La hora de los monstruos
Los engendros surgen del abandono de millones por la globalizaci¨®n econ¨®mica. La genialidad del Trump candidato fue identificarse con sus frustraciones
Los tiempos que vivimos destacan la vigencia de Antonio Gramsci: ¡°El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos.¡±
Ya han cobrado v¨ªctimas importantes. Brexit y Trump mancillan la herencia de Ronald Reagan y Margaret Thatcher que tanto hicieron para propagar las virtudes de las libertades pol¨ªticas y econ¨®micas. A un cuarto de siglo del episodio hist¨®rico que coron¨® sus esfuerzos ¨Cla disoluci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica¨C el terreno ser¨ªa para ellos irreconocible. Pienso que nunca llegaron a imaginar los monstruos que irrumpen en la escena de varios pa¨ªses de occidente: las masas desafectadas que ungen o est¨¢n pr¨®ximas a ungir a l¨ªderes incompetentes y xen¨®fobos, populistas que parodian la democracia y violan los preceptos de la libertad econ¨®mica.
Los monstruos surgen del abandono de millones por la globalizaci¨®n econ¨®mica. La genialidad del Trump candidato fue identificarse con sus frustraciones. En ¨¦l encontraron una voz, cruda y vulgar, pero efectiva por su ataque frontal a las ¨¦lites del pa¨ªs. Ante los ojos de los millones que votaron por ¨¦l, las ¨¦lites pol¨ªticas, desde varios a?os atr¨¢s, hab¨ªan perdido legitimidad por haberse entregado a los intereses estrechos de los adinerados. Cayeron no por la pugnacidad de un hombre inmoderado sino por la obscenidad transparente de su prostituci¨®n pol¨ªtica y el peso de su indolencia.
Tienta interpretar el fen¨®meno Trump solo como un bache que hemos encontrado en el camino. Bajo esta perspectiva, el legado de Reagan y Thatcher pervive porque la globalizaci¨®n econ¨®mica responde a la l¨®gica de un proceso inexorable que nos conduce a un destino de mayor prosperidad para el mundo entero. En efecto, basta constatar que en el ¨²ltimo cuarto de siglo han sido cientos de millones las personas que en pa¨ªses de menor desarrollo han salido de la pobreza extrema merced al libre comercio. En cuanto a los pa¨ªses desarrollados, m¨¢s en concreto los segmentos sociales que perdieron con la globalizaci¨®n, sus problemas no se subsanan con el proteccionismo que retarda el crecimiento econ¨®mico. Se resuelven con ¡°m¨¢s de los mismo¡± porque m¨¢s temprano que tarde la racionalidad comercial impone su l¨®gica sobre la pol¨ªtica y cultura general de una sociedad.
El 'Brexit' y Trump mancillan la herencia de Ronald Reagan y Margaret Thatcher
Pero, ?es verdaderamente as¨ª? Revisemos un poco la historia. Per¨ªodos de globalizaci¨®n econ¨®mica ¡°en esteroides¡±, como el vivido en los ¨²ltimos 25 a?os, los hemos tenido, al menos desde 1848. Y, todos, absolutamente todos, de mayor o menor duraci¨®n, han terminado en estrepitosos fracasos que han tenido el sello de crisis financieras, recesiones, desempleo, profundo malestar social, rupturas del orden econ¨®mico-pol¨ªtico internacional y hasta guerras. Segundo, se presta insuficiente atenci¨®n a los costos extraordinariamente altos subyacentes en este ¨²ltimo per¨ªodo de globalizaci¨®n. Uno de ellos es la desigualdad de ingresos y activos que raya con lo obsceno en casi todos los pa¨ªses del mundo. Otro es la presi¨®n que se ejerce sobre los recursos limitados de nuestro planeta para elevar nuestros niveles de consumo. Al respecto, hay estudios que se?alan que usamos cada a?o el 150% de los recursos que la Tierra precisa para renovarse naturalmente. Otro m¨¢s escapa de los linderos de la econom¨ªa: la desaz¨®n y sensaci¨®n de impotencia que cunde en los millones de personas sin rumbo en naciones ricas y pobres. Al respecto, hay estudios que revelan que el n¨²mero de suicidios en el mundo duplica al a?o al n¨²mero de muertes producto de guerras civiles y entre pa¨ªses.
Estos costos suponen una denuncia del paradigma econ¨®mico vigente desde hace 250 a?os, el mismo que ha sido decisivo para alcanzar la prosperidad lograda desde entonces. Nuestros tiempos obligan a plantear que ¡°no solamente de econom¨ªa vive el hombre¡±, que otras formas tambi¨¦n lo alimentan. El caso del Brexit ilumina: el c¨®mputo del refer¨¦ndum revel¨® que muchos distritos que econ¨®micamente se perjudicaban con la salida de la Eurozona votaron mayoritariamente a favor de esta opci¨®n. La interpretaci¨®n f¨¢cil es que sus habitantes o se dejaron enga?ar por pol¨ªticos demagogos o, a sabiendas de que se iban a perjudicar, se ¡°dispararon en el pie.¡± Si fue lo ¨²ltimo, y bajo la premisa de que el votante brit¨¢nico es m¨¢s educado que en otros pa¨ªses, ?por qu¨¦ lo har¨ªan? ?No ser¨ªa, como en los Estados Unidos, por el resentimiento ante la abismante disparidad socioecon¨®mica que los 25 a?os de globalizaci¨®n desbocada gestaron, y el profundo desprecio a las ¨¦lites pol¨ªticas que la gestionaron?
La ideolog¨ªa del mercado libre que sostiene al proceso globalizador nunca podr¨¢ ofrecer una respuesta apropiada a una crisis signada por la deslegitimaci¨®n de las instituciones. En Estados Unidos y el Reino Unido, los guardianes de ellas, vale decir, sus ¨¦lites pol¨ªticas, tecnocr¨¢ticas, intelectuales y empresariales, fracasaron por no prever el impacto desigual de la globalizaci¨®n. Su premisa impl¨ªcita pareci¨® ser que mientras hubiera que repartir un poquito a los muchos y mucho a los pocos, el sistema se mantendr¨ªa inalterado y estable. Pero mucho, mucho m¨¢s grave que esta equivocaci¨®n es que no hayan tenido una lectura correcta de estos tiempos: la aparici¨®n con fuerza de otros aglutinantes del tejido social.
Me refiero, fundamentalmente, a un monstruo de calibre mayor: el nacionalismo xen¨®fobo que Trump y otros l¨ªderes corporizan. Las elecciones de este a?o en Holanda, Francia y Alemania nos dir¨¢n si su avance ya es arrollador. Para hacerle frente, no contemos con ¨¦lites fracasadas, menos con la idiotez de un discurso que todo lo reduce a la econom¨ªa. La esperanza, m¨¢s bien, reside en la decencia del ciudadano de a pie que, al momento, no encuentra l¨ªderes con mensajes que inspiran y movilizan.
El monstruo de hoy divide, polariza, incita al caos, destruye sin saber construir. Si no nos apuramos puede ser antesala de uno mucho peor.
Jorge L. Daly es profesor de la Universidad Centrum Cat¨®lica de Lima.
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