Premio Nobel prematuro de la Paz
Juan Manuel Santos debi¨® llegar a un acuerdo con ?lvaro Uribe antes de ser galardonado
El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ha ganado el premio Nobel por haber hecho la paz con las FARC. Pero a¨²n no la ha hecho con ?lvaro Uribe, su antecesor en la presidencia y principal opositor al tratado firmado con la guerrilla. Hasta que los dos se pongan de acuerdo no se puede hablar del fin definitivo de una guerra civil que ha durado m¨¢s de medio siglo.
Una vez m¨¢s el aplauso de la comunidad internacional ha resultado ser prematuro. La primera fue el 26 de septiembre en Cartagena de Indias cuando los jefes de Estado de Am¨¦rica Latina, el secretario general de la ONU Ban Ki Moon, el secretario de Estado estadounidense John Kerry y docenas m¨¢s de eminencias globales fueron testigos de la firma del acuerdo de paz. Seis d¨ªas despu¨¦s la ciudadan¨ªa colombiana, o una ligera mayor¨ªa entre el 40 por ciento del electorado que se tom¨® la molestia de votar, rechaz¨® el acuerdo en un plebiscito.
Como l¨ªder casi en solitario de la exitosa campa?a por el ¡°no¡±, Uribe tiene en sus manos ahora el destino de su pa¨ªs. O al menos depende de ¨¦l si se llega a un acuerdo de verdad con las FARC o si los tambores de guerra vuelven a sonar; si Santos llega triunfante a Oslo en diciembre a recibir su Nobel, o si acaba haciendo un espectacular rid¨ªculo.
El acto de Cartagena fue como vencer en la semifinal de un torneo y pensar que la final ya estaba ganada. La final, es decir el plebiscito, se perdi¨®. O as¨ª parec¨ªa. Resulta que ahora hay pr¨®rroga. A¨²n existe la posibilidad de un feliz resultado, de que se justifique la decisi¨®n acelerada de los escandinavos de otorgar el trofeo de paz al presidente Santos.
Consistir¨ªa en que Uribe diese su bendici¨®n a una versi¨®n modificada del acuerdo firmado en Cartagena que resulte ser aceptable tanto para los l¨ªderes de las FARC como para Santos. En tal caso el resultado del plebiscito se volver¨ªa irrelevante y, tras un voto en el Congreso colombiano a favor de sellar la paz, se empezar¨ªa el proceso para el desarme de la guerrilla.
Se ha iniciado esta misma semana un segundo proceso de negociaciones, esta vez entre el gobierno de Santos y los fieles de ?lvaro Uribe, tras el primero que dur¨® cuatro a?os en la Habana entre el gobierno y las FARC. Ahora parece que cuentan con menos de un mes para dar con una soluci¨®n. El martes, dos d¨ªas despu¨¦s del plebiscito, Santos anunci¨® que el actual cese al fuego con las FARC ten¨ªa el 31 de octubre como fecha l¨ªmite.
Ya que para Uribe de lo que se trata es menos una cuesti¨®n de principios que de vanidad personal, ya que le provoca una envidia lacerante que Santos pase a la historia como el art¨ªficie de la paz y ¨¦l no, mucho depende ahora de c¨®mo el expresidente responda a la noticia de que su adversario ha ganado el Nobel.
Para Santos representa un golpe de moral tras el varapalo del plebiscito; para Uribe representa un varapalo tras el golpe de moral que represent¨® la victoria de su campa?a por el no. La cuesti¨®n ahora es si el dolido Uribe se enroca en su postura antiacuerdo o si un Santos fortalecido obliga a Uribe a ceder lo suficiente en las actuales negociaciones para que todas las partes, pero principalmente las FARC, queden satisfechas y se pueda proceder a poner fin a la guerra de una vez y por todas.
La pena, quiz¨¢, es que los que deciden el premio Nobel de la Paz no hubiesen podido esperar unas semanas m¨¢s para hacer el anuncio. Se le podr¨ªa haber insinuado a Uribe que si llegaba a un acuerdo con Santos le dar¨ªan el Nobel conjuntamente a los dos. Existe un precedente: cuando se lo dieron a Nelson Mandela y a Frederik de Klerk, el ¨²ltimo presidente del apartheid, en 1993. A Mandela no le gust¨®, pero se lo trag¨® para el bien de su pa¨ªs. Santos podr¨ªa haber hecho lo mismo. Empachar el voraz ego de Uribe no hubiera sido un precio demasiado alto para asegurar la paz.
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