Un loco a cargo del manicomio
Trump ser¨¢ un Cantinflas en el papel de Cal¨ªgula en una versi¨®n moderna de la ca¨ªda del imperio
Ocurri¨® lo impensable. Visto desde el resto de planeta tierra, los estadounidenses han sucumbido al suicidio pol¨ªtico colectivo.
Estaban ah¨ª en lo alto de Trump Tower mirando para abajo, contemplando tirarse. Oyeron a los que les rogaban que no lo hicieran pero no les hicieron caso. La locura se impuso a la raz¨®n. Se dio el salto al vac¨ªo. El delirio se ha hecho realidad.
Trump en el ala oeste de la Casa Blanca ser¨¢, en el mejor de los casos, un Cantinflas interpretando el papel de Cal¨ªgula en una versi¨®n moderna del declive y ca¨ªda del imperio. En el peor, representa una amenaza para la estabilidad mundial.
Antes incluso del resultado electoral, ante la mera posibilidad de que el bufonesco magnate neoyorquino pudiese ganar las elecciones, el resto del mundo miraba Estados Unidos con una mezcla de risa y pavor. Una historia en The New York Times del lunes contaba que el r¨¦gimen iran¨ª hab¨ªa roto con su tradici¨®n de censura y permitido transmitir en directo en la televisi¨®n estatal los debates entre Trump y Hillary Clinton durante la campa?a electoral. El Gran Satan¨¢s, calculaba, se ridiculizaba solo.
Los analfabetos pol¨ªticos que votaron a Trump han ca¨ªdo en lo que la historia juzgar¨¢ como un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio pa¨ªs
A la misma conclusi¨®n habr¨¢n llegado hoy los pol¨ªticos y dem¨¢s habitantes de la mayor¨ªa de los pa¨ªses del mundo. Pero pocos ahora se van a re¨ªr. En Estados Unidos buena parte de la naci¨®n llorar¨¢: entre ellos muchos de los que tienen un nivel educativo m¨¢s alto de la media, de los que saben distinguir entre los hechos y las mentiras, de los que se interesan por lo que ocurre fuera de sus fronteras, sin excluir a varios altos mandos del partido republicano que Trump en teor¨ªa representa. El desconsuelo ser¨¢ tremendo; la divisi¨®n dentro del pa¨ªs, abismal; la herida social que se ha abierto, imposible de cicatrizar a corto plazo.
La victoria de Trump es, entre otros horrores, una victoria para la supremac¨ªa blanca. Se sentir¨¢n inc¨®modos o vulnerables en su pa¨ªs los negros, los hispanos y los musulmanes.
Los analfabetos pol¨ªticos que votaron a Trump han ca¨ªdo en lo que la historia juzgar¨¢ como un acto de criminal irresponsabilidad hacia su propio pa¨ªs y, aunque pocos de ellos lo entender¨¢n, hacia el mundo entero. Que una naci¨®n tan pr¨®spera con una democracia tan antigua haya cometido semejante disparate pone en cuesti¨®n como nunca la noci¨®n sagrada en Occidente de que la democracia representativa es el modelo de gobierno a seguir para la humanidad.
Con la victoria de Trump nos encontramos de repente sin br¨²jula en tierra desconocida. El electorado estadounidense ha preferido un narcisista ignorante, vulgar, racista y descontrolado como presidente a una mujer seria, inteligente y capaz como Clinton. Ha puesto a un loco a cargo del manicomio: lo cual dar¨ªa risa si uno no se parara a pensar que el manicomio en cuesti¨®n es la potencia nuclear n¨²mero uno del mundo.
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