La tarde en que se par¨® el coraz¨®n de Londres
El centro pol¨ªtico y administrativo de la capital es tambi¨¦n el destino de hordas de turistas que tras el ataque quedaron atrapados en sus calles y atracciones durante horas
A media tarde, todo par¨® en el epicentro tur¨ªstico de Londres. Tres profesores irrumpieron corriendo en la clase de Ciencias del colegio Grey Coat Hospital, junto al palacio de Westminster, y pidieron a todos los alumnos que permanecieran en el interior del centro hasta nueva orden. ¡°Daba mucho miedo¡±, explica Martha Bryant, de 16 a?os. ¡°Poco a poco nos ¨ªbamos enterando de lo que hab¨ªa pasado, y era horrible. Hab¨ªa pasado ah¨ª mismo, pod¨ªa habernos ocurrido a nosotros¡±.
Enseguida, los mensajes de los familiares y las alertas en los m¨®viles ofrec¨ªan preocupantes pistas, a¨²n confusas, sobre la situaci¨®n. La informaci¨®n llegaba con cuentagotas. A ¨²ltima hora de la tarde, se contaban al menos cuatro muertos y unos 20 heridos. ¡°Cuando nos dejaron salir, la vuelta a casa fue una odisea¡±, explica Martha. ¡°Nada se mov¨ªa. Sal¨ª para ir andando y me encontraba con todas las calles cortadas¡±.
Parado en medio de la calzada, qued¨® el autob¨²s tur¨ªstico en el que viajaban Sandra e Igor, dos j¨®venes italianos que hab¨ªan llegado esa misma ma?ana de B¨¦rgamo. No hablan ingl¨¦s y pasaron un mal rato hasta que recibieron una llamada de sus padres, ¡°casi en l¨¢grimas¡±.
Anna, brasile?a, embarazada de seis meses, tampoco pod¨ªa contener las suyas. De turismo en Londres con su marido, Andr¨¦, estaba subida en el London Eye cuando sucedi¨® el ataque. La noria de 135 metros de di¨¢metro a orillas del T¨¢mesis, a la que suben tres millones de turistas cada a?o, qued¨® detenida. Los pasajeros obtuvieron, por el mismo precio, una vista bien distinta a la que buscaban. Desde arriba, algunos relataban los hechos en Twitter con selfies en riguroso directo. Andr¨¦ consolaba a Anna, rodeados por las c¨¢maras, a la salida de lo que se convirti¨® en un siniestro viaje de m¨¢s de dos horas.
El encierro de Melle, profesor de un colegio de La Haya, fue dentro de un t¨²nel del acuario. A su cargo, una veintena de alumnos de 16 a?os. Estaban en su cuarto d¨ªa de viaje de estudios en Londres. Les pidieron que se quedaran donde estaban y esperaran. Poco a poco fueron llegando los mensajes a los m¨®viles. Dos horas despu¨¦s, ya lejos de las criaturas marinas, llamaban a sus familias para tranquilizarlas. Hab¨ªan estado cerca: pasaron por el puente de Westminster pocas horas antes de que el Hyundai gris dejara su rastro de sangre. Pero pod¨ªan contarlo, y lo contaban a gritos por sus m¨®viles.
El Big Ben, la abad¨ªa de Westminster, el London Eye, el cambio de guardia a caballo, Downing Street, Trafalgar Square. El centro pol¨ªtico y administrativo de Londres es tambi¨¦n el destino de hordas de turistas cada d¨ªa. La irrupci¨®n del terror lo convirti¨® este mi¨¦rcoles en un laberinto de calles cortadas, coches de polic¨ªa a toda velocidad, familias desconcertadas, j¨®venes tranquilizando a sus padres y periodistas a la caza de historias. Escenas que quedar¨¢n grabadas, con un zumbido de los helic¨®pteros y sirenas, en los m¨®viles y las memorias de los turistas que visitaban este mi¨¦rcoles Westminster.
La zona es tambi¨¦n el lugar de trabajo de muchas otras personas, que vieron este mi¨¦rcoles sus rutinas inesperadamente interrumpidas por las sirenas. Es el caso de Jorge Garriz, arquitecto navarro que trabaja en el estudio de David Chipperfield, en Waterloo. Hab¨ªa salido a hacer un recado cuando una compa?era le alert¨® de lo ocurrido. Volvi¨® r¨¢pido al estudio y se lo cont¨® a los jefes. Todas las reuniones canceladas. ¡°Primero fueron unas pocas sirenas, pero a los 10 minutos era un no parar. Por las ventanas ve¨ªamos c¨®mo varios edificios contiguos eran desalojados. La calle se llen¨® de trabajadores que sal¨ªan de las oficinas. Los helic¨®pteros, las ambulancias, la polic¨ªa, al poco tiempo el ruido era ensordecedor¡±.
Andrew Woodcock, editor de la agencia brit¨¢nica Press Association, vio la escena desde la ventana de su oficina. ¡°Escuch¨¦ algo que son¨® como disparos ¡ªcreo que tres¡ª y lo siguiente que s¨¦ es que hab¨ªa dos personas tumbadas en el suelo y otras corriendo para ayudarlas". ¡°Carnicer¨ªa en Westminster¡±, titulaba a pocas horas de conocerse los hechos el tabloide brit¨¢nico London Evening Standard. En la portada, la imagen del veh¨ªculo Hyundai que atropell¨® a los peatones antes de empotrarse contra la verja del Parlamento.?
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