Los brasile?os ya saben lo que no quieren
La sociedad viv¨ªa como anestesiada, sin saber que exist¨ªan en los s¨®tanos del poder tantos cad¨¢veres escondidos
Es posible que muchos brasile?os, en medio de la crisis que viven, a¨²n no sepan con claridad lo que desean para el futuro de su pa¨ªs, pero s¨ª saben lo que no quieren. Y esa conciencia de lo que rechazan es ya un inicio de recuperaci¨®n.
La abogada Alba de Oliveira Castro, lo defin¨ªa en mi Facebook con una frase expresiva y dura: ¡°Estamos exhumando los cad¨¢veres escondidos del pasado¡±, escribi¨®.
Por un cierto tiempo, la sociedad viv¨ªa como anestesiada, sin saber que exist¨ªan en los s¨®tanos del poder tantos cad¨¢veres escondidos. Desde las primeras manifestaciones populares del 2013, el pa¨ªs toma conciencia de que es preciso liberarse de lo que le impide salir del atraso para emprender el camino de la modernidad. Me atrever¨ªa a decir de la normalidad.
La gente sabe hoy con mayor claridad lo que no acepta, aunque a¨²n no tenga siempre lo que s¨ª. Pero como dec¨ªa el Nobel de literatura portugu¨¦s Jos¨¦ Saramago, una sociedad libre y madura se construye muchas veces ¡°m¨¢s con el no que con el s¨ª¡±. Se refer¨ªa al no de la protesta frente al s¨ª de la resignaci¨®n.
Hoy, Brasil, en medio a la convulsi¨®n pol¨ªtica y social que lo agita, y que es tangible en la efervescencia de las redes sociales, conoce bien un buen pu?ado de cosas que no quiere.
No quiere, por ejemplo, ese volc¨¢n de la corrupci¨®n en erupci¨®n tanto en la clase pol¨ªtica (se habla de 500 pol¨ªticos implicados), como en el mundo de los negocios. El no a la corrupci¨®n es casi un himno nacional.
Como consecuencia, Brasil no quiere hoy ninguna tentativa de amordazar a los jueces. Podr¨¢n criticarse a veces ciertos excesos, pero la Operaci¨®n Lava Jato que investiga la corrupci¨®n en Petrobras es ya sagrada.
Brasil no acepta m¨¢s la actual ley electoral. Tendr¨¢ que cambiar si no quiere que la mayor¨ªa deserte de las urnas.
Nadie acepta ya los privilegios de los pol¨ªticos que hieren la sensibilidad hasta de los m¨¢s distra¨ªdos. Nadie quiere aforamiento que permite a una casta ser juzgada por el Supremo en vez de pasar por los jueces de abajo, como todos los mortales. Hoy solo tres o cuatro pa¨ªses mantienen este sistema, y, en Estados Unidos, cuando el expresidente Bill Clinton fue llevado ante la justicia, tuvo que acudir a un juzgado de primera instancia. En Brasil 22.000 personas est¨¢n aforadas.
La sociedad no acepta que, si para ser portero de un edificio se pide un m¨ªnimo de curr¨ªculo escolar, no se exija para ser pol¨ªtico.
Rechaza que la pol¨ªtica, de servicio a la sociedad, se haya convertido en un gran negocio para enriquecerse. Como dice Jos¨¦ Mujica, expresidente de Uruguay: "?Por qu¨¦ un pol¨ªtico no puede ganar como un profesor?"
Los brasile?os no admiten que puedan estar representados en el Congreso m¨¢s de 30 partidos, la mayor¨ªa sin ideolog¨ªa ni programa propio. Puros fantasmas.
Es posible que, en las pr¨®ximas elecciones, Brasil a¨²n no sepa bien a qui¨¦nes votar, pero s¨ª a qui¨¦n no. Esta vez ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil distraer o comprar a los electores a la hora de acudir a las urnas.
Seg¨²n las encuestas, la gran mayor¨ªa de los brasile?os rechazan a Dilma Rousseff y a Michel Temer por igual. Una vez m¨¢s saben lo que no quieren, aunque quiz¨¢s no tengan claros los posibles nuevos candidatos.
La sociedad, a¨²n fuertemente racista, empieza a rechazar como nunca lo hab¨ªa hecho en el pasado la violencia contra la mujer, la discriminaci¨®n sexista y las desigualdades sociales.
Los j¨®venes, m¨¢s que los mayores, est¨¢n hoy a la vanguardia del rechazo a las viejas formas de pol¨ªtica y de ejercer el poder.
Lo hacen a¨²n confusos y con revueltas, pero ya apuntan soluciones. No quieren, por ejemplo, vivir en ciudades que les desintegran, inhumanas, con guetos, sin espacios para respirar en libertad, dominadas por violencia.
Y todos, grandes y peque?os, rechazan una ense?anza sin calidad, escuelas a las que los pol¨ªticos y ricos nunca llevar¨ªan a sus hijos, al igual que la sanidad p¨²blica donde a los pobres les es m¨¢s f¨¢cil morir que sanar.
Entre las cosas que los brasile?os s¨ª quieren est¨¢ una sociedad m¨¢s igual, sin tantas castas, con las mismas oportunidades.
Quiz¨¢s a¨²n no sea todo, pero no es poco.
Que no lo olvide el poder, que hasta ayer campaba tranquilo y seguro de que los brasile?os tragaban con todo. Ya no.
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