La pen¨²ltima parada de Europa
Miles de migrantes kurdos sobreviven a la intemperie a la espera de cruzar el canal de la Mancha y alcanzar Inglaterra
Casi 3.000 personas se calientan con el fuego de varias hogueras a la intemperie, donde tambi¨¦n cocinan habas, se hierven leche y fr¨ªen un huevo frito. Sus camas se limitan a un par de mantas sobre el lodo que estos d¨ªas dejan las intensas lluvias. Sus aseos, unos 20 para los miles de personas all¨ª acampadas, son de pl¨¢stico, sucios, con restos de las defecaciones del usuario anterior. Este panorama se repite a lo largo de hasta seis campamentos de refugiados en el norte de Francia. Este es el de Grande-Synthe, a las afueras de Dunkerque.
¡°Las condiciones son insalubres y terribles¡±, explica Andr¨¦ Jincq, director adjunto de operaciones de M¨¦dicos sin Fronteras (MSF). Esta localidad lim¨ªtrofe con B¨¦lgica de apenas 22.000 habitantes se ha convertido desde el pasado verano en el hogar de kurdos iraqu¨ªes, kurdos iran¨ªes, yazid¨ªes y un peque?o grupo de vietnamitas que, por diferentes motivos, han abandonado sus hogares. Les une, no obstante, el mismo sentimiento que a la vez alimenta sus esperanzas para salir de este infierno donde el lodo lo inunda literalmente todo: cruzar el canal de Mancha y alcanzar Reino Unido.
¡°Inglaterra est¨¢ bien. Sabemos el idioma, hay trabajo y vivienda¡±, explica Arash Faramarzi, un yazid¨ª del Kurdist¨¢n iran¨ª que habita junto a sus dos hermanos, cu?ada y sobrinos en este campo. Han sido afortunados pues ocupan una caseta que construyeron voluntarios belgas y que, por fortuna, se encuentra un metro sobre el suelo. ¡°Tenemos las mejores vistas¡±, bromea tras ofrecer una taza de t¨¦, pan y queso, no sin antes obligar a lavarse las manos embarradas con una toallita de beb¨¦. ?l no tiene dinero para continuar su camino y desde el suelo del cub¨ªculo se percibe que espera pasar all¨ª mucho m¨¢s tiempo del deseado. ¡°No puedo pagar el viaje. S¨®lo quiero traer a mi esposa y mi hija conmigo¡±, solloza mientras indaga qu¨¦ idioma se habla en B¨¦lgica y en Holanda. Parece que todas las posibilidades est¨¢n abiertas para ¨¦l.
Brahim (como prefieren que le llamen), ingeniero inform¨¢tico del Kurdist¨¢n iraqu¨ª de 28 a?os, opina que la situaci¨®n es ¡°terror¨ªfica¡±. ?l huy¨® de una localidad cercana a Mosul al ver que el autoproclamado Estado Isl¨¢mico (ISIS, por sus siglas en ingl¨¦s) iba a tomar la ciudad. ¡°Me fui con mi familia, que ahora est¨¢ repartida entre Turqu¨ªa y Alemania", donde dos de sus tres hermanas decidieron solicitar el asilo. Brahim, alto, moreno y limpio de arriba abajo ¡ªalgo que llama la atenci¨®n en medio de estas arenas casi movedizas¡ª explica sobre un camino de pal¨¦s colocados a modo de puente c¨®mo se las arreglan para salir de all¨ª: ¡°Traficantes albaneses. ?Los amo!¡±, exclama.
El patr¨®n funciona igual para todos. ¡°Las mafias contactan con nosotros. A veces vienen al campo [que es abierto y est¨¢ vigilado por un par de furgones de la polic¨ªa local] y nos organizan por grupos de 10 o 15 personas¡±, explica mientras continua desvelando con extrema discreci¨®n el modus operandi de los traficantes. ¡°Nos env¨ªan un mensaje con unas horas de antelaci¨®n para que vayamos por la noche a cierto punto de la autopista donde hay un cami¨®n al que debemos subirnos¡±. El precio: 4.000 euros por adulto. ¡°?Los ni?os pagan la mitad!, sostiene su compatriota M., que tiene tres; uno de dos a?os, otro de seis y otro de nueve. Brahim explica que el camionero ¡°no se entera¡± y que se esconden donde va la mercanc¨ªa, algo que no pueden tocar ¡ªo comer, si se trata de alimentos¡ª bajo ning¨²n concepto pues las autoridades sabr¨ªan que alguien ha estado en el interior. El pago se puede efectuar en met¨¢lico o al llegar a Inglaterra a trav¨¦s de compa?¨ªas de env¨ªo de dinero como Wetern Union. ?Y si no pagan? ¡°Ellos saben que hemos llegado. All¨ª tienen su gente y nos perseguir¨ªan¡±, susurra mirando de un lado a otro.
M., en cambio, pagar¨¢ en efectivo. ?l sostiene desde el exterior de lo que es su casa desde hace dos meses y medio ¡ªuna especie de carpa de circo a rayas blancas y verdes con estufa de le?a¡ª que tiene dinero suficiente para cruzar. ¡°Ahora mismo tengo envuelto en pl¨¢stico unos 35.000 euros¡±, confiesa. Y as¨ª los cientos de familias que pasan los d¨ªas a la intemperie con el ¨²nico apoyo de MSF y unos pocos voluntarios, escasamente organizados. Como la ginec¨®loga Maite Leblond, que trata a j¨®venes embarazadas. A pesar de llevar tanto dinero encima y de que las condiciones en el campo son extremadamente dif¨ªciles, M. sonr¨ªe¡¡±Aqu¨ª no nos robamos. Todos estamos igual¡±, se?ala.
Todas las noches, entre las nueve y las cinco de la ma?ana, seg¨²n cuentan los propios migrantes, un grupo sale a probar suerte. ¡°Las cosas est¨¢n muy complicadas¡±, explica un joven de Kirkuk. ¡°Desde hace unos meses los controles son muy fuertes¡±. Cuentan que hay tres y que siempre se topan con un perro que husmea para identificar personas. Un amigo de M. lo intent¨® el jueves por la noche y ahora tendr¨¢ que pasar unos d¨ªas en la comisar¨ªa de Lille (Francia). Pero sus amigos se lo toman con humor. ¡°Volveremos a intentado, pero no sabemos cu¨¢ndo¡±, indican subiendo los hombros. Ya les avisar¨¢n.
M¨¦dicos sin Fronteras, que ha llegado a calificar este campo de ¡°basurero a cielo abierto¡±, seg¨²n las palabras de uno de sus asistentes sociales, Rewan Hussein, anunci¨® el pasado viernes la construcci¨®n de hasta 500 tiendas m¨¢s s¨®lidas para que los cientos de familias ¡°puedan atravesar el invierno m¨¢s dignamente¡±, seg¨²n un comunicado. ¡°Para un ser humano es dif¨ªcil vivir as¨ª. Ni los animales viven de esta forma¡±, declar¨® Ali un iran¨ª de 21 a?os, a la organizaci¨®n.
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