La Corte Penal juzga al primer acusado de destruir patrimonio cultural
La fiscal¨ªa acusa a Achmad al Mahdi al Faqi de cr¨ªmenes de guerra por monumentos en Tombuct¨²
La Corte Penal Internacional (CPI), con sede en La Haya, ha calificado de crimen de guerra la destrucci¨®n de bienes culturales, y este martes, el maliense Achmad al Mahdi al Faqi, alias Abu Turab, afronta la confirmaci¨®n del cargo de haber ordenado, en 2012, la demolici¨®n de tumbas sagradas, y de la mezquita de Sidi Yahya, del siglo XV, en Tombuct¨² (Mal¨ª). Presunto miembro de un tribunal islamista asociado al grupo terrorista Ansar Din, Al Mahdi es de la etnia tuareg y fue entregado a la Corte en 2015 por el Gobierno de la vecina N¨ªger. Tras la vista preliminar, los jueces deben fijar la fecha de apertura del juicio.
De 40 a?os, el acusado afirma ser graduado en magisterio y funcionario del Ministerio de Educaci¨®n en la propia Tombuct¨². El grupo extremista al que pertenec¨ªa hab¨ªa luchado en Libia a las ¨®rdenes de Gadafi, y portaba armas all¨ª obtenidas. En el a?o 2013, escap¨® a N¨ªger, y a pesar de que fue extraditado por el Gobierno vecino, su expediente pertenece al caso de Mal¨ª, uno de los 10 pa¨ªses investigados oficialmente por la fiscal¨ªa de la CPI. Fatou Bensouda, su jefa, ha decidido considerar un crimen de guerra la destrucci¨®n del patrimonio cultural porque borrar la memoria y herencia colectivas equivale a anular a las personas. ¡°Es un asalto a la dignidad e identidad; a las ra¨ªces hist¨®ricas y religiosas¡±, ha dicho. Al Mahdi es, adem¨¢s, el primer miembro de un grupo armado islamista que comparece ante la Corte.
Los monumentos arrasados pertenec¨ªan al sufismo, una de las denominaciones del aspecto m¨ªstico del islam. Para Ansar Din, vinculado a Al Qaeda y representante del fundamentalismo isl¨¢mico, eran lugares blasfemos. La versi¨®n de la shar¨ªa (ley isl¨¢mica) que pretend¨ªan imponer en todo Mal¨ª, convertido en una teocracia estricta, solo admite la invocaci¨®n de Mahoma, el profeta. Nunca la de un ser humano cualquiera. Tombuct¨², tambi¨¦n llamada ¡°la ciudad de los 333 santos¡±, era uno de sus principales objetivos porque conserva numerosas tumbas y mausoleos consagrados a figuras del sufismo. Hecha sobre todo de barro, y amenazada por la desertizaci¨®n, demolerlos resultaba a su vez muy f¨¢cil.
Hasta la fecha, los causantes del derribo de estatuas o la voladura de restos de ciudades milenarias han escapado a la justicia internacional. Hay ejemplos muy cercanos, como las ruinas romanas de Palmira, a manos de los yihadistas del Estado Isl¨¢mico (ISIS), en Siria. O bien los Budas de Bamiy¨¢n, en Afganist¨¢n, por culpa de los talibanes. La p¨¦rdida, en 1993, del Puente Viejo (siglo XVI) de la ciudad bosnia de M¨®star, s¨ª figur¨® en el pliego de cargos presentado contra el comandante croata Slobodan Praljak, por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). Pero no de forma especial, como sucede ahora con Al Mahdi. La UNESCO, que hab¨ªa denominado patrimonio de la humanidad los monumentos asaltados en Mal¨ª, ha colaborado en su reconstrucci¨®n. Otro tanto hizo con el puente de M¨®star.
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