¡°Somos carne de ca?¨®n, solo nos queda el grito de rabia¡±
¡°?Que qu¨¦ buscamos? ?Todo! ?Ya no tenemos nada!¡±, claman los vecinos ante la falta de previsi¨®n de los gobernantes
El camino est¨¢ lleno de carteles que anuncian lugares que ya no existen. Como la perfumer¨ªa Riflessi, la ¨²nica de Amatrice, situada en el n¨²mero 88 del Corso Umberto I. Su propietario, Roberto Serafini, intenta que las fuerzas de seguridad que mantienen cerrado a cal y canto el centro del pueblo ¨Cpara facilitar la b¨²squeda de los desaparecidos y evitar que las r¨¦plicas del terremoto del mi¨¦rcoles causen m¨¢s v¨ªctimas¡ª lo dejen pasar para recuperar de entre los escombros sus efectos personales, alguna documentaci¨®n y, sobre todo, el ordenador de su hija peque?a. La negativa rotunda del gendarme va convirtiendo el dolor en rabia hasta que una pregunta ¨C?qu¨¦ est¨¢ buscando?¡ª lo hace explotar: ¡°??Que qu¨¦ buscamos!? ?Todo! ?Ya no tenemos nada!¡±.
Roberto y su esposa, con el rostro lleno de l¨¢grimas, se vuelven entonces hacia los tres o cuatro periodistas que observan la escena y los encaran. ¡°Vosotros¡±, les aconsejan, ¡°no os deb¨¦is centrar en nuestra cotidianidad, ?qu¨¦ hacemos?, ?d¨®nde comemos? ?d¨®nde dormimos? Eso no interesa. Como mucho la gente dir¨¢: pobrecitos. Lo que ten¨¦is que hacer vosotros es poner la atenci¨®n en la reconstrucci¨®n, en qu¨¦ van a hacer los que mandan para recuperar todo lo que hemos perdido, preguntarles una y otra vez, perseguirlos hasta la puerta de sus casas si es necesario y que respondan: ?qu¨¦ vais a hacer para que la tragedia de L¡¯Aquila en 2009 y la de Amatrice ahora no se vuelva a repetir dentro de unos a?os?¡±.
Roberto, casi gritando, dice que entre el terremoto que sepult¨® L¡¯Aquila y el del pasado mi¨¦rcoles no han pasado siete a?os, sino ¡°solo tres minutos¡±. Desde entonces hasta ahora, explica, los que tendr¨ªan que haberse ocupado de poner los medios para que la tragedia no se repitiera ¨Cconstruyendo escuelas y hospitales seguros, obligando a los constructores y a los propietarios a respetar la normativa antis¨ªsmica¡ªhan estado con los brazos cruzados. ¡°No se han dedicado a prevenir¡±, explica, ¡°y por eso la tragedia se ha repetido. Por eso ahora Amatrice se parece a Alepo. Porque detr¨¢s de todas las guerras est¨¢ el dinero. El dinero que se tendr¨ªa que haber empleado en evitar que esa escuela se derrumbara [y se?ala las ruinas de un colegio rehabilitado en 2012 y que ahora es solo escombros] est¨¢ ahora en los bolsillos de alguien. ?Usted sabr¨ªa explicarme por qu¨¦ a las constructoras italianas que triunfan en el mundo solo se les caen los puentes en Italia? La corrupci¨®n, la complicidad de la pol¨ªtica¡ La gente no le importa a nadie. Somos carne de ca?¨®n. Solo nos queda el consuelo del grito de rabia¡¡±.
Unos metros m¨¢s all¨¢, frente al n¨²mero 63 de la v¨ªa del Castagneto, Cesare Blandino observa las ruinas de la casa que se compr¨® con el dinero que gan¨® como emigrante en Alemania. De 1971 a 2007. Casi cuatro d¨¦cadas de di¨¢spora ¨C¡°all¨ª conoc¨ª a tantos espa?oles¡±¡ªreducidas a escombros. Tambi¨¦n Cesare y su esposa intentan que los polic¨ªas lo dejen acceder a la que fue su vivienda. La respuesta es similar a la que recibi¨® unos minutos antes Roberto Serafini: ¡°No es posible. Es peligroso. Los esfuerzos est¨¢n centrados todav¨ªa en buscar a los desaparecidos¡±. Cesare ni siquiera protesta. ¡°Esa es mi casa y ah¨ª dentro est¨¢ todo¡±, reflexiona, ¡°pero, aun as¨ª, ni siquiera eso es lo m¨¢s importante. Lo peor es que ha desaparecido todo lo que hab¨ªa alrededor. El pueblo, la gente¡±. Durante d¨¦cadas enteras, a pie parado en la cadena de montaje de la Volkswagen, Cesare Blandino so?¨® con regresar a un pa¨ªs tan bonito que ya no existe.
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