El Salado intenta revivir 15 a?os despu¨¦s de la masacre
El Gobierno de Juan Manuel Santos finaliza su programa de viviendas gratuitas en la localidad del departamento de Bol¨ªvar En el a?o 2000, m¨¢s de 400 paramilitares torturaron y asesinaron a un centenar de personas
Cuentan los vecinos de El Salado que durante dos a?os el pueblo qued¨® vac¨ªo. Sucedi¨® justo despu¨¦s del 18 de febrero de 2000, cuando cerca de 450 paramilitares entraron a sangre y fuego y escribieron otro execrable cap¨ªtulo en la historia de la violencia en Colombia. Unas 100 personas fueron torturadas hasta la muerte durante cinco d¨ªas. En el 15? aniversario de una de las peores masacres del pa¨ªs, esta vereda a una hora de la costa caribe?a, celebr¨® el jueves una jornada de fiesta. Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, decidi¨® terminar su plan de 100.000 viviendas gratuitas en "esta simb¨®lica localidad", seg¨²n sus propias palabras.
En una nueva placita, enmarcada entre algunas de las 100 casas entregadas, los habitantes de El Salado buscaban sitio y resguardo del sol bajo una carpa instalada para los fastos por el Estado. Los agraciados y los que simplemente ven¨ªan a compartir la jornada de fiesta vest¨ªan camisetas blancas con el lema "Cumplimos" que varios funcionarios les hab¨ªan entregado en la entrada del evento. Mientras esperaban la llegada del presidente colombiano, los saladeros repart¨ªan sus historias entre la multitud de periodistas y sus hijos seduc¨ªan al personal con sus sonrisas y sus travesuras. Los aproximadamente 1.200 habitantes de este pueblo de chozas de paja y palos, calles sin asfaltar y alcantarillado por instalar, comparten una historia similar. Todos son v¨ªctimas de la violencia, el desplazamiento y la pobreza end¨¦mica consecuente.
La primera vez que Evelio Pedrosa tuvo que salir de su casa fue en 1997 por culpa de los paramilitares. Regres¨® el mismo a?o cansado de malvivir vendiendo boletas en un medio que no era el suyo, la ciudad de Monter¨ªa. "Soy de campo", dice, "s¨¦ arar la tierra y criar marranos para venderlos". A su lado, su mujer Leida Fern¨¢ndez le recuerda que gracias a ella la segunda vez que tuvo que huir a la ciudad, en la matanza de 2000, se encontr¨® con un poco m¨¢s de suerte. "Yo le ense?¨¦ a vivir all¨¢". Volvieron a El Salado definitivamente en 2006 y ahora celebran que les ha tocado una casa de 76 metros cuadrados con dos habitaciones, un sal¨®n y zona exterior para la cocina y el patio de ropas.
Pedrosa dice que lleg¨® por poco al sorteo que se celebr¨® en el pueblo para el reparto de las 100 casas. Su familia, como el resto de beneficiarios, tuvo que justificar que estaban en situaci¨®n de pobreza extrema, que eran v¨ªctimas de la violencia y el desplazamiento o que hab¨ªan perdido su casa durante la ola invernal de 2012, m¨¢s conocida como La Ni?a. El ej¨¦rcito azul, formado por funcionarios del departamento de Prosperidad Social (ANSPE), se encarga de verificar cada caso antes de incluir a los seleccionados en el bombo que decidir¨¢ su futuro.
"Nos llamaron populistas y demagogos", afirm¨® un exaltado Santos ante los vecinos del pueblo, acompa?ado por un s¨¦quito de ministros, cargos p¨²blicos de la regi¨®n, su vicepresidente Germ¨¢n Vargas Lleras, y hasta el expresidente chileno Sebasti¨¢n Pi?era que acab¨® bailando una cumbia con uno de los vecinos. "Hoy cumplimos esa promesa". No quiso agradecimientos, dijo que era un funcionario p¨²blico y que estaba al servicio de los ciudadanos. Pero s¨ª envi¨® un mensaje a sus antecesores: su programa de vivienda p¨²blica y gratuita se sustenta sobre una nueva estrategia. Los constructores que se presentaron al concurso p¨²blico ten¨ªan que cumplir un requisito: "Primero construyan y luego les pagamos", apunt¨® el mandatario colombiano. Las familias que ocupar¨¢n estas casas solo tendr¨¢n que asumir el coste del agua y la luz, no tendr¨¢n que pagar el alquiler hasta pasados 10 a?os, momento en el que podr¨¢n vender o rentar las fincas.
"El Salado es una peque?a maqueta de Colombia", ejemplific¨® Claudia Garc¨ªa, directora de la Fundaci¨®n Semana, organizaci¨®n que desde hace m¨¢s de un lustro trabaja en la zona con programas de reconstrucci¨®n. Este peque?o territorio intenta sobrevivir al olvido no solo recuperando la rutina que una vez la violencia les neg¨®, tambi¨¦n sirve de laboratorio para el resto del pa¨ªs. Los saladeros perdieron sus casas y sus tierras, su sustento.
Humberto Torres, uno de sus vecinos de 40 a?os, tambi¨¦n desplazado, se acerc¨® al evento como representante de esa otra parte del posconflicto al que deber¨¢ enfrentarse el pa¨ªs. Huy¨® de su casa despu¨¦s de ver a sus primos morir, ocup¨® un predio junto a otras familias y ahora la Justicia se lo reclama. "Estoy aqu¨ª para entregarle una carta al presidente", dijo buscando cualquier tipo de ayuda. "Tengo de plazo hasta diciembre, no puedo abandonar las tierras que llevo trabajando 20 a?os, no me pueden volver a victimizar". Torres miraba las nuevas casas de sus vecinos y se le escap¨® un pensamiento, casi una conclusi¨®n: "Est¨¢n muy bien, pero est¨¢n hechas al estilo de la ciudad, ?d¨®nde vamos a poner los animales?, ?lo nuestro?, ?d¨®nde vamos a poder hacer lo que nosotros sabemos hacer? La tierra".
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