Encontrar al mosquito del zika, casa por casa
Los soldados acompa?an a los agentes de sanidad para desinfectar los hogares y buscar las larvas
En un d¨ªa normal de trabajo, Mirley Mora llama a la puerta de hasta 150 casas bajas de la zona oeste de S?o Paulo. Cuando alguien atiende, le explica que trabaja en el Ayuntamiento, que est¨¢ realizando una acci¨®n para combatir el Aedes aegypti, el mosquito que transmite el dengue, la chikungu?a y el zika, el virus que recientemente se est¨¢ extendiendo por toda Am¨¦rica. Y despu¨¦s entra en el inmueble para buscar una larva menor que un grano de arroz a la que, seguramente, le est¨¢n creciendo ya las alas. Puede estar en cualquier parte. Mirley es uno de los 2.500 funcionarios municipales que, ahora escoltados por soldados, luchan para que no prolifere el Aedes aegypti. El mosquito (o la larva) puede esconderse en un desag¨¹e que no funciona bien, en el cubo donde la familia guarda el agua para el perro o en las hojas h¨²medas de una planta. Basta un poco de agua acumulada para que la larva consiga transformarse r¨¢pidamente en un mosquito que durante 45 d¨ªas picar¨¢ a todo humano que encuentre en el camino.
Mirley tiene que evitarlo. Y r¨¢pido. En febrero, las lluvias empiezan a ser m¨¢s frecuentes y la mezcla de agua y calor le ofrecer¨¢ al mosquito mejores condiciones para proliferar. Y entonces es cuando generalmente se produce el auge de la epidemia del dengue. Pero esta vez la enfermedad que circula desde hace d¨¦cadas por Brasil puede ir acompa?ada del zika, el virus que, seg¨²n los especialistas, produce la microcefalia, una malformaci¨®n fetal que desde octubre del a?o pasado puede haber afectado a 3.448 beb¨¦s. La misma presidenta brasile?a, Dilma Rousseff, alert¨® este viernes sobre la gravedad y la urgencia de la situaci¨®n: ¡°Estamos perdiendo la batalla contra el mosquito. No voy a decir ahora que la estamos ganando. Pero ganaremos la guerra¡±.
En el jard¨ªn de una f¨¢brica, Mirley se acerca a una bromelia. Con una pipeta, saca un poco de agua acumulada entre los p¨¦talos y, finalmente, encuentra una larva. ¡°Mira¡±, muestra, victoriosa; ¡°una muy peque?a¡±. La empleada de mantenimiento de la f¨¢brica, Claudia Ferreira, se r¨ªe: ¡°Ya dec¨ªa yo que aqu¨ª hab¨ªa un foco de mosquitos. Siempre que limpio me acribillan¡±, cuenta. El a?o pasado, Claudia contrajo el dengue, al igual que otro trabajador de la empresa. ¡°Creo que es mejor que quit¨¦is esta planta¡±, aconseja Mirley. ¡°Si tienes un machete sacadla ya de ah¨ª¡±.
13 de febrero, ¡®D¨ªa D¡¯
Adem¨¢s de los casi 2.000 agentes de las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Defensa destinar¨¢ el 60% de sus hombres para luchar contra el transmisor del virus del zika, en una especie de D¨ªa D.
Todos los representantes del Ej¨¦rcito, la Fuerza A¨¦rea y la Marina, independientemente del rango, saldr¨¢n a la calle. Se quedar¨¢n en los cuarteles, solo, los militares que desempe?en un papel esencial para el funcionamiento de las unidades, explica el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el almirante Ademir Sobrinho.
Un total de 220.000 efectivos saldr¨¢ a la calle el 13 de febrero para distribuir folletos sobre la necesidad de que la poblaci¨®n colabore en la lucha contra los focos de proliferaci¨®n. Entre el 15 y el 18 del mismo mes, 50.000 soldados continuar¨¢n trabajando en las capitales y ciudades con m¨¢s incidencia de casos de dengue.
