Pasi¨®n pol¨ªtica por la Coca-Cola mexicana
Las medidas xen¨®fobas y proteccionistas de Trump agravan su batalla contra la multinacional
Ahora que reluce la placa de Donald Trump como sheriff del patriotismo estadounidense, parece tambi¨¦n convenirse un¨¢nime, pol¨ªtica y compensatoriamente que la mejor Coca-Cola del continente es... la mexicana.
El expresidente Fox fue de los primeros en proclamarlo como una ins¨®lita revancha al vecino gringo, pero la bravuconada tiene su fundamento y hasta su aplicaci¨®n comercial. De hecho, EE UU importa cada vez m¨¢s Coca-Cola mexicana. O lo hac¨ªa hasta que Trump se jacta de haber intoxicado las relaciones bilaterales.
La explicaci¨®n del fen¨®meno se desdobla en una cuesti¨®n est¨¦tica y en otra cuesti¨®n gustativa. La est¨¦tica concierne a la botella original y genuina que se forja en M¨¦xico. Que es m¨¢s estilizada y aloja m¨¢s contenido, aunque el motivo principal de la presumida ventaja mexicana estriba precisamente en el sabor.
Resulta que la?Coca-Cola mexicana se produce con az¨²car de ca?a. Tal como suced¨ªa en EE UU hasta hace 30 a?os, es decir, cuando las subvenciones estatales al s¨ªrope de ma¨ªz introdujeron una variante en el paladar de los consumidores estadounidenses.
Los restaurantes trendy y la comunidad hipster se recreaban en el fervor a la?Coca-Cola "hecha en M¨¦xico", tal como indican en castellano las etiquetas del otro lado de la frontera. Y ahora se les han adherido los antitrumpistas, si duda como represalia o respuesta a las medidas proteccionistas y a las iniciativas discriminatorias.
Puede que tomarse una?Coca-Cola puramente mexicana en EE UU sea m¨¢s caro -hasta 5 d¨®lares m¨¢s en los restaurantes chic de Nueva York- y termine si¨¦ndolo m¨¢s a cuenta de los aranceles de importaci¨®n, pero el esfuerzo econ¨®mico tiene el efecto compensatorio del gesto pol¨ªtico, militante, reivindicativo.
Es el contexto en el que el m¨¢ximo ejecutivo de la multinacional, Muthar Kent, de origen turco, ha rechazado el veto migratorio de Donald Trump a semejanza de otras carism¨¢ticas compa?¨ªas genuinamente estadounidenses y multiplicadas en el resto del planeta. No s¨®lo aludiendo al compromiso de "la diversidad, la justicia y la inclusi¨®n", sino "rehabilitando" una campa?a publicitaria que se lanz¨® en 2015 y que enfatizaba sentimentalmente la relaci¨®n de la marca de refrescos con la cultura latina.
La pugna se a?ade a la oportunidad de las iniciativas estrat¨¦gicas. Empezando porque la empresa mexicana Arca Continental acaba de llegar a acuerdo con The?Coca-Cola Company para convertirse en embotellador exclusivo de una franquicia en el suroeste de Estados Unidos -Texas, Oklahoma, Nuevo M¨¦xico, Arkansas- entre cuyas atribuciones tambi¨¦n se incluyen nueve plantas de producci¨®n.
Es la manera de intensificar las relaciones transfronterizas, aunque los acuerdos comerciales no implican que vaya a condicionarse la diferencia idiosincr¨¢sica entre la Coca-Cola genuinamente americana y la genuinamente mexicana. ?Tanto se diferencian? Un test realizado entre m¨¢ximos expertos de refrescos concluy¨® que un 85% advert¨ªa la diferencia y que un porcentaje similar prefer¨ªa la?Coca-Cola mexicana.
Se entender¨ªa de esta manera el fen¨®meno pujante de la importaci¨®n. Antes por reclamaci¨®n de los inmigrantes latinos, mientras que ahora los yanquis de tres o cuatro generaciones comienzan a reconocer que si el video mat¨® a la estrella de la radio, la?Coca-Cola mexicana salv¨® la identidad del sue?o americano en la forma y en el fondo.
La moraleja tiene sus limitaciones. Y arrastra adem¨¢s una honda batalla comercial entre EE UU y M¨¦xico que antecede, con muchos a?os, la llegada de Donald Trump. Y que podr¨ªa llamarse la "guerra del az¨²car", precisamente por el choque cultural y estrat¨¦gico que ha supuesto oponer el az¨²car de ca?a mexicano al sirope de ma¨ªz estadounidense.
Fue M¨¦xico quien trat¨® de penalizar las exportaciones del otro lado de la frontera con fuertes medidas arancelarias, tanto en 1997 como en 2002. Y fue la Organizaci¨®n Mundial del Comercio la que proclam¨® en una ocasi¨®n como en la otra que se trataba de medidas abusivas y excesivamente proteccionistas. Es decir, los mismos comportamientos en los que ahora piensa incurrir Donald Trump.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca no tiene problemas en significarse en la disputa de la?Coca-Cola mexicana o la estadounidense. No tomar¨¢ ni la una ni la otra, pues tanto abjura del producto mexicano como de la "campa?a" que dice haberle organizado Muthar Kent en cabeza de las multinacionales estadounidenses.
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