?A qui¨¦n interesa demonizar al juez Moro?
Los ataques directos o subterr¨¢neos al juez Moro son el mejor regalo a los pol¨ªticos corruptos
Empieza a ser visible una cruzada contra el juez Moro, esa especie de h¨¦roe popular de la operaci¨®n Lava Jato, al que se pretende hacer pasar ahora por un moralista fan¨¢tico, una especie de Savonarola moderno, a qui¨¦n habr¨ªa que pararle los pies y hasta quemarle en la hoguera, como hizo la Iglesia con el fraile dominico en el siglo XV.
Habr¨ªa que preguntarse, como hac¨ªan los latinos como Seneca y Cicer¨®n: Cui prodest?, es decir, ?a qui¨¦n interesa desacreditar al juez que ha colocado en la c¨¢rcel, por primera vez, a quienes hasta ayer, gozaban del privilegio de la impunidad?
No es demasiado dif¨ªcil entender que, en este momento, los ataques directos o subterr¨¢neos a Moro, son el mejor regalo a los pol¨ªticos corruptos
?Demasiado severo Moro con los empresarios y pol¨ªticos acusados de corrupci¨®n, o m¨¢s bien el juez que ha empezado a quebrar el tab¨² de la impunidad?
Brasil vive un momento de arenas movedizas, en los que la democracia o se fortalece o se quiebra a¨²n m¨¢s. Por ello, son desaconsejables los ataques a quienes se esfuerzan para hacer, en el ¨¢mbito de la justicia, un Brasil donde todos sean iguales ante la ley.
El juez Moro no es un santo ni un demonio. Comete errores como todos y para ello existen los tribunales superiores, que ya han criticado algunos de sus comportamientos.
No es un juez intocable, pero tampoco un demonio que se divierta en colocar en las calderas de aceite hirviendo a los pobres corruptos que hasta ayer gozaban del pasaporte de la impunidad.
Sin duda, Moro ha desequilibrado la balanza de la justicia en un pa¨ªs donde en el infierno de la c¨¢rcel acababan s¨®lo los parias de la sociedad.
He dicho infierno porque fue Eduardo Cardozo, cuando era ministro de Justicia, qui¨¦n confes¨® que preferir¨ªa pena de muerte a acabar preso en una c¨¢rcel brasile?a. C¨¢rceles de las que, por cierto, ¨¦l era el responsable directo.
La opini¨®n p¨²blica, o lo que a veces llamamos la ¡°calle¡±, no siempre lleva raz¨®n, pero cuando es un¨¢nime merece respeto.
?Recuerdan las grandes manifestaciones populares en las que los carteles a favor de Moro reluc¨ªan en las manos de la gente que dec¨ªa ¡°Yo soy Moro¡±?
Si hoy alg¨²n instituto de opini¨®n hiciera un sondeo sobre el juez acusado de ser un Savonarola, se llevar¨ªan una sorpresa quienes se divierten en demonizarlo.
Salgan a la calle, entren en un autob¨²s, en un restaurante, en una favela y pregunten qu¨¦ les parece el que Moro est¨¦ juzgando y encarcelando a empresarios y pol¨ªticos importantes que han sustra¨ªdo con su corrupci¨®n un dinero que era de todos.
Un dinero que hubiese aliviado las amarguras de la falta de recursos en la ense?anza, la salud y la seguridad p¨²blica.
Vayan a las c¨¢rceles y pregunten a los presos comunes, sin nombre, hacinados como ganado, si consideran que Moro es demasiado severo con los pol¨ªticos corruptos.
Una vez m¨¢s, aparece de manifiesto el abismo que existe entre las elucubraciones de ciertos intelectuales y la gente de a pie. El que existe entre los privilegiados de siempre y la gran masa de trabajadores honrados, que pudiendo robar no lo hacen y que son capaces de devolver lo que no es suyo.
Esa masa an¨®nima que es la que hace que Brasil siga en pie econ¨®micamente a pesar de la crisis que lo azota.
Como Valdinei Silva dos Santos, el joven que viene a cuidar de mi ordenador. D¨ªas atr¨¢s, al pagarle, le di por equivocaci¨®n, una nota de cien reales en vez de una de dos. Pod¨ªa haberse quedado con ella. No lo hizo. Llam¨® enseguida por tel¨¦fono para decir que vendr¨ªa a devolver un dinero que no era suyo.
?Una nimiedad? Quiz¨¢s lo parezca frente a los millones de la corrupci¨®n que est¨¢ combatiendo el juez Moro, hostilizado por los que temen rendir cuentas, y que tratan de que resbale y caiga cuanto antes, pero que sigue aplaudido por las ciudadanos honrados.
Ciudadanos que desean un Brasil m¨¢s limpio, sin tantos privilegios y desigualdades. Y que constituyen, no lo duden, la aplastante mayor¨ªa de este pa¨ªs.
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