La guerra a los b¨¢rbaros
A ra¨ªz de los atentados de Par¨ªs, nuestra reivindicaci¨®n de lo que somos tiene, como casi siempre, una doble faceta, tanto negativa como positiva
Ha pasado m¨¢s de una semana desde que los atentados de Paris, con una brutalidad abrumadora, hicieran tomar conciencia a Europa de que se encuentra embarcada en una nueva guerra, la guerra a los b¨¢rbaros, seg¨²n los titulares m¨¢s efectistas de la prensa francesa. Durante esta semana, la sociedad se ha unido detr¨¢s de la bandera tricolor, la marsellesa se ha escuchado en los m¨¢s diversos actos y esa gran plaza p¨²blica que son los medios de comunicaci¨®n, se han llenado de debates sobre el sentido de estos atentados. De repente, como quien encuentra un objeto a?orado y perdido, los ciudadanos redescubren con orgullo sus identidades: que son franceses, europeos, occidentales.
La pregunta por lo que somos, lo que queremos llegar a ser y nuestro lugar en el equilibrio mundial es recurrente y cada pa¨ªs lo experimenta de diversas maneras
Esta efervescencia identitaria es particularmente interesante en el caso franc¨¦s, largo tiempo inmenso en una crisis de sentido como consecuencia, entre otras, de la globalizaci¨®n que ha reducido la relevancia mundial de las tradicionales potencias europeas o el auge de Alemania dentro de la UE como jefe de orquesta. Pero el caso franc¨¦s no es ¨²nico, en esta Europa de la crisis, la pregunta por lo que somos, lo que queremos llegar a ser y nuestro lugar en el equilibrio mundial es sin duda recurrente y se experimenta de diversas maneras seg¨²n el pa¨ªs. En el caso espa?ol, a trav¨¦s de la puesta en cuesti¨®n de los pactos sobre los que se asienta el proyecto de un futuro compartido.
Al tener que ser defendidos, los valores de una sociedad son actualizados y revisados
A ra¨ªz de los atentados, esta reivindicaci¨®n de lo que somos tiene, como casi siempre, una doble faceta: por una parte es positiva, pues al ser cuestionados y al tener que ser defendidos, los valores de una sociedad son actualizados, revisados y reciben, por tanto, el vigor que necesitan para actuar como aglutinadores. Por otra parte, es negativa si esta reivindicaci¨®n conlleva una escisi¨®n de la sociedad y la criminalizaci¨®n del ¡°otro¡±. Para decirlo claramente, hacer de los musulmanes, ya sean nuestros conciudadanos o los que vienen escapando de la guerra, el enemigo. En estos momentos de gran tensi¨®n la distinci¨®n no es f¨¢cil y la tentaci¨®n a recurrir a discursos y a medidas que creen el espejismo de seguridad a toda costa es m¨¢s fuerte que los ejercicios de racionalidad, pero estos son ahora m¨¢s necesarios que nunca. En este sentido, se deber¨ªa exigir de nuestros gobernantes el estar a la altura de las circunstancias, haciendo ejercicios de pedagog¨ªa constantes para no confundir el enemigo, pues este fue precisamente el sentido de los atentados: crear un estado de divisi¨®n interna, sembrar el terror de la sospecha.
Es negativa, si esta reivindicaci¨®n conlleva una escisi¨®n de la sociedad y la criminalizaci¨®n del ¡°otro¡±
Es, por eso, momento de dejar a un lado los debates est¨¦riles por esencialistas, sobre la posibilidad de conjugar el islam con la democracia. Lo cierto es que, en esta guerra a los b¨¢rbaros, son ellos, los musulmanes que piensan que si es posible, los que lo desean, los ¨²nicos que pueden ganar la batalla. En ese sentido, las sociedades occidentales no solo cometer¨ªan un gran error t¨¢ctico al no darles el apoyo necesario, sino tambi¨¦n una doble injusticia al convertirlos en la cabeza de turco de los cr¨ªmenes perpetrados por otro.
El sentido de los atentados fue crear un estado de divisi¨®n interna, sembrar el terror de la sospecha
En estos d¨ªas de himnos y banderas, deber¨ªamos pensar que cada uno de estos s¨ªmbolos no son solo un motivo de orgullo, por lo que en ellos hay de triunfo, sino tambi¨¦n una ocasi¨®n para la reflexi¨®n, por lo que en ellos hay de error. Porque detr¨¢s de ellos occidente sembr¨® muchos vientos que ahora se tornan tempestades, porque bajo su manto se ha ocultado la incapacidad de dar a los j¨®venes ¨Cesos que van a buscar a la guerra santa un sentido, una profesi¨®n- un proyecto de futuro. La Europa de la precariedad deber¨ªa entender de una vez los costes de sacrificar a la juventud. Si esta reflexi¨®n no es llevada a cabo, si Europa, es decir, occidente, cede a las presiones populistas de la extrema derecha, a sus instintos m¨¢s bajos, la justicia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, que es por lo que Europa combati¨® contra s¨ª misma durante siglos, no significar¨¢n nada y ellos, los b¨¢rbaros, habr¨¢n ganado la guerra.
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