiertamente las pretensiones de la oposici¨®n al r¨¦gimen ya en 2011 ¡ªcomo ya hab¨ªa hecho con otras fuerzas revolucionarias en la primavera ¨¢rabe¡ª, lo que hizo que el embajador Robert Ford tuviera que abandonar Damasco tras los primeros meses de la revoluci¨®n. A partir de ah¨ª, EE UU ha prestado de forma expl¨ªcita apoyo diplom¨¢tico a la oposici¨®n al r¨¦gimen, hoy reunida en torno a la Coalici¨®n Nacional Siria, paraguas de fuerzas cr¨ªticas al r¨¦gimen asentadas en Turqu¨ªa, de cara a una posible transici¨®n sin El Asad.
Adem¨¢s, Washington, a trav¨¦s de terceros pa¨ªses, ha asistido militarmente a fuerzas rebeldes con escasos resultados. Hoy, ese apoyo se traduce en el entrenamiento y armamento de la Nueva Fuerza Siria, que tiene en principio como objetivo principal combatir al Estado Isl¨¢mico.
Toda esta inversi¨®n diplom¨¢tica y militar condiciona el rechazo tajante de Washington a la permanencia de El Asad. Opositores pol¨ªticos y militares expresaron precisamente este lunes su insistencia a que el actual presidente no puede formar parte de ning¨²n proceso de transici¨®n.
? Armas qu¨ªmicas: una de las l¨ªneas rojas fijadas por Washington y parte de la comunidad internacional al r¨¦gimen de El Asad fue el uso de armas qu¨ªmicas. El ataque con este armamento sobre Ghutta, distrito a las afueras de Damasco, en agosto de 2013, desencaden¨® los preparativos para la intervenci¨®n militar extranjera dirigida por Washington contra las fuerzas armadas sirias y algunos lugares estrat¨¦gicos del r¨¦gimen. La ofensiva, en plena escalada del Estado Isl¨¢mico en el norte del pa¨ªs, no se produjo, pero sentenci¨® definitivamente a El Asad ante Obama.
? Rusia: si bien EE UU ha mantenido durante los cuatro a?os de crisis siria que El Asad debe marcharse, Rusia ha persistido en que el presidente no es una carta con la que jugar en la soluci¨®n del conflicto, y ha mantenido su apoyo pol¨ªtico, militar y econ¨®mico al pa¨ªs ¨¢rabe. En el extremo de las aspiraciones estadounidenses, Mosc¨² pretende que la guerra abierta en Siria sea una contienda contra el Estado Isl¨¢mico de una coalici¨®n de todas las fuerzas con intereses en la zona ¡ªen la que estar¨ªan ellos mismos y los iran¨ªes¡ª y la participaci¨®n del Ej¨¦rcito comandado por El Asad. Esta fuerza internacional, planteada en la hoja de ruta que ha esbozado Vlad¨ªmir Putin en las ¨²ltimas semanas, necesitar¨ªa la colaboraci¨®n de las tropas sirias y el Ej¨¦rcito estadounidense, algo que se antoja muy dif¨ªcil.
El apoyo de Mosc¨² a Damasco es, adem¨¢s, un sustento tradicional e hist¨®rico. El Asad es presidente, general en jefe del Ej¨¦rcito, pero tambi¨¦n secretario general del Baaz, partido ¨²nico que gobierna el pa¨ªs, en la ¨®rbita socialista de la URSS desde tiempos de la Guerra Fr¨ªa. Estrat¨¦gicamente, Mosc¨² mantiene una base militar en la localidad siria de Tartus, en la costa, un enclave ¨²nico para Rusia en el Mediterr¨¢neo.
En el trasfondo del apoyo del Kremlin est¨¢n tambi¨¦n los deseos de aprovechar el rico territorio en hidrocarburos con el que cuenta Siria en la franja oriental del pa¨ªs. Hoy, esa regi¨®n tiene fuerte presencia del Estado Isl¨¢mico.
? Alianzas religiosas: las divisiones entre Mosc¨² y Washington reflejan tambi¨¦n las alianzas de unos u otros con las diferentes ramas del islam. Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n se disputan la regi¨®n como m¨¢ximos representantes de sun¨ªes y chi¨ªes, respectivamente. El r¨¦gimen de Teher¨¢n, con el que Washington rompi¨® relaciones tras la revoluci¨®n de Jomeini y la toma de la embajada norteamericana en 1979, apoya de forma incondicional a El Asad ¡ªcomo lo hace la milicia libanesa chi¨ª libanesa Hezbol¨¢¡ª, representante de la minor¨ªa alau¨ª, una secta que deriva precisamente del chi¨ªsmo. Los alau¨ªes gobiernan la c¨²pula del r¨¦gimen y tienen una presencia fundamental en los sectores comerciales del pa¨ªs.
La permanencia de El Asad es la permanencia de un Gobierno af¨ªn en la regi¨®n a Teher¨¢n, el segundo tras el iraqu¨ª. Y esto no es visto con buenos ojos ni por EE UU ni por su principal aliado en la zona, Arabia Saud¨ª, que tambi¨¦n ha apoyado de forma expl¨ªcita a la oposici¨®n pol¨ªtica y militar a El Asad.
? El factor yihadista: la expansi¨®n del grupo yihadista Estado Isl¨¢mico ha armado la ret¨®rica de El Asad contra la revuelta, agudizando sus acusaciones de terrorismo contra todos los que atacasen al r¨¦gimen. Si Par¨ªs y Washington trataban hace dos a?os de consolidar el ¨®rgano opositor al Gobierno de El Asad, ahora sus esfuerzos diplom¨¢ticos giran en torno a la coalici¨®n que combate desde el aire a los yihadistas. Esto ha dado un respiro a El Asad.
Mosc¨² mantiene que la derrota del Estado Isl¨¢mico necesita a El Asad en el poder para evitar una mayor desestabilizaci¨®n del pa¨ªs que aprovechen los yihadistas. Seg¨²n el Kremlin, adem¨¢s, unos 2.000 miembros del Estado Isl¨¢mico llegaron a Siria o Irak desde Rusia, muchos de origen checheno, por lo que entre sus prioridades est¨¢ combatir al grupo y evitar que se vuelva en su contra con el retorno de milicianos a territorio ruso.
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