Los 15 d¨ªas en los que Brasil enloqueci¨®
Desde el 4 de marzo en que fue detenido Lula, el pa¨ªs vive en una espiral creciente de inestabilidad
El viernes 4 de marzo, a las seis de la ma?ana, la polic¨ªa brasile?a prend¨ªa al expresidente Lula da Silva en su casa de S?o Paulo y se lo llevaba a declarar, acusado de corrupci¨®n, a la comisar¨ªa de un aeropuerto. En los 15 d¨ªas posteriores el pa¨ªs ha vivido en un paroxismo institucional creciente a base de multitudinarias manifestaciones callejeras de uno y otro lado, divulgaci¨®n de conversaciones privadas ¨Cy comprometedoras- entre la presidenta de la Rep¨²blica y Lula, y el nombramiento de ¨¦ste como ministro, recusado posteriormente por un juez del Tribunal Supremo alegando que el expresidente quiere escapar de la Justicia escondi¨¦ndose en el cargo. Nada indica que este frenes¨ª enloquecedor vaya a ceder.
Solo Lula, presidente durante ocho a?os, icono vivo de la izquierda brasile?a y latinoamericana, el pol¨ªtico m¨¢s popular ¨Cy tambi¨¦n m¨¢s odiado- del pa¨ªs, es capaz de galvanizar y polarizar as¨ª a los brasile?os. Bast¨® que su detenci¨®n se hiciera p¨²blica para que la crisis pol¨ªtica que dorm¨ªa anestesiada entre el verano y el Carnaval se revolucionara hasta el frenes¨ª. La polic¨ªa ¨Cpor orden del juez de Curitiba S¨¦rgio Moro, que instruye el macroproceso de Petrobras, quer¨ªa interrogar al ex presidente, entre otras cosas, sobre una casa en la playa en Guaruj¨¢ (S?o Paulo) y una casa de campo en el interior del Estado, en Atibaia (tambi¨¦n S?o Paulo). El juez sospecha que ambas propiedades son regalos encubiertos de empresas envueltas en la red de sobornos de Petrobras. Lula lo neg¨® encendidamente ante la polic¨ªa. Eso s¨ª, sin dejar de ser Lula a lo largo de todo el interrogatorio. Su declaraci¨®n ¨ªntegra est¨¢ llena de comentarios pol¨ªticos, de chistes, de palabrotas o de historietas de su mandato: para explicar algo relacionado con las dietas de los viajes, cont¨®, sin que viniera muy a cuento, que en su primer desplazamiento a la ONU como presidente, sus escoltas, que no cobraban mucho, llevaban un guiso de pollo de casa. Pensando que era el microondas, para calentarlo lo metieron en la caja fuerte de su habitaci¨®n del Waldorf Astoria. ?¡°A¨²n debe estar ah¨ª el pollo¡±, dice Lula.
Tras el interrogatorio, Lula, ya en la calle ¨Cpero sin perder la condici¨®n de investigado-, con l¨¢grimas en los ojos, acus¨® a Moro de querer montar un espect¨¢culo pol¨ªtico a su costa. ¡°Han querido matar a una jararaca (cobra venenosa de Brasil y Argentina) d¨¢ndole en la cabeza pero solo le han dado en la cola¡±, exclam¨®. Como contrapartida, las fuerzas de la oposici¨®n organizaron una manifestaci¨®n el domingo 13 contra el Gobierno de Dilma Rousseff (ya de por s¨ª muy debilitado por la recesi¨®n econ¨®mica y la falta de apoyo aliado en el Congreso), contra Lula y contra el Partido de los Trabajadores (PT), formaci¨®n de ambos. Fue la mayor marcha pol¨ªtica de la historia democr¨¢tica de Brasil. Solo en la Avenida Paulista de S?o Paulo salieron m¨¢s de 500.000 personas, seg¨²n el m¨¦todo de medici¨®n del diario Folha de S. Paulo. Muchos con pancartas alusivas a la serpiente.
Con el ambiente cada vez m¨¢s incendiado, tres d¨ªas despu¨¦s, el mi¨¦rcoles 16 por la ma?ana, el Gobierno confirmaba que Lula iba a ser nombrado ministro de la Casa Civil (especie de primer ministro) de Dilma Rousseff, es decir, de la mujer que el mismo Lula hab¨ªa designado para sucederle y que hab¨ªa ocupado ese mismo ministerio con ¨¦l de presidente. Con el estatus de ministro Lula ganaba un grado de inmunidad, pasaba a depender jur¨ªdicamente del Tribunal Supremo Federal y escapaba de su enemigo Moro. El Gobierno adujo motivos puramente pol¨ªticos. ¡°El presidente Lula (Rousseff us¨® el t¨¦rmino protocolario de presidente, revelador de la situaci¨®n, tan confusa como hilarante) viene para ayudar¡±. Los analistas a?ad¨ªan una tercera raz¨®n: Rousseff necesita del poder de persuasi¨®n, del carisma y del ascendente de Lula para convencer a los partidos aliados de votar en contra de la destituci¨®n parlamentaria (impeachment) que la presidenta debe afrontar en las pr¨®ximas semanas.
