¡°?Sabe la verg¨¹enza que supone el que nos consideren ladrones s¨®lo por ser brasile?os?¡±
Ofenden a Brasil quienes lo juzgan a su sociedad bajo el prisma de la corrupci¨®n de sus pol¨ªticos
Sandra, vecina y amiga de mi familia, me contaba a su regreso de un reciente viaje a Estados Unidos, donde hab¨ªa ido a visitar a sus nietos, que hab¨ªa vuelto dolida al constatar la imagen que de los brasile?os se tiene en algunas ciudades de aquel pa¨ªs.
Me contaba que cuando entraba a un supermercado y advert¨ªan que era brasile?a le colocaban al lado, discretamente, a una empleada que la segu¨ªa hasta su salida del local para ver "si robaba alguna cosa".
Me dijo, con un sentimiento de indignaci¨®n: "?Sabe la verg¨¹enza que supone que nos consideren ladrones solo por ser brasile?os?"
Existe en efecto el peligro que el mundo piense que todos los brasile?os son corruptos como buena parte de sus pol¨ªticos. Y a los corruptos les interesa hacer creer que la corrupci¨®n est¨¢ en el ADN de esta sociedad.
Nadie niega que tambi¨¦n haya, como en todas las partes del mundo, ciudadanos de a pie que cometan peque?as corrupciones. Nada, sin embargo, comparable a lo que est¨¢ surgiendo de los s¨®tanos oscuros de la corrupci¨®n pol¨ªtica.
Ser¨ªa una ofensa y un atropello a esos millones de ciudadanos honrados que pasan su vida trabajando, o que sufren el aguij¨®n del desempleo y que no por eso se corrompen. Y que hoy son las v¨ªctimas econ¨®micas de la gran corrupci¨®n pol¨ªtico empresarial.
El peligro de que la imagen de Brasil acabe empa?ada por las noticias que llegan al exterior acerca de los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n pol¨ªtica, considerada una de las mayores del mundo, es real e injusto.
Ese baile de millones de reales sustra¨ªdos al Estado; la cantidad de personajes p¨²blicos denunciados, juzgados, encarcelados y condenados: diputados, senadores, ministros y exministros, gobernadores, alcaldes y concejales, y, junto con ellos, los mayores empresarios del pa¨ªs, va creando un caleidoscopio que ofrece una figura deformada de lo que es y vive la sociedad como un todo.
Es injusto, porque el Brasil real, el que trabaja y se endeuda, el que no roba y se conforma con lo que gana, supone el 98% de una poblaci¨®n de m¨¢s de 200 millones.
Basta un dato ofrecido por la ONG Transparencia Brasil para constatar el abismo ¨¦tico que existe entre la gente com¨²n y sus pol¨ªticos: el 59% de los diputados (303 de 513) tiene alg¨²n problema con la justicia y hasta han sufrido ya condenas en primera instancia. En cambio s¨®lo un 2% de la sociedad tiene pendiente alg¨²n proceso judicial, seg¨²n el expresidente de la subsecci¨®n de Santos de la OAB, Rodrigo Juli?o.
Entre los exministros de los gobiernos progresistas de Lula y Dilma, 18 tienen investigaciones pendientes, y en el actual gobierno de Temer, en sus pocos meses de vida, ya han salido seis de sus ministros.
M¨¢s de 50 pol¨ªticos aforados esperan ser juzgados por el Supremo, algunos con hasta 12 procesos en curso y ello sin contar los que podr¨¢n resultar involucrados en el esc¨¢ndalo de Odebrecht, apodado el del Fin del mundo. Se calcula que supere el centenar de pol¨ªticos acusados de corrupci¨®n.
En los ¨²ltimos 24 a?os, han sido destituidos, o se han dimitido, dos presidentes de la Rep¨²blica, cuatro presidentes del Congreso y tres presidentes del Senado.
Es una l¨²gubre caravana de pol¨ªticos importantes involucrados con la corrupci¨®n, a quienes la sociedad observa entre incr¨¦dula y airada. Esa sociedad que, sobre todo en las grandes ciudades, se desplaza cada d¨ªa en medios p¨²blicos precarios para realizar su trabajo, tantas veces alienante, y para quienes la subida de unos c¨¦ntimos en el pasaje del autob¨²s o del metro, les causa angustia.
Lo dec¨ªa una mujer trabajadora, ya mayor, que caminaba en Rio cojeando y con la mirada triste y lejana. Se quejaba, a un reportero que la entrevistaba, que para ella "dos reales, supon¨ªan mucho dinero y dolor".
Al rev¨¦s que tantos de sus pol¨ªticos que nadan en el lujo con el dinero robado al erario p¨²blico, los brasile?os buscan sus momentos de felicidad en lo que de mejor y m¨¢s sencillo les brinda la vida, mientras saben contentarse con el fruto de su trabajo.
La antigua frase popular "pobre, pero honrado" no est¨¢ fuera de moda en Brasil. Sigue siendo verdad para esa masa de millones de trabajadores an¨®nimos que intentan transmitirlo a sus hijos.
Son ellos quienes m¨¢s derecho tienen de escandalizarse de la corrupci¨®n de sus pol¨ªticos y de exigirles cuentas.
?Podemos criticarles cuando aplauden, al verles por primera vez en este pa¨ªs, entrar en la c¨¢rcel, cabizbajos o altaneros?
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