El continente paralizado
La p¨¦rdida de mayor¨ªas en los parlamentos y la catarata de plebiscitos dificultan la pol¨ªtica europea
El viejo cuerpo pol¨ªtico europeo parece sufrir s¨ªntomas de una enfermedad degenerativa que paraliza su acci¨®n. Varios factores convergen en esa direcci¨®n. Por un lado, la creciente fragmentaci¨®n de los panoramas parlamentarios, que obliga a coaliciones gubernamentales heterog¨¦neas, d¨¦biles, y a menudo ineficaces; por el otro, la proliferaci¨®n del recurso al instrumento referendario, en ocasiones sacrosanto, pero en otras un elemento que cortocircuita grandes gestiones pol¨ªticas sin que la invocaci¨®n de la voluntad popular al respecto parezca tener una ratio indiscutible; por ¨²ltimo, la cada vez m¨¢s patente inadecuaci¨®n de la arquitectura pol¨ªtica comunitaria para afrontar muchos de los retos del siglo XXI.
Tras un inicio de siglo relativamente sereno, las crisis econ¨®mica y migratoria que se han abatido en los ¨²ltimos a?os sobre el continente est¨¢n provocando una acelerada y convulsa metamorfosis pol¨ªtica. Las familias que tradicionalmente han regido las suertes de los pa¨ªses europeos desde la posguerra ¡ªdemocristiana y socialdem¨®crata¡ª se hallan en claro declive en casi todo el horizonte continental. En muchos pa¨ªses europeos los dos grupos sol¨ªan conquistar juntos alrededor del 80% de los votos. Ahora, dif¨ªcilmente llegan al 50%. En la primera ronda de las presidenciales austriacas, apenas sobrepasaron el 20% entre las dos.
Ambas familias pagan el precio del descontento ciudadano en tiempos de depresi¨®n econ¨®mica, al ser leg¨ªtimamente consideradas responsables del actual estado de las cosas. Lo llamativo es que incluso en pa¨ªses exitosos como Alemania, el duopolio sufre. Una reciente encuesta apuntaba que los dos grandes partidos (CDU y SPD) por primera vez desde la posguerra no alcanzaban en conjunto el 50% de los votos.
La aparici¨®n de nuevos actores pol¨ªticos, la alternancia en el poder, la competici¨®n, la evoluci¨®n, son conceptos en abstracto muy positivos. Pero su materializaci¨®n en la arena pol¨ªtica europea conlleva desarrollos inquietantes. Por un lado, muchos de los nuevos actores tienen tintes populistas ¡ªde derechas o izquierdas¡ª que no dejan presagiar consecuencias luminosas; por el otro, la fragmentaci¨®n es tal que la tarea de componenda entre tan distintas instancias se presenta a menudo ¨ªmproba, a veces cuasi imposible. La impresi¨®n general es que, en varios casos, este estado de cosas merma la tarea ejecutiva.
El n¨²mero de consultas a la ciudadan¨ªa se ha triplicado en la Uni¨®n con respecto a los a?os setenta
El segundo eje de turbulencia es la catarata de plebiscitos en toda la geograf¨ªa europea. Seg¨²n un recuento publicado por The Economist recientemente, el n¨²mero de consultas se ha triplicado en el continente con respecto a los a?os setenta. El instrumento en s¨ª, por supuesto, se halla entre los m¨¢s nobles pilares de las democracias. Su abuso, sin embargo, puede tener un efecto paralizante.
Nadie es depositario de la verdad revelada que traza la frontera entre el uso correcto y el abuso del instrumento referendario. La historia de Suiza muestra una trayectoria conjuntamente exitosa en un pa¨ªs que hace un uso extensivo de la herramienta.
Pero est¨¢ claro que, por ejemplo, plebiscitos como el reci¨¦n celebrado en Holanda sobre el acuerdo de asociaci¨®n de la UE con Ucrania ¡ªque no implica nada trascendental como la ampliaci¨®n del club¡ª no son una necesidad democr¨¢tica imperiosa. As¨ª por lo menos pareci¨® sentirlo el casi 70% de los holandeses que no fue a votar. Ahora, sin embargo, la voluntad de la mayor¨ªa de ese 32% que s¨ª fue a votar complica la gesti¨®n del asunto ucranio, la relaci¨®n con Rusia, un escenario de pol¨ªtica exterior que es leg¨ªtimo preguntarse si no es mejor que lo gestionen los profesionales elegidos para ello en la urnas m¨¢s que los ciudadanos, caso por caso, con su papeleta.
La catarata de refererendos es impresionante ¡ªentre los m¨¢s destacados Escocia (2014) y Grecia (2015)¡ª y suele paralizar o tener en vilo a sectores enteros de acci¨®n pol¨ªtica o econ¨®mica. Algunos tienen un calado y consecuencias para el rumbo de un pa¨ªs que nadie en su sano juicio cuestionar¨ªa que se pregunte a la ciudadan¨ªa. En esta categor¨ªa sin duda figuran el Brexit o la consulta prevista en Italia sobre la reforma constitucional. Estas citas electorales provocan un efecto hibernante, o bien porque las reformas no entran en vigor, o bien porque la importancia del asunto condiciona todo el resto de la pol¨ªtica del Ejecutivo, como est¨¢ siendo el caso en Reino Unido, que elude medidas que puedan provocar cualquier clase de descontento. Pero su oportunidad es incuestionable.
Sin embargo, hay otra clase de consultas cuyo calado es claramente menor y que afectan a la pol¨ªtica exterior, a inversiones econ¨®micas a largo plazo, etc. Precisamente en Italia, acaba de votarse otro refer¨¦ndum sobre prospecciones petroleras mar¨ªtimas que solo atrajo un 31% de votantes. Seg¨²n los datos de The Economist, en los a?os setenta la tasa de participaci¨®n media rondaba el 75%. Ahora se sit¨²a en 40%. ?Merece la pena tener en vilo sectores econ¨®micos, agendas pol¨ªticas en estas circunstancias?
Estos factores de par¨¢lisis se suman a la bien conocida y cada vez m¨¢s evidente inadecuaci¨®n de la arquitectura constitucional europea para responder con rapidez y firmeza a muchos de los retos del tiempo moderno.
En los ¨²ltimos compases de En busca del tiempo perdido, Proust observa agudamente que los seres humanos no solo ocupan un lugar en el espacio, sino tambi¨¦n en el tiempo. Que los mayores andan sobre profundos zancos que se hunden en el pasado, que nos mantienen en contacto con ese tiempo pero a la vez hacen incierto nuestro caminar. As¨ª parece moverse nuestra UE, con sus seis d¨¦cadas de historia com¨²n, milenios de conflictos, y unos zancos que ofrecen enorme altura, perspectivas inigualables, pero tambi¨¦n dificultades para avanzar. Un viejo cuerpo venerable con algunos inquietantes s¨ªntomas de par¨¢lisis.
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