A las nueve de la noche de ese mi¨¦rcoles estall¨® una nueva bomba medi¨¢tica que coloc¨® al pa¨ªs en un espiral acelerada de la que a¨²n no se ha bajado: el juez Moro divulg¨® una comprometedora conversaci¨®n entre Rousseff y Lula, grabada por la polic¨ªa, que ten¨ªa pinchado el tel¨¦fono del expresidente, en la que la jefa del Estado, entre otras cosas, dec¨ªa: ¡°Ah¨ª te mando el papel. Es el acta [de ministro] ?salo si lo necesitas¡±. La frase, seg¨²n los investigadores, solo significa una cosa: si la polic¨ªa viene a prenderte por orden de Moro (¡°si lo necesitas¡±) utiliza el acta. La conversaci¨®n salt¨® a todos los telediarios de todas las cadenas, a todas las ediciones digitales de los peri¨®dicos, al Facebook de millones de brasile?os. Grupos anti-Dilma y anti Lula bloquearon la avenida Paulista, adue?¨¢ndose de la calle m¨¢s emblem¨¢tica de la ciudad, verdadero term¨®metro pol¨ªtico del pa¨ªs.
Al d¨ªa siguiente, Lula tom¨® posesi¨®n del cargo. Poco despu¨¦s, un juez de Brasilia impugnaba el nombramiento, dej¨¢ndolo en suspenso. Otros jueces hicieron lo mismo. El Gobierno, noqueado, debilitado hasta el extremo, arrinconado,recurri¨® ante instancias jur¨ªdicas superiores, que le iban dando la raz¨®n paulatinamente. Por la tarde, en d¨ªa lleno de sobresaltos, el Congreso votaba la apertura del proceso de destituci¨®n, que en 45 d¨ªas acabar¨¢ con Dilma Rousseff si antes ella ¨Co Lula- no consigue reunir los aliados necesarios.
El reloj del juicio pol¨ªtico, pues, empieza a correr a?adiendo a¨²n m¨¢s presi¨®n a una olla que est¨¢ a punto de estallar. Mientras tanto, todas las televisiones reproducen sin parar conversaciones privadas de Lula, productos de pinchazos policiales, en las que despotrica contra varias instituciones del pa¨ªs. En una de ellas se refiere al Tribunal Supremo Federal como un grupo de ¡°cobardes¡±. Los puentes entre Gobierno y jueces saltan por los aires: un magistrado de ese mismo tribunal le responde al d¨ªa siguiente: ¡°Son palabras propias de mentes aut¨®cratas y arrogantes¡±.
Ese viernes, la avenida Paulista, despejada por la ma?ana a manguerazos por la polic¨ªa de los anti-Gobierno, se llena por la tarde de decenas de miles de seguidores de Lula. 95.000, seg¨²n Folha de S. Paulo. Menos que en la manifestaci¨®n contraria del anterior domingo. Pero muchos: y formando un pi?a irreductible en torno a su l¨ªder, que no es Dilma Rousseff, sino el de siempre: Lula. ?l, con la camisa roja del PT, subido a un estrado en medio de la calle y de la multitud, asegur¨® que vuelve en son de paz pero advirti¨®, sum¨¢ndose al coro de voces que llevaban gritando lo mismo desde hac¨ªa varias horas: ¡°No habr¨¢ golpe¡±, es decir, no van a permitir que la presidenta sea destituida por medio de un juicio pol¨ªtico en el Congreso.
Solo media hora despu¨¦s de terminar la manifestaci¨®n se hizo p¨²blico otro auto judicial, esta vez firmado por un magistrado, precisamente, del Supremo Tribunal Federal, Gilmar Mendes, que volv¨ªa a dejar en suspenso ¨Caunque desde una instancia mayor y mucho m¨¢s importante-, el nombramiento de Lula. En este caso, adem¨¢s, le despojaba de la inmunidad obtenida devolvi¨¦ndole a las peligrosas manos de Moro. La decisi¨®n es recurrible, pero la sentencia definitiva la dictar¨¢n los 11 jueces de este tribunal, ¨¦sos a los que Lula tild¨® de cobardes en una de sus desaforadas conversaciones pinchadas.
Mientras tanto, el reloj del impeachment?sigue corriendo, imparable, hacia una votaci¨®n que se celebrar¨¢ dentro de un mes y medio y que convierte toda acci¨®n pol¨ªtica en un movimiento calculado de ajedrez en busca del jaque mate. Un activista anti-Gobierno acampado en la Avenida Paulista el jueves de madrugada, alertaba as¨ª a sus correligionarios: ¡°Tenemos por delante 45 d¨ªas decisivos¡±. Un sindicalista, el viernes, en la misma calle, en la manifestaci¨®n en apoyo de Lula, dijo a sus compa?eros exactamente lo mismo.
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