Jesucristo es un ¡®ready-made¡¯
Si algo define nuestra ¨¦poca es el uso religioso de lo que consideramos laico
¡°La religi¨®n es el opio de los pueblos¡±. La frase de Marx se ha convertido en unos de los grafitis m¨¢s repetidos de la historia. Su ¨¦xito comprueba la fuerza de lo que critica. Es dif¨ªcil encontrar sociedades ajenas a la fe, la superstici¨®n o el consumo, forma moderna de la teolog¨ªa. Si algo define nuestra ¨¦poca es el uso religioso de lo que consideramos laico.
Acabo de ver la leyenda en Oaxaca. Las letras de spray hab¨ªan sido trazadas sobre un muro antiguo, de cantera verde. En nombre de la raz¨®n, la pintura industrial te?¨ªa la piedra. El grafitero asum¨ªa una postura atea y al mismo tiempo revelaba una concepci¨®n sagrada de la escritura: el mensaje le parec¨ªa tan trascendente que pod¨ªa escribirlo donde fuera.
Mientras la religi¨®n desaparece como tema de estudio en las escuelas, las sociedades abrazan idolatr¨ªas que van de la pol¨ªtica del espect¨¢culo a la t¨¦cnica y el comercio.
Dependemos de aparatos cuyo funcionamiento ignoramos y nos prestigiamos a trav¨¦s de marcas. Sacar a los mercaderes del templo es in¨²til porque suyo es el reino. La aparici¨®n de un nuevo iPhone hace que los peregrinos duerman a las puertas de las capillas de Apple. ?Las aplicaciones de la telefon¨ªa han sustituido a las se?as de orientaci¨®n del Esp¨ªritu Santo? Tiempos de supercher¨ªas y talismanes, supervisados por el l¨¢piz ¨®ptico. Ante la absoluta supremac¨ªa de lo econ¨®mico, Marx habl¨® del fetichismo de la mercanc¨ªa, cuya fuerza hipn¨®tica es superior a la del opio.
En esta fase sacralizada del capitalismo, donde el CEO de un corporativo es m¨¢s importante que un presidente, el papa Francisco ha cobrado relevancia.
Mientras la econom¨ªa se mistifica, la Iglesia atraviesa un inesperado proceso de ¡°normalizaci¨®n¡±. Tiene un Pont¨ªfice jubilado y su sucesor lleva el nombre del patrono de los pobres, prepara su propia comida, carga su malet¨ªn y llega en Fiat a las reuniones donde los dem¨¢s jefes de Estado llegan en limusina. M¨¢s all¨¢ de estos gestos (en un oficio donde todo es gesto), Francisco acerca la agenda vaticana a h¨¢bitos mundanos: el divorcio, la homosexualidad, la incorporaci¨®n de mujeres a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica han dejado de ser temas tab¨². A¨²n no hay resoluciones decisivas al respecto, pero lo que antes era anatema se discute en el s¨ªnodo de la familia.
?Hasta d¨®nde pueden secularizarse creencias ultraterrenas? Curiosamente, en la ra¨ªz misma del cristianismo hay una voluntad de asociar lo divino con lo cotidiano. Para Kierkegaard, la figura de Cristo despoj¨® de aspecto sobrenatural a Dios al mostrar que un hombre puede serlo. Extendiendo la comparaci¨®n, el fil¨®sofo ruso-alem¨¢n Boris Groys ha dicho: ¡°Jesucristo es un ready-made¡±. La frase alude a Duchamp, que logr¨® algo similar en la est¨¦tica. Al elegir un urinario como obra pl¨¢stica ¡°ya hecha¡±, sugiri¨® que todo objeto puede ser arte.
Basado en el hombre com¨²n, el catolicismo se convirti¨® con los siglos en el imperio de los obispos enjoyados. Francisco busca volver a las palabras que Jes¨²s dijo a los pescadores. Pero lo hace en una ¨¦poca dominada por una religiosidad difusa, donde los creyentes m¨¢s fervorosos est¨¢n fuera del templo, abismados en la realidad virtual o los negocios, y ni siquiera saben que son creyentes.
A prop¨®sito de la corrupci¨®n de la Banca Vaticana, el Papa coment¨®: ¡°Si no sabemos cuidar el dinero, que se ve, ?c¨®mo vamos a cuidar las almas de los fieles, que no se ven?¡±. Lo cierto es que el dinero se ve cada vez menos; aparece como cr¨¦dito o inversi¨®n offshore en Panam¨¢.
La tecnolog¨ªa y el consumo han sacralizado lo profano. Del opio de los pueblos pasamos a la coca¨ªna que, en vez de adormecer, provoca la ilusi¨®n de dominar la realidad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.