Robert Mueller, el exdirector del FBI que definir¨¢ la presidencia de Trump
El veterano y respetado jurista es designado fiscal especial de la trama rusa que acecha a la Casa Blanca
12 de marzo de 2004. Es una fecha clave para entender la fama de Robert Mueller como persona que planta cara al poder. Mueller, entonces director del FBI, y James Comey, que le sustituir¨ªa en el cargo y entonces era el n¨²mero dos del Departamento de Justicia, se dirig¨ªan a la Casa Blanca. Ten¨ªan previsto presentar su dimisi¨®n al presidente George W. Bush tras oponerse a reautorizar, como les hab¨ªa pedido el equipo del republicano, un programa de espionaje a estadounidenses. Mueller y Comey consideraban ilegal el programa y as¨ª se lo comunicaron a Bush. El mandatario acept¨® modificarlo y ambos descartaron dimitir.
Los caminos de Mueller y Comey vuelven a cruzarse ahora. El presidente Donald Trump despidi¨® la semana pasada a Comey como director del FBI, un puesto que asumi¨® en 2013 tras 12 a?os de mandato de Mueller. Comey dirig¨ªa la investigaci¨®n sobre la presunta conexi¨®n del republicano Trump con la injerencia electoral rusa en las elecciones presidenciales de noviembre.
Ahora Mueller ser¨¢ el encargado de indagar hasta el fondo en ese asunto. Acechado por la revelaci¨®n de que Trump presion¨® al FBI para que cerrara las pesquisas rusas, el Departamento de Justicia design¨® este mi¨¦rcoles a Mueller como fiscal especial de esa trama. Tendr¨¢ te¨®ricamente independencia absoluta y podr¨¢ presentar cargos judiciales, lo que puede convertirlo en una pesadilla para una Casa Blanca que no logra huir de la sombra del Kremlin y que teme cualquier cosa que escape de su control.
Ser¨¢ posiblemente la prueba definitiva, el juicio final de la historia, en la exitosa y prolija carrera de este jurista de 72 a?os e hijo de una familia acaudalada de Filadelfia. Con fama de disciplinado, detallista y persistente, apenas se oyen reproches sobre Mueller. Goza, al menos en las primeras horas tras su nombramiento, de un atributo inusual en el Washington actual: ser elogiado por dem¨®cratas y republicanos.
Mueller ¡ªque estudi¨® con el ex secretario de Estado John Kerry y hasta ahora trabajaba como abogado en una firma privada¡ª asumi¨® su disciplina como un militar veintea?ero en el Cuerpo de Marines. Su papel como teniente en una batalla en 1968 en la Guerra de Vietnam le vali¨® una Estrella de Bronce. Y, seg¨²n sus allegados, como fiscal sol¨ªa lucir orgulloso en la solapa de su chaqueta un pin de los Marines.
Tras la guerra, Mueller trat¨® de conseguir un trabajo como abogado del Gobierno, pero fracas¨®. Inici¨® su carrera en el sector privado, que le aburr¨ªa, hasta que surgi¨® una oportunidad en la Fiscal¨ªa federal en San Francisco. Desde entonces, inici¨® una larga carrera, con breves interrupciones, en el sector p¨²blico.
El presidente Ronald Reagan lo design¨® fiscal en Boston y su sucesor, George H.W. Bush, recurri¨® a ¨¦l para dos investigaciones de calado con las que se hizo un nombre. Particip¨® en el proceso judicial contra el dictador paname?o Manuel Antonio Noriega por tr¨¢fico de coca¨ªna y lavado de dinero. Y en el caso del atentado en 1988 contra un avi¨®n de Pan American Airlines en que murieron 270 personas.
Tras otros periplos como fiscal en Washington y San Francisco, bajo gobiernos de ambos colores pol¨ªticos, Mueller recibi¨® en 2001 la llamada que siempre hab¨ªa so?ado: el presidente George W. Bush le propuso ser director del FBI.
Condicionado por el 11-S
Mueller solo llevaba una semana en el cargo cuando su mandato cambi¨® para siempre con los atentados del 11-S. Con ¨¦l de director, la agencia policial se transform¨® en una especializada en contraterrorismo: obsesionada en prevenir atentados y alejada de su funci¨®n inicial de resolver asesinatos de pel¨ªcula y delitos de contrabando.
El mandato de Mueller ten¨ªa que finalizar en 2011, como establece el l¨ªmite legal de 10 a?os, pero el presidente Barack Obama le pidi¨® que seguir¨ªa dos a?os m¨¢s. Pero su salida del FBI, en septiembre de 2013, qued¨® eclipsada por dos episodios.
El primero fue el atentado en abril de ese a?o contra el marat¨®n de Boston, en que murieron tres personas y que cuestion¨® la capacidad antiterrorista del FBI. La agencia hab¨ªa cerrado en 2011 una investigaci¨®n a uno de los dos autores del ataque.
El segundo episodio fueron las filtraciones en junio de 2013 del exanalista Edward Snowden que destaparon los largos tent¨¢culos de espionaje dom¨¦stico de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, en sus siglas inglesas). Mueller defendi¨® ese programa y esgrimi¨® que era legal y esencial en la lucha contraterrorista. Fue un contraste respecto a su f¨¦rrea rebeli¨®n, y de Comey, en 2004 ante los cambios en el sistema de espionaje que preparaba Bush.
En su ¨²ltima entrevista como director del FBI, Mueller asegur¨® que uno de sus mayores miedos era que grupos terroristas pudieran adquirir un ¡°arma de destrucci¨®n masiva¡±, que tambi¨¦n pod¨ªa ser digital y afectar a sistemas financieros y gubernamentales. Fue de alguna manera una premonici¨®n. Bajo una enorme presi¨®n pol¨ªtica, Mueller deber¨¢ sumergirse ahora en esclarecer qu¨¦ hay detr¨¢s del sofisticado ciberataque ruso que alter¨® la campa?a electoral estadounidense. Su investigaci¨®n definir¨¢ la presidencia de Trump.
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