La agon¨ªa de la partitocracia
Trump, Macron, S¨¢nchez o Corbyn representan la pol¨ªtica del carisma personal y el conflicto con las organizaciones pol¨ªticas tradicionales
![Partidarios de la candidata al Elíseo Marine Le Pen, líder del Frente National (FN), durante un mitín en Lille.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/CTC4JILB5G2NTZ3BL2A65ZL6H4.jpg?auth=3cec430655929fb6a3b32de6e150a04902bfacdb37405772e06a51d7fc622024&width=414)
Llama la atenci¨®n la naturalidad con que Marine Le Pen ha despojado de sus carteles electorales el nombre y las siglas del Frente Nacional (FN). Su padre fund¨® el partido en 1972 y lo condujo a la final¨ªsima de las presidenciales tres d¨¦cadas despu¨¦s, pero la heredera de Jean Marie ha abjurado del apellido ¡ªtampoco aparece en los carteles¡ª?y del linaje pol¨ªtico, m¨¢s o menos como si tambi¨¦n ella pretendiera sustraerse al "problema" de imagen que representa el FN y como si la expectativa de la victoria dependiera espec¨ªficamente de su personalidad, su credibilidad y su carisma.
Es la manera de replicar el movimiento de En Marche!, una creaci¨®n reciente (abril de 2016) que su demiurgo, Emmanuel Macron, desvincula de toda relaci¨®n a los partidos pol¨ªticos convencionales y que define como un movimiento ciudadano. Se dir¨ªa que la ambici¨®n de ganar unas elecciones tanto requiere recrearse en el ¨¦nfasis personal ¡ªPablo Iglesias puso su cara a la primera campa?a de Podemos¡ª como ponerse a salvo de las relaciones sospechosas que implican la tradici¨®n con la casta.
El ejemplo m¨¢s elocuente al respecto lo representa el fen¨®meno de Donald Trump. Un cuerpo extra?o del Partido Republicano. Un remedio mesi¨¢nico a la partitocracia. Y una anomal¨ªa que comienza a normalizarse en el contexto del recelo de la opini¨®n p¨²blica al hartazgo de las formaciones hist¨®ricas. Sufren mucho m¨¢s el trauma los partidos socialdem¨®cratas, pero los partidos conservadores tambi¨¦n han emprendido una renovaci¨®n cuando menos cosm¨¦tica. Es sintom¨¢tico en Francia la mutaci¨®n de Los Republicanos ¡ªantes se llamaba Uni¨®n por un Movimiento Popular (UMP)¡ª, como es inequ¨ªvoca la pretensi¨®n con que la marca exhausta de Convergencia Democr¨¢tica ha convertido el cambio de nomenclatura PeDeCat en un exorcismo de la pureza.
Se trata de abjurar de la memoria. Y de subordinar incluso la estructura y la naturaleza del partido a la ambici¨®n particular en la coyuntura de los partidos en crisis. Le est¨¢ sucediendo al PSOE en su proceso de primarias. Toda la estrategia de Pedro S¨¢nchez consiste en presentarse como en una v¨ªctima de su partido. Incluso aspira a que la militancia observe el propio PSOE como un enemigo necesitado de un escarmiento. Opone S¨¢nchez la adhesi¨®n de las bases al aparato. Y se trabaja al mismo tiempo la sensibilidad de los militantes en el juego de los espejos.
"La representaci¨®n creativa y organizativa ha dado paso a una representaci¨®n-selfie", escribe la polit¨®loga M¨¢riam Mart¨ªnez Bascu?¨¢n (Universidad Aut¨®noma de Madrid). "No buscamos cobijo identitario en la formaci¨®n pol¨ªtica, sino vernos reflejados en el l¨ªder. Somos nuevos narcisos. La tentaci¨®n de convertir la soberan¨ªa popular en selecci¨®n de personas est¨¢ ah¨ª, como la de transformar al ¡°pol¨ªtico por vocaci¨®n¡± en ¡°hombre-pueblo¡± que personifique la naturaleza misma de la democracia".
Es elocuente en este sentido la campa?a de personificaci¨®n democr¨¢tica que ha emprendido Fran?ois Fillon. Las elecciones presidenciales las ha convertido en un plebiscito particular. Y se ha expuesto como un m¨¢rtir de los poderes del Estado ¡ªla presidencia, la Justicia¡ª que aspira a la redenci¨®n de las urnas y que, mientras tanto, est¨¢ desfigurando la credibilidad y la salud de Los Republicanos.
El l¨ªder termina instrumentalizando el partido. Y termina da?¨¢ndolo, como est¨¢ demostrando en EEUU la traum¨¢tica convivencia de Donald Trump con el Partido Republicano, lleg¨¢ndose al extremo de neutralizar su reforma sanitaria y de poner en cuarentena la viabilidad de la legislatura misma. Son las consecuencias de un pacto mefistof¨¦lico?que tiene su origen en la conveniencia rec¨ªproca de la victoria. Y que define los problemas de convivencia generalizados en otros partidos hist¨®ricos.
El laborista forma parte de ellos desde que Jeremy Corbyn fue proclamado l¨ªder por el 60% de la militancia en septiembre de 2015. Se valoraba una personalidad iconoclasta y una noci¨®n de la pol¨ªtica m¨¢s izquierdista, pero la relaci¨®n entre la formaci¨®n labour?y su intr¨¦pido capit¨¢n ha precipitado un psicodrama de conflictos ¡ªla UE, la inmigraci¨®n¡ª, dimisiones y un inquietante retroceso en las encuestas. Corbyn no est¨¢ c¨®modo en el Partido Laborista. Y el Partido Laborista no est¨¢ c¨®modo con Corbyn, hasta el punto de que se ha creado entre el uno y el otro un inquietante antagonismo. O se ha generalizado un conflicto de la pol¨ªtica contempor¨¢nea: el l¨ªder emprende un camino y la organizaci¨®n emprende otro, raz¨®n por la cual el SPD germano se encomienda al providencialismo del "efecto Schulz" y motivo por el cual la nueva esperanza de la pol¨ªtica holandesa parece salido de un casting: Jesse Klaver.
?Se equivocan los militantes con sus l¨ªderes?
La presi¨®n de la democracia participativa sobre la representativa ha expuesto a los partidos pol¨ªticos a la presi¨®n de las primarias. Tanto en procesos abiertos a cualquier simpatizante ¡ªFrancia, Italia¡ª como restringidos a los militantes, tal como ocurre en el Partido Socialista. Es una novedad en las democracias europeas. Y un proceso que implica sus paradojas y contradicciones, empezando porque no siempre existe una identificaci¨®n entre el votante de un partido y el militante. Tiene un perfil m¨¢s activista ¨¦ste ¨²ltimo. Y representa, a veces, una corriente m¨¢s radical.
?Se equivocan los militantes? El caso franc¨¦s apunta a una respuesta afirmativa. De hecho, todas las posibilidades que los sondeos atribuyen a Emmanuel Macron como favorito a la presidencia no se explicar¨ªan sin la falta de idoneidad de los rivales. Beno?t Hamon ha llevado demasiado a la izquierda el socialismo franc¨¦s, del mismo modo que Fillon se antoja un candidato demasiado conservador, m¨¢s all¨¢ de sus problemas judiciales. La moraleja es que Manuel Valls, descartado por el PS, y Alain Jupp¨¦, cribado por Los Republicanos, no hubieran dejado sitio a Macron.
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