El ocaso del carb¨®n
El mineral negro impuls¨® la riqueza de Europa y su unidad pol¨ªtica. La amenaza del cambio clim¨¢tico ha propiciado el declive de esta fuente de energ¨ªa altamente contaminante
El tiempo pasa y el capitalismo 3.0 triunfa con sus ej¨¦rcitos de frikis de la tecnolog¨ªa. ?C¨®mo es posible que los gueules noires [caras negras, mineros], s¨ªmbolo de un mundo casi desaparecido, sigan vigentes en la memoria de Francia, Reino Unido, Polonia o Alemania? Sin duda porque anta?o extra¨ªan un recurso prodigioso ¡ªel carb¨®n¡ª que hizo posible que el Viejo Continente iniciara su desarrollo, que estructur¨® su historia social y asent¨® los cimientos de la construcci¨®n europea¡ antes de convertirse en la bestia negra de los movimientos de defensa del medio ambiente. El mineral negro ser¨¢ el principal objeto de debate en la Conferencia Mundial sobre el Clima que se celebrar¨¢ entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre en Le Bourget, cerca de Par¨ªs.
El carb¨®n ha conocido d¨ªas mejores. ¡°?Qu¨¦ naci¨®n no ha sentido celos de esos inmensos bancos de hulla, de esas Indias negras de Reino Unido, verdadera fuente de su poder¨ªo industrial y comercial?¡±, dec¨ªa un alto funcionario franc¨¦s en 1837. Por entonces, ese pa¨ªs era el escenario, desde hac¨ªa ya medio siglo, de la primera revoluci¨®n industrial, marcada por el auge de la siderurgia y el textil, antes de que la electricidad y el petr¨®leo condujeran a Europa a una segunda revoluci¨®n. Las grandes cuencas industriales se establecieron sobre las minas, o cerca de ellas, como si estuvieran conectadas por un rico y largo fil¨®n subterr¨¢neo: Escocia, Gales y norte de Inglaterra, B¨¦lgica, norte de Francia, el Ruhr alem¨¢n, la Alta Silesia polaca. El carb¨®n favoreci¨® el desarrollo de canales para su transporte, de f¨¢bricas que quemaban coque para producir acero, vital para el despliegue de las v¨ªas f¨¦rreas y, m¨¢s tarde, para el de la electricidad.
La mina dio pie a un imaginario social forjado a base de sufrimiento humano y luchas colectivas. Las im¨¢genes remontan a la superficie desde el pasado: buscadores de cinco a?os, esclavos blancos empujando por las galer¨ªas unas vagonetas cargadas de hulla, mort¨ªferas explosiones de gris¨², arengas sindicales ante la bocamina. En Europa (como en EE?UU), las huelgas de mineros fueron m¨¢s frecuentes, m¨¢s largas y m¨¢s duras que en otros sectores.
La industria contribuy¨® a la emergencia de la democracia, seg¨²n el historiador y polit¨®logo Timothy Mitchell
Lo que impuls¨® la riqueza econ¨®mica del Viejo Continente impuls¨® tambi¨¦n su historia pol¨ªtica. La industria del carb¨®n contribuy¨® a la emergencia de la democracia en el siglo XIX, pues los mineros pudieron utilizar el arma de la huelga, e incluso del sabotaje, para defender sus reivindicaciones sociales y pol¨ªticas (salarios decentes, representaci¨®n sindical, jubilaci¨®n, sanidad¡), sostiene el historiador y polit¨®logo norteamericano Timothy Mitchell en Carbon Democracy (Verso, Londres-Nueva York, 2011). ¡°El flujo y la concentraci¨®n de la energ¨ªa permitieron aunar las demandas de los mineros con las de otros trabajadores y dar a sus argumentos una fuerza t¨¦cnica que no pod¨ªa ser ignorada f¨¢cilmente¡±, escribe. En 1890, asustado por sus huelgas en Alemania, el emperador Guillermo II convoc¨® una conferencia internacional para establecer normas sociales en las minas, especialmente la limitaci¨®n del trabajo de mujeres y ni?os.
