Neoindigente y revoluci¨®n basura
El chavismo a¨²n tiene asesores que insisten en decir que los ¨ªndices de pobreza han bajado
A quienes viven de la recolecci¨®n de desperdicios, la jerga adoptada por el socialismo del siglo XXI llama ¡°excluidos extremos¡±. En castizo se les llama ¡°indigentes¡±. Las ciudades de Venezuela se han llenado de indigentes que prefieren hurgar en las bolsas de desperdicios a hacer fila in¨²tilmente en procura de comida.
Los h¨¢bitos alimenticios distinguen a nuestro neoindigente ¡ªllam¨¦mosle as¨ª ¡ª del informal que recoge latas vac¨ªas o se ofrece a dirigirte en la maniobra de aparcar el autom¨®vil, a cambio de una propinilla. Estos ¨²ltimos gesticulan un servicio que nadie les ha pedido y que requiere de ellos fiera disposici¨®n a castigar rudamente la indiferencia del automovilista rompiendo, durante su ausencia, el espejo retrovisor. Con ellos se transa en moneda de curso legal, as¨ª est¨¦ hiperdevaluada. El neoindigente de que hablo, en cambio, est¨¢ en el extremo m¨¢s despojado y expuesto de la cadena alimenticia. Est¨¢ por completo fuera de toda econom¨ªa: por eso come basura.
Las bolsas de basura rotas y su contenido, regado en torno a ellas como resultado de una manipulaci¨®n exhaustiva y desprolija, atestiguan una nueva relaci¨®n, ya no comensal, entre los indigentes y la clase media, otrora replegada hacia las urbanizaciones asediadas por el hampa, pero que hoy se traga el sapo vivo de su antiguo decoro y compite, ya sin pudores, con quienes en Venezuela llamamos ¡°pelabolas¡±.
Caracter¨ªstico de la nueva indigencia bolivariana es su tropismo orientado hacia las avenidas principales de las urbanizaciones de clase media, hacia los portales de los condominios exclusivos. El neoindigente no evoca al pobret¨®n de anta?o que, fiel a la tradici¨®n hisp¨¢nica, mendigaba socorro ¡°por el amor de Dios¡± en el atrio de la iglesia. Con el mendigo ¡°cl¨¢sico¡±, con el ¡°hombre ca¨ªdo¡±, puede entablarse, te¨®ricamente al menos, un di¨¢logo en el que el donante encarna al moralizador y al paup¨¦rrimo le toca el rega?o.
Con el neoindigente del ¡°proceso bolivariano¡± no valen moralinas del tipo ¡°?resp¨¦tese, hombre: busque trabajo!¡±. Su absorta reticencia nos disuade de esa futilidad. Su ruptura con toda convenci¨®n samaritana, su desenga?ada enemistad con las nociones ¡°redistributivas¡± que invoca Maduro; su renuncia, en fin, no s¨®lo a la urbanidad, sino tambi¨¦n a la ciudadan¨ªa y a todo tr¨¢mite con el Estado ¡°benefactor¡±, han hecho del neoindigente un s¨²bdito a la intemperie de un petroestado en bancarrota, tema que ¨²ltimamente fascina a los fot¨®grafos extranjeros.
Tema de arte conceptual, digno de una bienal en cualquier Museo de Arte Contempor¨¢neo, la bolsa de basura abandonada despu¨¦s de haber hurgado alguien minuciosamente en ella, podr¨ªa representar cabalmente a la Venezuela de hoy, esa que muchos esperan sea ya ¡°tardochavista¡±. Un click sobre la etiqueta Venezuela en las ediciones digitales de The New York Times, ?y hasta The Guardian!, nos remite infaliblemente a portafolios de estremecedoras fotos de venezolanos hambrientos con el costillar al aire, captadas por los Sebastiao Salgadode la Venezuela menesterosa y ruin.
Sin embargo, el chavismo a¨²n tiene asesores extranjeros, como el economista espa?ol Alfredo Serrano, autor de El pensamiento econ¨®mico de Hugo Ch¨¢vez(?!), que insisten en decir que los ¨ªndices de pobreza han bajado en los ¨²ltimos 16 a?os.Si la pobreza en Venezuela ha retrocedido, ?a qu¨¦ atribuir entonces la explosi¨®n de indigencia? ?No existe correlaci¨®n demostrable entre pobreza extrema e indigencia masiva, realenga y callejera? ?De qu¨¦ colosal y palabrero fracaso son s¨ªntoma los neoindigentes??Responde esta cohorte de macilentos, acuclillados d¨ªa y noche, ante las bolsas de basura, a un nuevo plan desestabilizador de la CIA para desacreditar a la revoluci¨®n bolivariana a la que Dios guarde y Pablo Iglesias bendiga?
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