La labor de estos agentes dio poco resultado el a?o pasado. El Aedes aegypti consigui¨® propagarse y caus¨® una epidemia r¨¦cord de casos de dengue. Debido a la alarma producida por el zika, la brigada cuenta en la actualidad con la ayuda del Ej¨¦rcito. Jacinto, un soldado de 20 a?os, es el nuevo compa?ero de Mirley. Habla poco, pero est¨¢ all¨ª para evitar que los vecinos se nieguen a que los trabajadores del Ayuntamiento entren en sus casas.
¡°Muchos desconf¨ªan, no nos dejan entrar por miedo¡±, explica Mirley. Cuenta que el a?o pasado unos ladrones robaron los chalecos azules de algunos agentes y, aludiendo que informaban sobre el Aedes aegypti, aprovechaban para entrar en las casas y robar a las familias. La Secretar¨ªa de Sanidad no ha confirmado esta informaci¨®n. ¡°Pero el rumor circul¨® y gener¨® que los vecinos se resistieran a las visitas. Hay gente que cree que mentimos, pero que cuando ve al Ej¨¦rcito se tranquiliza¡±. Esta tarde, la presencia del soldado funciona en casi todos los casos. Menos en uno. Con una sonrisa inc¨®moda, un vecino afirma que ¨¦l mismo ya ha revisado su casa. Lo ¨²nico que puede hacer Mirley, por ley, es anotarlo en la ficha. Lo intentar¨¢n de nuevo m¨¢s tarde.
El combate contra el mosquito es dif¨ªcil porque se tiene que hacer en todas y cada una de las casas. Sin excepci¨®n. A quien sigue las instrucciones le puede picar todav¨ªa un mosquito criado en la casa de un vecino menos cuidadoso. Eso le sucedi¨® a la profesora Luana Honorato, de 31 a?os. A mediados del a?o pasado, su madre y ella tuvieron el dengue. El due?o de la casa de al lado dej¨® algunas plantas abandonadas en el inmueble cuando se mud¨®. ¡°El dolor era terrible y ten¨ªa muchas manchas rojas por todo el cuerpo, que picaban mucho¡±, recuerda. ¡°Quer¨ªa quedarme embarazada otra vez, pero ahora tengo miedo. Una mujer embarazada ya tiene muchas cosas de las que preocuparse¡ Y ahora, esto del zika¡¡±.
Entre narcotraficantes
Si el virus del zika ha tra¨ªdo algo positivo ha sido justamente el refuerzo que se est¨¢ haciendo en las acciones contra el Aedes aegypti. Hace d¨¦cadas que el mosquito transmite libremente el dengue, una enfermedad que en algunos casos deriva en una hemorragia fatal. Sin embargo, Brasil todav¨ªa tiene que encontrar una forma de resolver un problema com¨²n, que obstruye el trabajo diario de estos agentes municipales: la dificultad para entrar en ¨¢reas dominadas por el tr¨¢fico de drogas, zonas con altos ¨ªndices de pobreza, donde el mosquito prolifera m¨¢s f¨¢cilmente. En muchos de estos en estos lugares no hay agua corriente. Tiene que almacenarse en cubos. Las casas est¨¢n pegadas unas a las otras y abrigan a familias numerosas, lo que facilita que la enfermedad se expanda. Por ley, los soldados no pueden reaccionar si son atacados en un ¨¢rea civil, por eso no acompa?ar¨¢n a los agentes a las favelas.
No es raro que los agentes, en su d¨ªa a d¨ªa, tengan que negociar con traficantes en la entrada de esas zonas. Una vez, Mirley tuvo que hacer su trabajo escoltada por traficantes armados, que quer¨ªan asegurarse de que no se trataba de una operaci¨®n policial encubierta. El equipo nunca m¨¢s volvi¨® a ese lugar.
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