Trump no sabe qu¨¦ hacer con Cuba
El viaje de los gobernadores republicanos a la isla pone de manifiesto que el presidente no ha ultimado el ataque contra el plan de concesiones de Obama
El desembarco en Cuba de gobernadores y legisladores del partido republicano de Estados Unidos probablemente no se hubiera llevado a cabo si Donald Trump hubiera advertido a su partido de la inconveniencia de esas visitas porque ultima una ofensiva contra las concesiones de Barack Obama en la distensi¨®n binacional anunciada con Ra¨²l Castro el 17 de diciembre del 2014. No parece ser as¨ª porque sigue dudando sobre qu¨¦ hacer con Cuba.
Tampoco Mariano Rajoy hubiera aceptado ¡°encantado¡± un visita del m¨¢s alto nivel a la isla ¡°lo antes posible¡±, de haber sido apercibido por Washington en sentido contrario. Conclusi¨®n: pese a las belicosas promesas de campa?a del magnate presidente, definir la nueva pol¨ªtica hacia el vecino marxista no es tarea f¨¢cil porque en la toma de decisiones se entrecruzan ingredientes pol¨ªticos y empresariales. Aunque el imprevisible presidente prometi¨® apretar el dogal al castrismo para forzar su apertura pol¨ªtica, no piensa en la bomba at¨®mica, ni en una invasi¨®n de la isla.
Mientras tanto, y sin llegar a la frecuencia registrada durante el deshielo de Obama, el tr¨¢fico de viajes republicanos hacia el pa¨ªs caribe?o revela la compleja convivencia entre los halcones cubanos americanos partidarios del endurecimiento y las palomas empresariales, patrocinadoras de la distensi¨®n sin condiciones.
El gobernador de Misisipi, Phil Bryant, aterriz¨® esta semana en el aeropuerto Jos¨¦ Mart¨ª con una delegaci¨®n de empresarios y funcionarios relacionados con el turismo, la agricultura y la exportaci¨®n de alimentos; en febrero, lo hizo el senador William Thad Cochran, para firmar acuerdos portuarios y, poco antes, el gobernador dem¨®crata de Colorado, el alcalde de Newark, un lobby econ¨®mico de Chicago y dos delegaciones parlamentarias.
A la espera de que la Casa Blanca determine el rumbo de las relaciones bilaterales, respetando, corrigiendo o anulando las ¨®rdenes ejecutivas de Obama, el ¨¦xito de la visita del canciller cubano Bruno Rodr¨ªguez a Madrid refleja una tendencia internacional hacia la pac¨ªfica cohabitaci¨®n con el castrismo y discurri¨® paralela a la irritaci¨®n de quienes en EE UU, Am¨¦rica Latina y Europa apuestan por la mano dura aplicada por las administraciones republicanas durante m¨¢s de medio siglo.
La Uni¨®n Europea aprob¨® en 1996 la Posici¨®n Com¨²n promovida por Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar: cooperaci¨®n por democracia. El ministro popular Jos¨¦ Manuel Garc¨ªa-Margallo cambi¨® de rumbo en 2011, secundando el activismo socialista. Coincidi¨® con Obama en que el garrote no llev¨® la democracia a Cuba, y, contrariamente, complic¨® los intereses de Madrid al sur de Rio Bravo. Nuevas elecciones y nuevos gobiernos criticaron el apartamiento de la mayor de las Antillas, y las cumbres iberoamericanas corr¨ªan peligro si los ejecutivos izquierdistas de Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Bolivia y Cuba las objetaban.
Pero como casi todo en Latinoam¨¦rica es fluctuante, excepto la corrupci¨®n, la delincuencia y los populismos, la veleta regional se ha movido hacia la derecha: Brasil, Argentina y otras naciones se alejan de La Habana. La UE intenta la sincronizaci¨®n con EE UU, pero al ganar Trump perdi¨® el paso. Tratando de no tropezar con el nuevo ritmo, todav¨ªa sin partitura, negocia con Cuba m¨¢s cerca de la zanahoria que del palo.?
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