Rebeli¨®n dom¨¦stica en Colombia
Decenas de empleadas del hogar se unen para defender a un colectivo de 750.000 personas, seg¨²n datos oficiales, pero cuya cifra real se desconoce
Mar¨ªa Roa Borja hizo llorar al auditorio que la escuch¨® en la Universidad de Harvard hace siete meses. Aunque el nudo en la garganta y los nervios casi no la dejaban hablar, Roa Borja narr¨® en la instituci¨®n estadounidense varios cap¨ªtulos de su vida. Cont¨® c¨®mo fue desplazada por la violencia en su pa¨ªs, Colombia, y lo dif¨ªcil que es trabajar como empleada dom¨¦stica. Pidi¨® valorar a las mujeres que viven de servir a los dem¨¢s, exigi¨® buen trato.
¡°Somos sobrevivientes de la esclavitud dom¨¦stica¡±, dijo durante su intervenci¨®n como panelista en el foro Mujeres y trabajo para la construcci¨®n de paz, donde fue invitada por su trabajo en la iniciativa ciudadana Hablemos de empleadas dom¨¦sticas. Desde all¨ª se moviliza, junto a otras 150 mujeres, para reivindicar los derechos de las personas que desempe?an esta labor en su pa¨ªs.
En Colombia, la cifra oficial habla de 750.000 mujeres trabajando en casas de familia, aunque son muchas m¨¢s, seg¨²n Andrea Londo?o, coordinadora del proyecto. ¡°Existe un subregistro del 25 % debido a la informalidad del sector, hay mucha rotaci¨®n y algunas nunca son registradas en las entidades de salud, lo que permitir¨ªa tener un conteo m¨¢s preciso¡±, cuenta Londo?o, que asegura que al menos un mill¨®n se dedicar¨ªan a este oficio en el pa¨ªs sudamericano.
La radiograf¨ªa que logr¨® exponer Roa en Harvard sobre el trabajo de las empleadas dom¨¦sticas es el panorama habitual. Salarios por debajo del m¨ªnimo (200 d¨®lares aproximadamente), jornadas laborales de m¨¢s de 10 horas diarias, trato discriminatorio y escaso acceso a prestaciones sociales. La administradora de pensiones del Estado se?al¨® recientemente que del total de trabajadoras de este sector, solo 18.000 est¨¢n cotizando para lograr su pensi¨®n. ¡°Es muy dif¨ªcil exigir cuando hay necesidades¡±, repite Mar¨ªa Borja, que fue desplazada del municipio de Apartad¨® a Medell¨ªn, en el occidente de Colombia, a causa de la violencia y que no encontr¨® otro trabajo que dedicarse al aseo en casas de familia.
¡°Me dedicaba a la agricultura pero la guerra me oblig¨® a llegar a la ciudad, donde la ¨²nica oportunidad de sobrevivir, para alguien como yo sin estudio, es haciendo aseo¡±, explica. Durante casi 10 a?os estuvo a disposici¨®n las 24 horas del d¨ªa y recibiendo salarios de menos de 100 d¨®lares mensuales. ¡°Comer cuando todos ya han comido, hacerlo a veces de pie, r¨¢pido, esperar para ir a dormir hasta que a los jefes se les antoje el ¨²ltimo vaso de agua¡±, recuerda. Cuenta que el d¨ªa que le pidieron limpiar el piso de rodillas renunci¨® y decidi¨® hacer algo por quienes, como ella, sent¨ªan que su trabajo no estaba recibiendo la dignidad que merec¨ªa.
Donde vive, un asentamiento que acoge a poblaci¨®n desplazada y afrodescendiente de Medell¨ªn, encontr¨® que muchas mujeres pasaban por la misma situaci¨®n. Con la orientaci¨®n de varias asociaciones, formaron la Uni¨®n de trabajadoras del servicio dom¨¦stico (ella es su presidenta) y pusieron a andar el proyecto Hablemos de empleadas dom¨¦sticas, que busca cambiar el discurso en el pa¨ªs sobre la labor de estas mujeres y darles las garant¨ªas de cualquier otro trabajador.
Seg¨²n la Organizaci¨®n Internacional del Trabajo (OIT), en el a?o 2013 hab¨ªa m¨¢s de 52,6 millones de trabajadores dom¨¦sticos en el mundo, de los cuales el 80 % eran mujeres; 29,9 % estaban excluidos de la legislaci¨®n laboral nacional y m¨¢s de la tercera parte no ten¨ªan derecho a la protecci¨®n por la maternidad. El panorama, dos a?os despu¨¦s, no se ve muy diferente. Aunque en mayo de 2014 el Gobierno de Colombia ratific¨® ante la OIT el Convenio 189 que busca mejorar las condiciones de vida de quienes trabajan en esta ¨¢rea, en la pr¨¢ctica no ocurre as¨ª.
¡°Conocemos mujeres que solo las dejan descansar unas cuantas horas los domingos¡±, cuenta Flor Perea, una mujer de 50 a?os, que desde los nueve empez¨® a trabajar en casas haciendo aseo. ¡°El maltrato siempre est¨¢, nunca se puede exigir lo m¨ªnimo que merecemos como las personas que cuidamos de sus hijos, preparamos sus alimentos y mantenemos en orden su casa¡±, dice Perea, que tambi¨¦n se uni¨® a estas mujeres para hablar en voz alta sobre lo que hacen.
Debate en el Congreso
Ella cuenta, por ejemplo, que hace cuatro meses asisti¨® al Congreso y se reuni¨® con parlamentarios para pedirles que se les reconozca la prima salarial. Aunque Colombia, comparado con otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina y el Caribe, tiene una de las leyes m¨¢s progresistas (la 1595 de 2012), que obliga al pago m¨ªnimo mensual y a la afiliaci¨®n a seguridad social, las empleadas internas deben cumplir 10 horas laborales diarias, mientras el resto de trabajadores colombianos solo ocho.
Adem¨¢s, explica la coordinadora de Hablemos de empleadas dom¨¦sticas, no es obligatorio, hasta ahora, el pago de las primas salariales. Un derecho que el resto de residentes del pa¨ªs s¨ª tienen. Para zanjar esto, en el Congreso se debate una ley que ampliar¨ªa las garant¨ªas.
La Corte Constitucional colombiana ha se?alado en su jurisprudencia que las personas que trabajan en el servicio dom¨¦stico est¨¢n en situaci¨®n de vulnerabilidad. Que en las reglas econ¨®micas y de justicia parecen invisibles. Mar¨ªa, Flor, Berta, Luc¨ªa y todas las dem¨¢s que se han unido para buscar dignidad quieren hacerse visibles. Tienen cuentas en redes sociales, ofrecen entrevistas, son invitadas a conferencias. ¡°Antes me daba pena decir a qu¨¦ me dedicaba. Era un trabajo que parec¨ªa deshonroso. Ahora lo digo con orgullo, porque nuestra labor debe ser como la de cualquier otro¡±, repite Flor.
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