Santos, un l¨ªder admirado en el extranjero al que en casa le dan la espalda

Juan Manuel Santos (Bogot¨¢, 1951) apenas llevaba tres d¨ªas como presidente cuando recibi¨® en la Quinta de San Pedro Alejandrino, en Santa Marta, en el Caribe colombiano, al entonces mandatario venezolano, Hugo Ch¨¢vez. Hab¨ªa entablado los primeros contactos secretos con las FARC para iniciar un proceso de paz. Sab¨ªa de la necesidad de involucrar a Venezuela. Muchos de los m¨¢ximos l¨ªderes guerrilleros gozaban del amparo del chavismo. El precio a pagar fue muy alto. Le granje¨® la enemistad de la persona que le hab¨ªa nombrado sucesor y le aup¨® a la Casa de Nari?o. ?lvaro Uribe nunca le ha perdonado la traici¨®n de acercarse a su mayor enemigo en Am¨¦rica Latina. Aquella reuni¨®n en la casa donde muri¨® Sim¨®n Bol¨ªvar supuso un impulso determinante para la consolidaci¨®n del arranque de las negociaciones con las FARC. Constat¨® que Santos estaba dispuesto a todo por lograr la paz en Colombia.

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El camino a la paz

Como ministro de Defensa de Uribe fue el encargado de aplicar con mano dura la pol¨ªtica de Seguridad Democr¨¢tica,que logr¨® poner contra las cuerdas a las FARC. Aunque no se puede considerar que la guerrilla ha sido derrotada militarmente, en la pr¨¢ctica, los golpes asestados forzaron que llegaran a las negociaciones de La Habana en una situaci¨®n de inferioridad. Durante el Gobierno de Uribe, las FARC sufrieron los ataques m¨¢s duros de su historia, como la muerte de Ra¨²l Reyes, su n¨²mero 2, en un bombardeo en territorio ecuatoriano o la liberaci¨®n de la excandidata presidencial Ingrid Betancourt despu¨¦s de seis a?os de secuestro. Con Santos como jefe de las Fuerzas Armadas tambi¨¦n se produjeron los casos de los falsos positivos, la participaci¨®n de miembros del Ej¨¦rcito en el asesinato de civiles haci¨¦ndoles pasar por guerrilleros. En la fase de conversaciones secretas con la guerrilla, orden¨® matar a su l¨ªder, Alfonso Cano.

Santos vive inmerso en una de esas paradojas que copan el d¨ªa a d¨ªa colombiano. El presidente se ha jugado todo su capital pol¨ªtico para lograr el mayor anhelo del pa¨ªs en 52 a?os: poner fin a una guerra con m¨¢s de ocho millones de v¨ªctimas, entre los siete millones de desplazados, los m¨¢s de 260.000 muertos y decenas de miles de desaparecidos. El mundo le ha reconocido ese esfuerzo. No ya con el Nobel, sino con la implicaci¨®n de las Naciones Unidas y el respaldo de Estados Unidos o la Uni¨®n Europea. En Colombia, sin embargo, su popularidad apenas es del 21%. ¡°Nunca he gobernado para las encuestas, porque si se vive pendiente de ellas no se toman decisiones¡±, defend¨ªa en una reciente entrevista con este diario. Una de ellas, la convocatoria de un plebiscito y el posterior rechazo a los acuerdos con las FARC, ha sumido a Colombia en un incierto futuro. El Nobel es un bal¨®n de ox¨ªgeno para tratar de lograr la paz m¨¢s complicada, su reconciliaci¨®n con ?lvaro Uribe, con quien se ha vuelto a reunir seis a?os despu¨¦s de aquel encuentro con Ch¨¢vez que ech¨® por la borda su relaci¨®n.

Perseverar es una de las palabras a las que m¨¢s recurre Santos a la hora de hablar de la paz. Siempre ha estado convencido de ello. Durante los ¨²ltimos a?os, su Gabinete y su c¨ªrculo m¨¢s cercano le recomend¨® no exponerse tanto. Desde La Habana no llegaba ninguna novedad, pero en Colombia el presidente aparec¨ªa por todos lados hablando de una paz intangible. ?l, que se caracteriza por escuchar mucho, ¡°a veces demasiado¡±, seg¨²n palabras de una colaboradora, terminaba por hacer caso omiso. Defend¨ªa que los colombianos le hab¨ªan reelegido para eso ¨Cvenci¨® al candidato de Uribe en 2014. Esa frialdad que en ocasiones pod¨ªa interpretarse como algo negativo, se volvi¨® en su favor.

Tercero de cuatro hermanos hombres, bebi¨® del poder pol¨ªtico y medi¨¢tico desde que naci¨®. Su t¨ªo abuelo fue el expresidente Eduardo Santos y su padre, Enrique, due?o del diario El Tiempo, el m¨¢s importante de Colombia. Formado en el extranjero ¨Cestudi¨® Econom¨ªa y Administraci¨®n de Empresas en la Universidad de Kansas- creci¨® en la clase alta bogotana, una de las m¨¢s elitistas de Am¨¦rica Latina, en cuyo entorno se han formado tambi¨¦n sus tres hijos. ¡°No entiendo c¨®mo mis compa?eros de ¨¦lite se dejan desinformar sobre los beneficios de la paz¡±, comentaba a este diario.

La comunidad internacional le ha vuelto a dar un impulso. El hombre que condujo la guerra es condecorado por su lucha por la paz. Es el segundo colombiano en lograrlo. El primero, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, aventur¨® en ¡®Cien a?os de soledad¡¯ lo que un d¨ªa vivir¨ªa Colombia: ¡°Era como si Dios hubiera resuelto poner a prueba toda capacidad de asombro, y mantuviera a los habitantes de Macondo en un permanente vaiv¨¦n entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelaci¨®n, hasta el extremo de que ya nadie pod¨ªa saber a ciencia cierta los l¨ªmites de la realidad¡±.