La ruta de los Balcanes se estrecha
Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia solo dejan pasar a sirios, afganos e iraqu¨ªes
Al centro de refugiados de Krnjaca, a las afueras de Belgrado, se llega por un camino solitario junto a un poblado de chabolas y perros merodeando. Varios barracones se extienden sobre una explanada silenciosa. A uno de ellos lleg¨® hace dos semanas Thomas, un nigeriano de 36 a?os que es pastor evang¨¦lico. Con ¨¦l hay sudaneses, et¨ªopes, somal¨ªes, marroqu¨ªes¡ Su nacionalidad es, desde hace tres semanas, raz¨®n suficiente para bajarlos de un tren, para apearlos de la esperanza de llegar a la Uni¨®n Europea.
Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia, los pa¨ªses de la ruta balc¨¢nica que atraviesan los refugiados, ya solo permiten el paso a sirios, iraqu¨ªes y afganos. A Thomas y al resto los consideran ¡°emigrantes econ¨®micos¡± y los apartan del r¨ªo humano que nace en el Egeo y que no ha dejado de fluir desde enero hacia el norte de Europa pese al invierno y los dem¨¢s peligros de la ruta. Solo por Serbia han pasado ya medio mill¨®n de personas.
Thomas viene de Bama, una ciudad castigada por el terror islamista de Boko Haram. Dice que a su padre lo mataron los yihadistas el a?o pasado y que decidi¨® huir a Noruega por ¡°la crisis religiosa¡±, dice, al ser ¨¦l cristiano. Est¨¢ en el pasillo, junto a las habitaciones, cada una de tres camas tristes. Fuera hace fr¨ªo, hay dos grados de temperatura. Esquiv¨® los controles en Macedonia, lleg¨® andando a trav¨¦s de los bosques por Serbia y lo pararon en la gris estaci¨®n de Sid, la ¨²ltima ciudad serbia antes de la frontera con Croacia. ¡°No puedo cambiar el color de mi piel. Me bajaron del tren¡±, dice resignado.
Ashjan, una iraqu¨ª de 20 a?os, es de las que sigue en el camino. Acaba de llegar a Adavseci, al viejo hotel de carretera abandonado donde descansan los refugiados antes de cruzar a Croacia en tren. Va a Alemania con su padre y su hermano de 13 a?os. Lleva las u?as pintadas, pantalones y velo, zapatillas con calaveras: ha escogido para huir la ropa que lleva dos a?os sin poder ponerse. ¡°Con el ISIS todo est¨¢ prohibido. No puedes comprar, ni escuchar m¨²sica, ni salir a la calle, ni llevar pantalones¡±, cuenta.
Papeles falsos
El fr¨ªo no detiene la huida masiva, pero complica las cosas. Los m¨¦dicos est¨¢n viendo ya hipotermias, fiebre, infecciones respiratorias, ampollas en los pies, embarazadas exhaustas. ¡°Esto solo va a empeorar conforme avance el invierno, y estamos muy preocupados porque aqu¨ª se pueden alcanzar hasta 15 grados bajo cero¡±, advierte el coordinador sobre el terreno de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF) en Serbia.
En este hotel destartalado, a 20 minutos en coche de la estaci¨®n, una madre viaja con cuatro ni?os y un beb¨¦. Se les dan guantes, abrigos, gorros. Una familia cena unas latas, otros cargan los m¨®viles. Todos han tenido que pagar los 35 euros que cuesta atravesar Serbia en autob¨²s desde Macedonia y han pasado por registros y cribas de nacionalidades.
Hay quien ha logrado evitar esos controles. Sin bajar de uno de los autobuses para tratar de pasar desapercibidos, viaja un matrimonio de treinta?eros iran¨ªes junto a un amigo. Llevan papeles afganos. Los compraron cuando llegaron en barcaza a la isla griega de Lesbos al enterarse de que estaban bloqueando a todo el que no fuera iraqu¨ª, sirio o afgano. ¡°No quiero mentir, pero es necesario. ?Qu¨¦ otra cosa podemos hacer?¡±, dice la mujer, que no quiere que figure su nombre.
Esta pol¨ªtica convierte a las mafias en la principal respuesta para quienes necesitan continuar el viaje por el que han arriesgado la vida y que se vuelve a¨²n m¨¢s peligroso. Tambi¨¦n influye sobre el ritmo de llegadas: de 60 autobuses que llegaban cada d¨ªa a la frontera, ahora son 40, aunque en ese descenso, explica Lydia Gall, coordinadora de Human Rights Watch (HRW) en la zona, hay otros factores decisivos como el mal tiempo en el Egeo y la mayor implicaci¨®n de Turqu¨ªa en contener el flujo. Gall asegura que el filtro por pa¨ªs de procedencia ¡°viola totalmente los derechos humanos y el estatuto del refugiado¡±. ¡°El derecho de asilo es individual y las solicitudes se eval¨²an en funci¨®n de las circunstancias personales¡±, no de las nacionalidades, explica.
Serbia da la oportunidad, a los que no tienen esas tres nacionalidades, de pedir asilo en su territorio. Iniciar los tr¨¢mites es un requisito para quedarse en el centro de refugiados de las afueras de Belgrado donde est¨¢n Thomas y otros africanos. No hay muchos interesados en quedarse en Serbia, y adem¨¢s, desde 2008 Belgrado solo ha reconocido como refugiados a 21 personas, seg¨²n HRW. El proceso es lento. Farhim, un somal¨ª de 19 a?os, lleva siete meses en ese centro esperando una respuesta despu¨¦s de haber hecho dos entrevistas. ¡°No tengo dinero, ni respuesta positiva o negativa¡±, afirma.
En el centro de refugiados de Belgrado, el nigeriano Thomas dice que va a esperar en Serbia a que se elimine la medida que les descarta para seguir adelante la ruta. Detr¨¢s de ¨¦l una mujer que restriega a mano unas zapatillas en el lavabo se queja de que todo el mundo les dice que no saben nada. Con solemnidad, Thomas pide a la UE que ayude a los africanos que ya est¨¢n en Europa. Otro nigeriano explica que regresar no es una opci¨®n: ¡°Hemos llegado demasiado lejos como para volver¡±.
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