Las elecciones como catarsis colectiva
Si Dilma Rousseff decidiese convocar elecciones, estar¨ªa dando un ejemplo de responsabilidad republicana y de amor por el pa¨ªs
Empieza a perge?arse la idea de que Dilma Rousseff tenga que convocar nuevas elecciones generales ante la imposibilidad de seguir gobernando un pa¨ªs tan importante y cada vez m¨¢s hundido en una grave crisis pol¨ªtica, ¨¦tica y econ¨®mica.
Hoy habr¨ªa dos salidas. Una, jur¨ªdica, a trav¨¦s del Tribunal Superior Electoral, que investiga?las cuentas de campa?a de la presidenta; la otra,?a trav¨¦s de un proyecto de reforma constitucional. Esta ¨²ltima, sin embargo, es una opci¨®n que parece improbable por ahora, ya que?los parlamentarios estar¨ªan votando un proyecto que abreviar¨ªa su mandato en caso de que fuesen convocadas elecciones generales.
De ser as¨ª, estar¨ªamos ante una catarsis colectiva. La sociedad brasile?a est¨¢ viviendo, en efecto, una especie de tragedia griega de la que se han interesado, dentro y fuera del pa¨ªs, estudiosos, vi?etistas y gente com¨²n a trav¨¦s de las redes sociales.El humorista Jos¨¦ Sim?o, en su ¨²ltima columna del peri¨®dico Folha de S. Paulo, afirma ir¨®nico: ¡°Brasil necesita de una intervenci¨®n psiqui¨¢trica¡±.
Arist¨®teles, en su obra Po¨¦tica, analiza la catarsis como una purificaci¨®n conseguida a trav¨¦s del espect¨¢culo teatral de una tragedia.
Unas elecciones anticipadas, con su rito de acudir a las urnas en libertad para que los electores decidan soberanamente, podr¨ªa significar, en este momento de alta tensi¨®n pol¨ªtica y emocional, ese espect¨¢culo teatral del que habla el fil¨®sofo, capaz de aliviar tensiones acumuladas y hasta de librarnos de nuestros demonios internos.
En psicoan¨¢lisis, la catarsis puede convertirse en una terapia que ayuda al paciente a entender y controlar mejor sus emociones.
En las tragedias griegas el motivo de todas las desgracias era la hybris, o el orgullo desmedido que hace que los mortales se crean superiores a los dioses. Esa sensaci¨®n de superioridad, sea de los pol¨ªticos que de sus seguidores, es lo que lleva tantas veces al enfrentamiento de ideas en el que cada uno considera la suya no solo la mejor, sino la ¨²nica.
De ah¨ª la sensaci¨®n de estar viviendo una guerra civil entre hermanos, que llega a dividir a miembros de una misma familia y a enfrentar a amigos de una vida. Es una guerra de emociones en las que descargamos tambi¨¦n el peso de nuestros miedos interiores.
Los psic¨®logos alertaban estos d¨ªas sobre el peligro y la dificultad que la sociedad brasile?a est¨¢ encontrando para resolver ese enfrentamiento entre seguidores de uno u otro l¨ªder o partido pol¨ªtico, cada vez m¨¢s enconado, sin que se le vea una salida capaz de derribar los muros que est¨¢n siendo levantados como trincheras de guerra.
Esa salida podr¨ªa ser, sin duda, la de unas elecciones anticipadas que permitir¨ªan a la sociedad ir a las urnas para escoger a qui¨¦n se considere el mejor o la mejor para, en expresi¨®n de Lula da Silva, colocar en sus ra¨ªles a un ¡°Brasil descarrilado¡±.
Un movimiento de la calle reza: ¡°Que se vayan todos¡±, que significa que los brasile?os no aceptan m¨¢s a los pol¨ªticos corruptos sean del partido que sea.
Las elecciones ser¨ªan el momento para que la sociedad unida desaloje de la pol¨ªtica a los personajes que, aun con decenas de imputaciones judiciales a sus espaldas, acaban eterniz¨¢ndose en el poder.
La pol¨ªtica brasile?a necesita de sangre nueva. Si a la sociedad se le diese hoy la posibilidad de ir a las urnas, podr¨ªa tratarse de una de las elecciones m¨¢s importantes de su democracia. La experiencia ha demostrado que en los momentos cruciales de crisis y de peligro de involuci¨®n autoritaria, Brasil, como un todo, ha sabido responder con responsabilidad a la altura de sus desaf¨ªos.
Si Dilma Rousseff, ante las dificultades en que se encuentra de seguir gobernando, decidiese convocar elecciones, estar¨ªa dando un ejemplo de responsabilidad republicana y de amor por el pa¨ªs. Brasil podr¨ªa volver a respirar. Y la sociedad, de nuevo unida y pacificada, a trav¨¦s de esa catarsis colectiva, podr¨ªa empezar a otear horizontes menos amenazadores. Todo menos seguir emperrados en esa lucha in¨²til y peligrosa de los unos contra los otros, que solo dejar¨¢ heridas dif¨ªciles de cicatrizar.
La responsabilidad mayor, en todas las tragedias, es de quienes detienen mayor cuota de poder. Ya los romanos dec¨ªan: ¡°Corruptio optimi, pessima est¡±. La peor corrupci¨®n es la de los que se creen los mejores.
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