Ese Trump que habita en nosostros
El magnate es un fen¨®meno que crea escalofr¨ªos. Su nombre hace retumbar ecos de tambores de guerra
Trump es ya m¨¢s que un presidente de Estados Unidos. Es un fen¨®meno que crea escalofr¨ªos. Su nombre hace retumbar ecos de tambores de guerra. Todos los adjetivos que engendran miedo o repulsa han sido usados para describir su persona y sus ideas.
Pero, ?cu¨¢ntos pedazos de Trump existen en nosotros? ?Lo eligieron los dioses o fuimos todos nosotros, no solo los estadounidenses??Nadie es del todo inocente, ?d¨®nde comienza la frontera entre la v¨ªctima y el verdugo?
Trump es un interrogante. Para unos, una sorpresa sombr¨ªa, para otros, el l¨ªder que se r¨ªe de los pol¨ªticos, los juzga y desprecia. Personaje a¨²n indescifrable, a pesar de su lenguaje obvio, insustancial y a veces hasta soez.
Somos todos un reflejo de Trump cada vez que sentimos escozor ante los diferentes
Es m¨¢s que un problema pol¨ªtico. No es de izquierdas ni de derechas. Quiz¨¢s de nada, solo de s¨ª mismo. ?Un payaso o algo menos divertido, m¨¢s inquietante? Por ser m¨¢s que un pol¨ªtico llamado a gobernar el mayor imperio del planeta, necesitar¨ªamos de otras ciencias para encuadrarlo. ?Quiz¨¢s la psiquiatr¨ªa?
?Y si fuera un ciudadano que refleja el sentir de millones de personas, cansadas de la desfachatez y el aburguesamiento de sus gobernantes tradicionales, engordados bajo el manto de la impunidad y la corrupci¨®n, que han ido marginalizando a la mitad del planeta que debe conformarse con las migajas ca¨ªdas de la mesa de sus festines? ?O ser¨¢ la falsa esperanza de esos millones de ciudadanos que ya no esperan nada de los pol¨ªticamente correctos y corren en busca del espejismo de un ¡°capo¡±, lo m¨¢s macho e incorrecto posible?
De Trump se ha escrito ya de todo, pero quiz¨¢s poco de nosotros frente a su espejo
Trump a¨²n no se ha estrenado y ya es el personaje del momento en el planeta. ?Qu¨¦ hay en ¨¦l de morbosidad pol¨ªtica o existencial para que, huero de ideas y lleno de presunci¨®n se haya convertido en el mayor fen¨®meno viral de las redes sociales del mundo?
De Trump se ha escrito ya de todo, pero quiz¨¢s poco de nosotros frente a su espejo. Hay una pregunta que inquieta no s¨®lo a la piscolog¨ªa y al psicoan¨¢lisis sino a nuestra propia conciencia. ?Qu¨¦ parte de Trump se esconde en cada uno de nosotros?
Somos todos un reflejo de Trump cada vez que sentimos escozor ante los diferentes. ?No somos un selfie de ¨¦l cuando sufrimos si nuestra hija blanca se casa con un negro? ?O cuando nuestro hijo de color se enorgullece de haberse casado con una blanca?
Cada vez que un padre dice: ¡°Prefiero un hijo muerto a un hijo gay¡±; cuando en alg¨²n rinc¨®n sombr¨ªo de nuestra alma nos alegramos cada vez que un delincuente es linchado en la calle, ?no estaremos contaminados por el virus trumpiano? ?O cuando seguimos creyendo que el color de la piel es un fallo de la luz en vez de una tonalidad del arco iris? ?O cuando los hombres, quiz¨¢s sin verbalizarlo, piensan que muchos estupros son causados y justificados por las mujeres con sus vestidos provocadores? ?O cuando creemos que todas ellas son f¨¢ciles de prostituirse frente al poder o el dinero?
Somos habitantes del planeta Trump, cuando denigramos los derechos humanos, defendemos la tortura o la pena de muerte o nos oponemos a que la mujer pueda disponer en conciencia de su maternidad.
Somos peque?os Trump, cuando creemos que es la pobreza lo que engendra la violencia. Y la polic¨ªa es trumpiana cuando ante la duda entre un blanco y uno de color, se inclina por la inocencia del blanco.
La justicia, hasta la m¨¢s democr¨¢tica, es un espejo de Trump cada vez que llena las c¨¢rceles con los sin nombre y deja en libertad a los que se jactan de decir: ¡°Usted no sabe quien soy yo¡±.
Hasta las democracias m¨¢s s¨®lidas, como la europea, muestran resabios de trumpismo. Basta pensar a la pol¨ªtica inc¨®moda de los emigrantes o de los refugiados. En el fondo nos irritan, porque estar¨ªan invadiendo nuestro territorio sagrado. Son la amenaza a nuestra tranquilidad.
Somos un pedazo de Trump cuando creemos que es necesario pensar antes en nuestro peque?o corral que en la gran plaza del mundo. Somos Trump cuando ya no nos espanta el silencio de la muerte de aquella parte del mundo a la que hemos condenado a no tener voz.
Trump no es un alien¨ªgena ni un extraterrestre. Es la expresi¨®n de nuestro mundo que se est¨¢ encerrando en s¨ª como un erizo, con sus p¨²as en guardia, contra los que no piensan ni aman como ¨¦l.
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