Boludos en Miami
Un mont¨®n de bienes, ropa, vacaciones... salen m¨¢s baratos fuera de Argentina que dentro
Cualquiera que haya pisado Buenos Aires sabe que es raro que en una conversaci¨®n no se cuele la palabra ¡°boludo¡±. Literalmente, boludo se refiere a un hombre con test¨ªculos grandes. M¨¢s metaf¨®ricamente, el t¨¦rmino define a una persona boba, torpe, menos avispada que el promedio de sus cong¨¦neres. Pero su uso, finalmente, la transform¨® en un gen¨¦rico con el que unos argentinos se refieren a otros. Nadie se ofende en Buenos Aires si otra persona lo saluda con un ¡°?Qu¨¦ hac¨¦s, boludo?¡±. No se trata de un insulto o un desaf¨ªo sino de una costumbre. Todos consideramos a los dem¨¢s boludos sin percibir que, en ese modismo, tal vez se esconda alg¨²n juego extra?o del inconsciente.
En unas semanas, con la llegada del verano argentino, esa expresi¨®n se escuchar¨¢ en los shoppings de Miami, con independencia de si gana Hillary Clinton o Donald Trump. Boludo se oir¨¢ tambi¨¦n en los all inclusive?de las hermosas costas del Caribe. Y, por supuesto, en las kilom¨¦tricas arenas del Brasil que, como todos los a?os, desbordar¨¢n de boludos. Cientos de miles de argentinos se preparan a desembarcar con avidez de descanso pero, sobre todo, con una depredadora voracidad consumista. Eso ya est¨¢ ocurriendo, de manera inesperada, en Santiago de Chile, cuyos habitantes observan pasmados la cantidad de boludos que copan sus negocios para comprar tanto como les d¨¦, mientras se saludan:
¡ªHola, boludo.
¡ª?Que hac¨¦s por ac¨¢, boludo?
¡ªY... aprovecho las ofertas, boludo.
Es que en Chile, por ejemplo, una MacBook Air de 13 pulgadas se consigue a mitad de precio que en Buenos Aires.
Uno podr¨ªa pensar que esas postales retratan a un pa¨ªs pr¨®spero, al que le sobran los d¨®lares y por eso sus habitantes los gastan alegres por el mundo. Pero no es as¨ª. La Argentina est¨¢ terminando un a?o horrible: la inflaci¨®n superar¨¢ el 40%, el desempleo ha crecido y la pobreza tambi¨¦n, la inversi¨®n directa ha ca¨ªdo a niveles subterr¨¢neos. O sea, atraviesa una recesi¨®n grave.
Lo que ocurre es que, por una variada confluencia de razones, un mont¨®n de bienes salen m¨¢s baratos fuera del pa¨ªs, la ropa, las vacaciones, los productos electr¨®nicos. Y entonces, quienes tienen dinero para gastar prefieren hacerlo afuera. Es m¨¢s prestigioso, es m¨¢s barato: solo un boludo no lo har¨ªa. Pero tambi¨¦n compran bienes importados, y atesoran d¨®lares por miedo a que, de repente, como ocurri¨® tantas veces, se pinche la burbuja. Cerca de 10.000 millones de d¨®lares se ir¨¢n de la Argentina en 2016 por alguna de estas v¨ªas. El Gobierno mira esto casi sin intervenir porque cree, a priori, que toda intervenci¨®n ser¨¢ castigada por vaya a saber qu¨¦ Dios extra?o. Y si el Gobierno no emite se?ales de alarmas es que todo debe andar bien. ?O no es as¨ª?
No habr¨ªa ning¨²n problema, si no fuera porque el pa¨ªs no genera d¨®lares genuinos. Hace unos a?os, estas costumbres se financiaban con dinero de la soja. Pero los precios de las commodities?cayeron. ?C¨®mo se paga, entonces, la fiestita? Con deuda. Muchos extranjeros env¨ªan sus d¨®lares a la Argentina, los cambian a pesos porque consiguen un inter¨¦s que les dar¨¢ un rendimiento de 5% anual cuando vuelvan a comprar sus d¨®lares. As¨ª, mientras la plata vuela hacia afuera, por otra parte entra, y a raudales, para hacer una diferencia que se consigue en muy pocos lugares del mundo.
Una persona razonable ¡ªque no fuera boluda¡ª mirar¨ªa todo esto con cierta preocupaci¨®n. Si un pa¨ªs se endeuda para que, en parte, sus ciudadanos m¨¢s privilegiados gasten dinero en el exterior, tarde o temprano, la bomba explota. Porque gana Trump, o porque quiebra la banca italiana, o porque un br¨®ker de Wall Street pega un grito de alarma, en alg¨²n momento, el ingreso de divisas puede parar, o peor, fugar en tropel y ah¨ª te quiero ver.
Pero eso ser¨ªa tener una mirada de largo plazo, lo que, definitivamente, no es la especialidad de la casa.
Un popular cantante de tangos, Alberto Castillo, recomendaba en el estribillo de su canci¨®n m¨¢s popular: ¡°Por cuatro d¨ªas locos que vamos a vivir, por cuatro d¨ªas locos te ten¨¦s que divertir¡±.
Tal vez habr¨ªa que transformarlo en el himno de Argentina, un pa¨ªs de boludos, como nos llamamos, con inmenso cari?o e ingenuidad, los unos a los otros.
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