La vida que no fue de Ligia Ceballos Franco
Una mujer denuncia ante la fiscal¨ªa mexicana su desaparici¨®n forzada durante el franquismo en Espa?a. Es el primer caso de ni?os robados en M¨¦xico
Prefiere no dar muchos detalles, pero Ligia dice que todo empez¨® al final de una discusi¨®n. Despu¨¦s de horas de pl¨¢tica, ya de madrugada, su marido le grit¨®: ¡°?T¨² eres adoptada!¡±. As¨ª. ¡°Yo me qued¨¦ en shock, como que no entend¨ª. ?C¨®mo puede ser posible si nadie me ha dicho nada nunca?¡±. Al d¨ªa siguiente, Ligia llam¨® a su mejor amiga. Hab¨ªan ido a la escuela juntas, se conoc¨ªan de toda la vida. ¡°Nena¡±, le dijo, ¡°pasa esto¡±. Y su amiga le contest¨® que s¨ª, que era adoptada, que pensaba que ya lo sab¨ªa. ¡°Todo el mundo lo sab¨ªa¡±, dice, ¡°todo el mundo menos yo¡±.
Ligia Ceballos Franco tiene dos vidas, la que vivi¨® y la que no. La primera empez¨® en M¨¦xico en 1968. La segunda cuando escuch¨® esa palabra, adoptada.
Su caso es uno entre miles. Ligia fue una de tantas ni?as y ni?os arrebatados a sus familias en Espa?a, durante el r¨¦gimen del dictador Francisco Franco. Desde el final de la Guerra Civil, a principios de la d¨¦cada de 1940, una red criminal amparada por el estado sustrajo supuestamente a decenas de miles de beb¨¦s y los vendi¨® a otras familias. Tambi¨¦n los regal¨®. Primero fue una forma de acabar con los vencidos en la guerra, con su estirpe. Luego se convirti¨® simplemente en un negocio que trascendi¨® la vida del propio dictador.
La situaci¨®n de Ligia es extraordinaria, ya que hasta ahora no se hab¨ªa documentado un caso en M¨¦xico. Esteban Beltr¨¢n, director de Amnist¨ªa Internacional en Espa?a, opina que ¡°habr¨ªa que investigar si hab¨ªa m¨¢s familias extranjeras involucradas¡±. De momento, Ligia y los abogados de Amnist¨ªa han presentado una denuncia por desaparici¨®n forzada ante la fiscal¨ªa mexicana. Amparados en el derecho internacional, esperan que la justicia mexicana exija a la espa?ola que investigue su caso.
Hasta ahora, Ligia asume que su llegada a M¨¦xico se debi¨® a un favor. Sus padres adoptivos, integrantes de una familia pudiente de M¨¦rida, en el sur de M¨¦xico, viajaron a Madrid en julio de 1968. Iban de parte del arzobispo de Yucat¨¢n. Previo acuerdo con sus pares mexicanos, la iglesia facilit¨® los tr¨¢mites y el asunto se resolvi¨® en apenas unos d¨ªas. A finales de ese mes, la ni?a dej¨® de ser espa?ola. De hecho, sus papeles mexicanos indican que nunca lo fue.
Despu¨¦s de la discusi¨®n con su marido, Ligia no fue a casa de sus padres en dos semanas. Habl¨® por tel¨¦fono con su madre. Le pregunt¨®, ¡°mam¨¢, ?soy adoptada?¡± Ella le dijo que s¨ª y no volvieron a hablar del tema en unos cuantos d¨ªas. Cuando se juntaron, ellos le preguntaron que c¨®mo se sent¨ªa. Ella contest¨®: ¡°A ver, cu¨¦ntenme¡±. Y entonces le contaron que despu¨¦s de su hermano ya no pudieron tener hijos; que viajaron a Madrid; que el arzobispo; que el beb¨¦. ¡°Ellos hac¨ªan mucho hincapi¨¦ en que ¡®desde el momento en que te vimos te quisimos mucho¡¯¡ Fue una reuni¨®n emotiva¡±.
La esperanza
La segunda vida de Ligia est¨¢ hecha de papeles y una ilusi¨®n. Son copias del acta de nacimiento espa?ola, de la c¨¦dula de bautismo, de su constancia en el registro civil, retazos de una historia que se marchit¨®; es la esperanza de encontrar alg¨²n d¨ªa una pista de quienes fueron sus padres.
La primera vez que viaj¨® a Espa?a fue en 2005. Hab¨ªan pasado cuatro a?os de todo aquello, la discusi¨®n con su marido, la charla con sus padres. Gracias a estos ¨²ltimos sab¨ªa que su primer nombre hab¨ªa sido Diana Ortiz. Ligia solicit¨® su acta de nacimiento al Ministerio de Justicia de Espa?a. En nombre puso Diana Ortiz. En direcci¨®n, calle Bail¨¦n, 8, la del arzobispado. Ligia se volvi¨® a M¨¦rida y al tiempo le lleg¨® una carta al consulado de Espa?a. Su acta de nacimiento. ¡°En ese momento vi que era verdad. Porque no es lo mismo que te digan de forma verbal, a que t¨² veas un documento que diga, ¡®oh, por Dios, s¨ª soy esta persona¡±.
En 2009 o 2010, Ligia volvi¨® a Espa?a. No recuerda la fecha con exactitud. A veces quiere explicarse muy r¨¢pido, como si temiera olvidar los pasos que ha dado para llegar hasta aqu¨ª. De nuevo en Madrid, fue al archivo regional buscando su primer nombre en el registro civil. Y lo encontr¨®. Supo que sus padres adoptivos se la llevaron de la Inclusa, el Instituto Provincial de Puericultura de Madrid, un orfanato. ?C¨®mo lleg¨® ah¨ª? Lo ignora. Pudo haber nacido en el hospital Santa Cristina, punto neur¨¢lgico de la supuesta red criminal durante a?os. Pudo haber nacido en otro. En su registro aparec¨ªan tambi¨¦n los nombres de sus padres, Rafael y Marta. Solo eso, sus nombres de pila junto a la palabra ¡°supuestos¡±.
En estos a?os, Ligia ha vuelto a Espa?a varias veces. Ha conocido a otras personas en su situaci¨®n, ha hecho amigos, se ha emocionado y frustrado. Ha llorado. Entre 2011 y 2012, particip¨® incluso en un documental para la tele francesa, Les enfants vol¨¦s. Ah¨ª aparece en algunas escenas con su padre adoptivo. Ella dice que le quiso acompa?ar en uno de sus viajes. En una escena aparecen los dos en un taxi, camino a la Inclusa. Llegan. Ella trata de que el otro haga memoria, pero el pap¨¢, que morir¨ªa poco despu¨¦s, solo se acuerda de entrar, de girar a la derecha, de¡ Entonces cruzan la calle, ella le se?ala el hospital Santa Cristina, muy cerca de ah¨ª, en la calle O¡¯Donell. ?l le dice que qu¨¦ hospital. ¡°Santa Cristina, pap¨¢, Santa Cristina es un hospital. No te comportes como ¡®no s¨¦, no entiendo¡¯. All¨¢ pon¨ªan a los ni?os para venderlos, ?punto!¡±. ¡°Yo no he comprado nada¡±, se defiende ¨¦l. ¡°T¨² no¡±, insiste ella, ¡°porque tu ven¨ªas con una carta¡±.
Igual que este mi¨¦rcoles en la Ciudad de M¨¦xico, Ligia aparece triste en la cinta. No siempre, a ratos. Ella dice que la b¨²squeda es as¨ª. Picos y valles. A veces bien, a veces menos bien. Pero siempre hacia delante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.