?Deber¨ªa renunciar Dilma?
Los gestos de desprendimiento de quienes detentan el poder suelen ser admirados
No s¨¦ qu¨¦ le estar¨¢n aconsejando a Dilma Rousseff sus mejores amigos y consejeros en estos d¨ªas que ella ha calificado de ¡°tormento¡±, y en los que revela tener pocas esperanzas de ser absuelta por el Senado.
Y menos conozco lo que su conciencia le estar¨¢ pidiendo, quiz¨¢s dividida entre pasar a la historia como v¨ªctima pol¨ªtica o escoger el camino de la renuncia, que no significar¨ªa aceptaci¨®n de culpa, sino un gesto de generosidad capaz de apaciguar los ¨¢nimos enconados de la sociedad.
Lo que puede parecer como debilidad puede tambi¨¦n convertirse en su mayor fuerza moral y de atracci¨®n
Mujer de car¨¢cter, que ya demostr¨® no tener miedo ni en momentos de peligro f¨ªsico, es natural que lo que le pida el cuerpo sea resistir y seguir proclamando su inocencia y lo que ella considera un atropello.
Si, frente a ella misma, ello puede parecer una postura noble, frente a la realidad de la Historia podr¨ªa ser diferente, ya que, como sentenci¨® el agudo pol¨ªtico italiano, Giulio Andreotti, ¡°el poder malogra s¨®lo a qui¨¦n no lo tiene¡±.
La pol¨ªtica es noble y cruel al mismo tiempo. Y, al igual que en el firmamento los astros giran en torno a los m¨¢s fuertes y m¨¢s densos, tambi¨¦n en ella el poder real acaba atray¨¦ndolo todo a su alrededor dejando en la cuneta a quienes lo han perdido.
Ser¨¢ dif¨ªcil que hasta los m¨¢s fieles seguidores de Dilma y defensores de su causa, as¨ª como las instancias internacionales, puedan permanecer a su lado una vez sancionada constitucionalmente su p¨¦rdida de poder y su alejamiento forzoso de la pol¨ªtica durante ocho a?os.
Lo m¨¢s seguro es que acabe relegada al olvido mientras las nuevas fuerzas pol¨ªticas se unan para seguir gobernando, ratificando el dictado popular de ¡°a rey muerto, rey puesto¡±.
Con su renuncia voluntaria, bien explicada a la sociedad, Dilma, muy al contrario, adem¨¢s de quedar libre para intentar nuevas aventuras pol¨ªticas, podr¨ªa acabar polarizando un consenso de la sociedad, incluso por parte de la que hoy le es hostil, con un gesto de generosidad destinado a pacificar al pa¨ªs.
Si hay un pueblo capaz de perdonar, ese es el brasile?o, que se siente m¨¢s atra¨ªdo por pol¨ªticos capaces de dialogar y hasta de ceder que por los intransigentes y p¨¦treos, que suelen desprender m¨¢s miedo y rechazo que empat¨ªa.
Por ejemplo: siempre me llam¨® la atenci¨®n la actitud de algunas madres de las favelas que, frente a los verdugos de sus hijos inocentes sacrificados por la violencia de polic¨ªas o traficantes, llegan a perdonar a los verdugos, aunque con el coraz¨®n sangrando.
Quiz¨¢s me equivoque, pero tengo la convicci¨®n de que la figura de Dilma, a pesar de los sentimientos encontrados que hoy despierta en la sociedad, resultar¨ªa m¨¢s enaltecida y hasta amada, frente a un gesto de generosidad que la llevase a renunciar a la presidencia para favorecer una vuelta a la normalidad.
Las posturas intransigentes de quienes detentan el poder pueden hasta ser admiradas, pero lo que suele despertar mayor acogida y simpat¨ªa son los gestos de desprendimiento que hace a quienes los protagoniza m¨¢s cercanos a nosotros.
Lo que puede parecer como debilidad puede tambi¨¦n convertirse en su mayor fuerza moral y de atracci¨®n.
Dilma Rousseff est¨¢ a¨²n a tiempo de escoger entre intransigencia y generosidad. Est¨¢ en su derecho.
Ojal¨¢ acierte.
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