Todav¨ªa hoy, el 85% del mineral es consumido en el pa¨ªs de extracci¨®n, seg¨²n la Agencia Internacional de la Energ¨ªa (AIE). A partir de 1945, el petr¨®leo hizo retroceder la din¨¢mica social impuesta por el carb¨®n, se?ala Mitchell: recurso menos ¨¢vido de mano de obra, transportado a trav¨¦s del planeta y alejado de los lugares de consumo, el oro negro es la energ¨ªa de la globalizaci¨®n, que ha permitido debilitar la capacidad humana para perturbar la actividad econ¨®mica.
Tras la II?Guerra Mundial, la roca negra segu¨ªa siendo la primera fuente de energ¨ªa en Europa, por delante del petr¨®leo. No es casual que fuera la primera herramienta de su unificaci¨®n. El 9 de mayo de 1950, Par¨ªs propuso una Comunidad Europea del Carb¨®n y el Acero (CECA) entre Francia, la RFA, Italia y los tres pa¨ªses del Benelux, dotada de una autoridad supranacional para pilotar dos sectores claves. De este modo, Robert Schuman pretend¨ªa hacer la guerra ¡°no solo impensable, sino materialmente imposible¡±. Mediante un apoyo masivo a estas industrias, tambi¨¦n quer¨ªa ¡°permitir que se modernizasen, optimizasen su producci¨®n y redujesen sus costes¡±.
China e India tendr¨ªan que dejar de explotar el 70% de su carb¨®n, ?frica el 90%, EE UU el 92% y Europa el 78%
Pero lo que ayud¨® a Europa a alcanzar tiempos de bonanza econ¨®mica puede ser ahora su perdici¨®n debido a la amenaza del cambio clim¨¢tico. Se empieza a estigmatizar a los grandes pa¨ªses carbon¨ªferos (Polonia, Alemania) que contin¨²an explot¨¢ndolo y quem¨¢ndolo en sus centrales. ¡°Estas cr¨ªticas tienen m¨¢s eco a partir del momento en que los proyectos piloto de captaci¨®n y almacenamiento de di¨®xido de carbono, apoyados por Bruselas, han resultado decepcionantes¡±, se?ala el climat¨®logo Jean Jouzel, vicepresidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Clima (GIEC). Aunque los industriales dominan bien la captaci¨®n, no han resuelto la cuesti¨®n del almacenamiento. Esas tecnolog¨ªas son caras y los municipios rechazan que se entierre carbono cerca de sus casas.
La OCDE reclama el fin de las subvenciones al carb¨®n. Ante la presi¨®n de la opini¨®n p¨²blica y la amenaza de una tasa al carbono, los gestores de fondos soberanos, banqueros, aseguradores e industriales se desvinculan del sector. Hasta el papa Francisco, que ha afirmado que las energ¨ªas f¨®siles, ¡°sobre todo el carb¨®n¡±, deben ser sustituidas ¡°sin tardanza¡± por energ¨ªas renovables. ?Es realista, teniendo en cuenta que un estudio reciente publicado por la revista Nature revela que para limitar el calentamiento del planeta a dos grados, China e India tendr¨ªan que renunciar a explotar el 70% de su carb¨®n, ?frica el 90%, EE?UU el 92% y Europa el 78%?
Sin embargo, ning¨²n continente ha llevado a cabo su transici¨®n energ¨¦tica mejor que Europa: actualmente, solo es responsable del 5% de la producci¨®n mundial de carb¨®n (7.800 millones de toneladas en 2014) y de menos del 10% de su consumo. A¨²n cuenta con 280 centrales y el cierre de minas no rentables obedece m¨¢s a la necesidad econ¨®mica que a la virtud ecol¨®gica, como bien saben los mineros brit¨¢nicos inmersos entre 1984 y 1985 en el conflicto m¨¢s largo y violento de su posguerra contra el cierre de los yacimientos de hulla. Las dos ¨²ltimas minas del pa¨ªs cerrar¨¢n en diciembre, ¨²ltimos estertores de un siglo XIX que no termina de morir.
Jean-Michel Bezat es periodista de Le Monde.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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